viernes, 15 de septiembre de 2017

MONEDERO DICE: CONVENDRÍA QUE LOS CATALANES VOTARAN TAMBIÉN CON TODOS LOS ESPAÑOLES

Del interesante artículo que firma hoy el profesor Juan Carlos Monedero en el diario Público.es, ¿Acaso está buscando el PP una guerra?, y que ya solo por su titular es merecedor de lectura, me quedo con la segunda parte del mismo, sin que sea de desechar la primera, por suspuesto. El conflicto de Cataluña se solventa votando, escribe Monedero. Convendría que los catalanes votaran también con todos los españoles. En un proceso constituyente que tendrá que reconocer la condición plurinacional de España y el encaje que los catalanes decidan.

Es evidente que lo que le está haciendo y lo que le haga el PP a los independentistas luego se lo hará al conjunto de los españoles. Defendiendo que no hagan desde el gobierno determinadas cosas nos estamos defendiendo a nosotros mismos. ¿Tiene que significar eso que los independentistas han ganado? No. La independencia no es ninguna solución luminosa para el conjunto del Estado, incluida Catalunya. Los fines de época marcan una desmesura que nos impide entender con claridad. ¿Van a contribuir a la soberanía catalana los que durante decenios han entregado el bienestar de Catalunya a la globalización neoliberal, a los recortes, a las privatizaciones y a la represión? Terminarán negociando con el poder. Por eso necesitamos otra solución que no permita atajos cuando, una vez más, la promesa independentista fracase.
La independencia ha crecido desde que está gobernando Rajoy. De manera que para frenar la independencia lo más eficaz es salir de quien la está alimentando. El PP, heredero de la derecha franquista, siempre le dio a la victoria del 18 de julio la condición legitimadora del gobierno. “Para eso ganamos una guerra”. Y por eso siempre han tenido tantas dificultades para aceptar quedarse, por culpa de unas elecciones, fuera del gobierno. Ganaron mandar en España en 1939 gracias a las armas y parece que aún no han salido de esas. Aceptaron tarde la democracia, aceptaron tarde la Constitución, aceptaron tarde el municipalismo, aceptaron tarde la igualdad, el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual, aceptaron tarde Europa, aceptaron tarde la justicia internacional, aceptaron tarde la confesionalidad del Estado y van a aceptar tarde la plurinacionalidad. Pero no les importa una higa. Viven en la doble vara de medir. Ellos son España y España es lo que ellos dicen que es, el espacio que coincide con sus intereses. Aunque tengan el dinero en Suiza o Panamá. Pueden odiar a los marroquíes y al mismo tiempo entender que Franco trajera a  la Guardia Mora a matar españoles con licencia. Pueden aceptar regalos de Gadafi y después mirar hacia otro lado mientras lo asesinaban. Hablan de derechos humanos en Caracas y hacen cartera en Riad o en Pekín.
El independentismo no ayuda. Y su agenda ni siquiera es el independentismo. Quieren negociar. Y por eso no se debe entrar en ese juego. Hay que cerrar la herida territorial de una vez por todas. El PdeCat está luchando a la desesperada por una amnistía y su horizonte es lograr beneficios para la élite económica catalana (con migajas para la ciudadanía). A ERC, salvo muy honradas excepciones, sólo le interesa sustituir a la antigua CiU, cargar el pasado sobre sus hombros como si ella no tuviera nada que ver, y ser la que negocie nuevas condiciones con el Estado. Están esperando, con inteligencia, que el PP haga lo que está haciendo. A mayor represión, más legitimidad. Las CUP viven en una égloga pastoril que desprecia cuanto ignora. Una mezcla poco digerible.
Nunca antes de Rajoy el independentismo tuvo tanta fuerza. Pero basta encarcelar a Alcaldes, cargos públicos, voluntarios, prohibir actos, meter en el calabozo a impresoras (como metían en la cárcel a los burros coceadores en los cuarteles de Franco), declarar a las papeletas armas de destrucción masiva y usar la violencia estatal contra la voluntad de expresarse de los catalanes para que todo llegue al borde del precipicio. Y eso que los asuntos identitarios están en Catalunya y en España muy detrás en las preocupaciones de los españoles. Pero si el PP sigue rompiendo cosas de la convivencia, la marcha atrás se complica. ¿A quién le interesa una psicosis de guerra? Porque guerra no va a haber y tampoco independencia. Las metáforas bélicas, de trincheras, trenes son el anuncio repetido que cada cual quiere ver para solazarse en sus sentimientos. Sólo puede haber diálogo. Diálogo al que, como siempre, el PP llegará tarde.
Los catalanes terminarán, sin duda, votando. Ningún juez a quien nadie ha elegido va a sustituir ese derecho. Y si Felipe VI no lo entiende, le pasará como a su bisabuelo. Este conflicto, que en verdad es un reto, se solventa votado. Convendría que los catalanes votaran también con todos los españoles. En un proceso constituyente que tendrá que reconocer la condición plurinacional de España y el encaje que los catalanes decidan. Podemos debiera recordar que nació reclamando un proceso constituyente, aunque los gritos de la turba mediática le hicieron olvidarlo. Dentro de ese proceso constituyente, los catalanes podrán votar su inserción en el Estado español como un sujeto soberano que decidirá -o no- formar parte del sujeto soberano del Estado. Con todas nuestras peculiariedades. Pero para que vayamos reconociéndonos, debemos ir pensando en votar. Que ya va siendo hora. ¿O no era lo que se pedía a la izquierda abertzale? Para que de una vez por todas podamos dedicarnos a luchar contra nuestros verdaderos caminantes blancos –cambio climático, empleo, envejecimiento, guerras y migraciones- en vez de estar distraídos en cosas que, vistas con distancia, dan bochorno y demuestran que tenemos, igual que la peor prensa de Europa, los peores gobernantes del viejo continente.

DdA, XIV/3635

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