jueves, 21 de septiembre de 2017

LIDIA FALCÓN: O CON EL MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA, O AL OSTRACISMO

Lidia Falcón
Leo este artículo de mi querida amiga Lidia Falcón, habitual colaborada del diario Público.es, en Crónica Popular. Como está firmado el pasado 17 de septiembre y Lidia es una de las firmantes del Manifiesto 1-O Estafa antidemocrática, publicado ese mismo día en el diario El País, deduzco que no ha podido publicarlo en el medio donde habitualmente expresa su opinión en los últimos años, por diferir manifiestamente de la línea editorial que ese periódico tiene con respecto al referendo de Cataluña. Si fuera así, lo probable es que Lidia Falcón dejara de colaborar con sus artículos en Público.es. Lo veremos. Se podrá estar o no de acuerdo con lo que expone Lidia en este y otros artículos, pero para este Lazarillo siempre será su criterio digno de atención y respeto.
Los alcaldes que se han declarado independentistas en Cataluña, y que hacen gala de ello, con manifestaciones públicas en la Plaza Sant Jaume de Barcelona, amparados por la alcaldesa Ada Colau y el President de la Generalitat, afirman que no tienen miedo.  No me extraña puesto que están  tan bien arropados.

Tienen el apoyo, el dinero, la aceptación y la propaganda del gobierno de Cataluña, que se muestra generoso con sus fieles. Y si el miedo han de sentirlo de la represión que pudieran ejercer las fuerzas del Estado, es evidente que ha de ser muy débil, dado el resultado de la prohibición del mitin en Tarragona que se realizó con toda clase de publicidad y bendiciones de Puigdemont, mientras los Mossos, la policía autonómica responsable de cumplir las órdenes de los jueces y de la Fiscalía, organizaban el tráfico y protegían a los oradores.

Pero, nosotras, las personas abajo firmantes que hemos suscrito el manifiesto 1-O- Estafa Antidemocrática, publicado el domingo 17 de septiembre en El País, sí tenemos miedo. Tenemos miedo de que los independentistas logren su propósito de separar a Cataluña del resto de España y gobiernen indefinidamente, estableciendo las normas con que nos han amenazado en ese infame documento que aprobaron por su cuenta en el Parlament de Cataluña. Porque vivimos en una Comunidad cuyo poder detentan sin límites los que han impuesto la ideología única: o eres independentista o al menos aceptas esa falsedad del derecho de autodeterminación de Cataluña, o eres mi enemigo. Y el enemigo se merece toda clase de insultos, desprecios, humillaciones, marginaciones.

Apenas se había publicado el manifiesto en El País un periodista, que no me ha escrito nunca a pesar de tratarlo durante años en términos profesionales, ni siquiera para darme el pésame cuando murió mi marido Carlos París, me envía un mensaje regañándome porque he tenido el atrevimiento de firmarlo. Según él la situación de Cataluña –así, entera, constituida en una entidad con personalidad propia que no tiene clases, ni individuos ni ciudadanos ni personas- es de opresión cada vez mayor y es imprescindible que se separe de España – otra entidad única- para disfrutar de libertad. Y me reprocha amargamente que yo haya tenido el atrevimiento de negarme a reconocer ninguna legitimidad al referéndum del 1 de octubre.

Una catedrática de Literatura Española en la Universidad de Barcelona tiene que soportar que sus “compañeros” le espeten en un pasillo “Y tú, ¿cómo estás enseñando el idioma del enemigo?”  A Encarna Roca, catedrática de Derecho Civil, un grupo de profesores y otros aliados, pretendió que le quitaran el doctorado honoris causa que le había concedido la Universidad de Gerona, porque cuando estaba en el Tribunal Constitucional firmó la sentencia que modificaba el Estatut. Las compañeras del Partido Feminista en Cataluña han recibido ya los calificativos habituales: botiflers, traidores, chaqueteros, españolistas, vendidas al oro de Madrid –ya no es el de Moscú-, y partidarias del PP, si no apoyan el famoso referéndum.

Los que estamos contra la celebración del referéndum tenemos miedo de manifestarnos en la calle para no ser tachados de provocadores, y recibir insultos y hasta pedradas. Por este miedo, que atenaza incluso a los partidos que defienden la legalidad, se ha desconvocado la manifestación prevista el 30 de septiembre. Ya que además el Ayuntamiento iba a poner grandes trabas a facilitar su recorrido, porque la democracia para Ada Colau sirve para unos pero no para otros.

Cuando Joan Tardá, ese defensor a ultranza de la separación de Cataluña y España, afirma que el proceso ha sido pacífico y ejemplar, ya que en las manifestaciones multitudinarias no se ha roto ni una papelera, está ocultando la violencia encubierta que estamos soportando cotidianamente los contrarios a sus tesis. Siete años de vociferante propaganda independentista y de la presión de las instituciones, los medios de comunicación y las redes sociales contra todo aquel que no acepta que haya que separar Cataluña de España, en el ejercicio de insolidaridad más grave que puede darse entre los pueblos. Ahora son los alcaldes socialistas que se niegan a facilitar el referéndum los que reciben insultos y amenazas de sus vecinos y a través de esos medios de destrucción masiva que son el twiter, el washap y el Facebook. Incluso hubo quien deseó que Inés Arrimadas fuera violada en grupo.

