Félix Población
El excelente cronista parlamentario Luis Carandell dejó dicha
una frase acerca del nacionalismo que ayer tuve en cuenta al término de la
notable entrevista que Jordi Évole hizo en La Sexta al presidente de la
Generalitat: El nacionalisme consisteix a considerar bo to alló que surt de
nosaltres mateixos, sigui bo o dolent.
La agudeza del segundo periodista catalán citado para hacer patente la
chapuza parlamentaria que condujo al gobierno de la Generalitat a convocar el
referendo sin una mayoría cualificada, recurriendo Évole a los antecedentes pasteleros
de la familia Puigdemont, no obtuvo por parte de este un mínimo atisbo de razón
democrática en sus respuestas. Ocurrió lo mismo con otras cuestiones, sin que
el presidente de la Generalitat esgrimiera
en una sola de ellas un asomo de autocrítica, como no fuera la de haber sido
demasiado indulgente en el pasado con el gobierno central.
Cuando el periodista trató de indagar si había alguna
posibilidad de solución antes de evitar lo que parece será un choque de trenes
en toda regla, sin que las partes contendientes renuncien a afirmarse en el
referendo o a impedirlo, utilizó Puigdemont las palabras rendición y retirada,
muy significativas del punto de refriega al que se ha llegado con el gobierno de
Rajoy. En consonancia con esa contestación, don Carles solo admite que la
jornada del 1-O pueda acabar mal si el referendo no se llega a celebrar. Su
argumento, tal como están las cosas y con el despliegue de fuerzas policiales
estatales que ha desembarcado en Cataluña, me parece de una inconsciencia
mayúscula, como lo sería pensar que para el gobierno central esa jornada acabaría
mal en caso de que el referendo se celebrara.
Para confiar en que la consulta tenga lugar, esgrimió
Puigdemont que la hará posible la afluencia masiva de ciudadanos ante las
urnas, como si su sola presencia fuera suficiente y no pudiera ser desalojada por
las fuerzas de seguridad con el consiguiente riesgo de altercados en las calles.
Le recordó Évole lo expeditiva que había sido la policía autonómica desalojando
la Plaza de Cataluña el 15-M, ocupada por miles de personas.
Tampoco estuvo convincente Puigdemont cuando Évole le preguntó
por las declaraciones de Turull y Carme
Forcadell, que negaron a los votantes del Partido Popular y Ciudadanos en
Cataluña su condición de demócratas y la de pertenecer al pueblo catalán. El president también se mostró incoherente cuando el periodista le recordó sus
noes a la autodeterminación del Kurdistán y el Sahara Occidental en 2014, después de mostrarse partidario del referéndum de autodertimación que hoy se celebra en Kurdistán.
Me temo que si yo fuera catalán me sentiría, al término de esta interviú, tan decepcionado por la
mediocridad, contradicciones, intransigencia y simpleza de argumentos de mi president, incapaz de abrirse a otro diálogo que no sea el de anteponar su referendo, como me siento con el presidente del gobierno de España, incapaz de abrirse a otro diálogo que no sea el de anteponer la prohibición de ese referendo. No digo que esta sea una batalla entre buenos y malos -afirma el reputado historiador Josep Fontana en una reciente entrevista sobre el problema catalán-, pero es una en la que posiblemente perdamos todos.
+@La declaración de Zaragoza en favor de una tercera vía en Catalunya
–referéndum pactado– cobró realce y el Gobierno de España se ahorró en
el último minuto una pésima imagen circulando por el mundo: diputados,
senadores y alcaldes de los partidos más disidentes, representantes del
voto de 6,5 millones de ciudadanos, insultados y acosados por fanáticos
de extrema derecha. Habría sido un mal tanto después de una semana nada
buena para el Gobierno en el circuito informativo internacional. Las
imágenes de las manifestaciones en Catalunya han impresionado en el
extranjero. Cada vez son más frecuentes los editoriales, especialmente
en el ámbito anglosajón, que piden una salida negociada, cuando no la
celebración de un referéndum pactado. Digámoslo todo: también se están
publicando artículos muy duros contra el independentismo catalán,
especialmente en la prensa francesa, alemana e italiana, que el insomne
aparato de propaganda soberanista intenta soslayar. Enric Juliana, La Vanguardia.
DdA, XIV/3645
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