Un tal Antoni Castellá, diputado de Junts pel Sí, líder de Demócratas –y ya ven cómo ejerce la democracia-, ha declarado que constatamos que el manifiesto de los 900 intelectuales responde a una actitud mercenaria a las órdenes de quienes les pagan”. El tal Castellá oculta que los intelectuales que firmamos somos minoría frente a los trabajadores, los autónomos, los profesores, los sanitarios, los pensionistas, los ciudadanos, que también lo suscriben. Pero así se calumnia a los disidentes de su doctrina, situándolos al servicio del poder. Que en este caso es del PSOE.

Y eso lo dice el que pertenece a la casta que ha creado la Asamblea Nacional de Cataluña, pagada por la Generalitat; en una Comunidad donde 4 canales de televisión públicos repiten machaconamente desde hace una década las consignas de la independencia; donde todos los periódicos, revistas, libros, conferencias, congresos, en catalán, están subvencionados por el gobierno; donde no hay funcionario, maestro, profesor, juez, fiscal o empresario que pueda prosperar sin ponerse a las órdenes de las consignas independentistas.

Para desprestigiar a los intelectuales que hemos firmado el manifiesto, Castellá ha afirmado que “Es un manifiesto injusto y lleno de falsedades encabezado por el eslogan del PP sobre el referéndum”.  Y añade, “Mirando quien firma el manifiesto nada más puede responder a tres motivos: que los firmantes han perdido la condición de intelectuales, poco probable; dos, proceso de conversión al ultranacionalismo español; o tercero y más probable, que la mayoría de los firmantes han desarrollado sus carreras profesionales gracias al apadrinamiento de los diferentes gobiernos del PSOE.”

Y esto lo dice, con total desfachatez, quien medra al abrigo de ese partido de nombre cambiante, que fue Convergencia y ahora Demócratas, que ha gobernado Cataluña durante 37 años, otorgando concesiones de obras, comisiones, subvenciones, recomendaciones, empleos, diputaciones, concejalías, escaños, secretarías, institutos, observatorios, financiando televisiones, revistas, libros, periódicos, conferencias, jornadas, congresos, programas, escuelas, cursos y toda clase de medios para  difundir  la ideología del victimismo catalán y acusar a España, es decir a todos los demás, de ladrones, vagos, aprovechados, derechistas, españolistas y hasta fascistas.

Desde hace diez años 14.000 profesores se han ido de Cataluña, por ser castellano hablantes. Se les ha marginado, imposibilitado de ascender o de escoger destino, despreciados por los directores afectos al régimen y humillados por los compañeros fieles al ideario convergente. También se han ido notarios, abogados, jueces, fiscales, funcionarios de la administración, escritores, dramaturgos, periodistas. Todos deben de ser “intelectuales apadrinados por el PSOE”, según los califica Castellá.

Que Joan Coscubiela, suficientemente conocido comunista, que lleva 40 años en las duras trincheras de las luchas sociales, se decidiera, ¡al fin! a rechazar un referéndum falsario, propio únicamente de un Estado fallido, no le inmuta a ese  defensor de la Democracia. También será un paniguado del PSOE. Y yo, y Antonina Rodrigo y Jiménez Villarejo y todos los políticos y activistas sociales, y las profesoras de universidad, los maestros, los estudiantes, los profesionales de la sanidad, los trabajadores y los pensionistas y los ciudadanos de a pie, que han suscrito el documento.

Porque todo aquel que no esté de acuerdo con los principios fundamentales del movimiento independentista está condenado al ostracismo, falto de todo apoyo institucional ni aún cuando sus méritos profesionales son reconocidos en muchos países. Aquel que se atreva a contradecir el falso eslogan de que el 80% de los catalanes quiere votar, nunca contrastado con una investigación seria, o que recuerde que ninguna Constitución tiene el derecho de secesión de un territorio entre sus principios, o que recuerde que la solidaridad entre todos los españoles es un principio indiscutible de la izquierda, es anatemizado por los dirigentes e ideólogos de la nueva Cataluña que está a punto de nacer.

Una Cataluña libre, porque al parecer debe de estar ocupada por el Ejército español, y  rica porque dejará de estar robada por el Estado español; una Cataluña que sólo hablará en catalán, porque todos sus habitantes son de habla catalana y han sido obligados a hablar y escribir en castellano en estos últimos cuarenta años. Una Cataluña que será gobernada y dirigida ideológicamente por la casta de los Pujol, los Montull, los Millet, los Mas, los Prenafeta, los Maciá Alavedra, la mafia más compacta que ha expoliado los bienes, el PIB y las rentas de los trabajadores y las trabajadoras con mayor eficacia y avaricia.

Por eso nosotras, las personas firmantes del Manifiesto  1-O- Estafa Antidemocrática, tenemos miedo de que la amenaza de llevar a cabo la separación de Cataluña de España se cumpla y nos veamos gobernados y dirigidos por quienes enfrentan a los trabajadores y a las mujeres que viven en Cataluña con las que viven en el resto de España; por los que quieren quedarse con la riqueza del país sin tener que repartir con los demás ciudadanos españoles; con los que imponen su ideario, su idioma y su supremacía, con una ferocidad ignorada por los que no sufren su imposición.

Sí, tenemos miedo de que todos los que no compartimos ni la ideología ni las mentiras que derrochan los gobernantes, y sus adláteres, en Cataluña, seamos segregados, marginados, insultados y humillados, como estamos siéndolo desde hace una década, cuando la amenaza de la secesión se cumpla.
Madrid, 17 septiembre 2017.

DdA, XIV/3641

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