Aunque más de una vez he disentido de las opiniones del escritor Antonio Muñoz Molina con relación a la Memoria Histórica y a la crítica de la actualidad política en España, este Lazarillo comparte totalmente su criterio hoy al comentar la noticia que este Lazarillo escuchó ayer en los telediarios sobre el ignominioso señalamiento de renegado aplicado a Juan Marsé en Cataluña. Cuando las palabras traidor y renegado afloran en el lenguaje político de una comunidad, algo huele a podrido en esa comunidad, y ese hedor suele derivar de un nacionalismo desaforado. Tal como finaliza Muñoz Molina su artículo, todo esto es de una inmensa tristeza y de un aburrimiento insufrible.
Antonio Muñoz Molina
No puedo contenerme ahora mismo. No quiero. Acabo de ver una foto de
Juan Marsé cruzada por un letrero escalofriante en catalán: Renegado. Su
cara noble como de boxeador viejo en primer plano, y esa palabra
siniestra, esa acusación, ese estigma. Juan Marsé es un renegado por
decir aquello que lleva diciendo desde hace más de medio siglo: lo que
le da la gana. De muy joven Marsé empezó a escribir novelas que rompían
con furia y belleza el sopor policial del franquismo. Fue el cronista de
la Barcelona de las periferias emigrantes y de los barrios burgueses,
con una ambición abarcadora de novelista francés del XIX. Su primera
obra maestra Últimas tardes con Teresa , estaba llena de citas de Stendhal y de El rojo y el negro: Manolo
el Pijoaparte era un trepador empujado por el instinto y el rencor de
clase, como Julien Sorel, con un fondo suburbial y felino de rumba
catalana. Marsé ha escrito y dicho lo que le da la gana hasta el punto
de que su novela más grande, Si te dicen que caí, la publicó en
México en 1973 para no someterse a las censuras y las autocensuras
inevitables en España. Cuando se publicó aquí, en 1977, nos estallaba en
las manos a quienes queríamos ser escritores, contar el mundo cercano y
al mismo tiempo construir edificios luminosos de literatura. La
libertad con la que había sido escrita esa novela era el anticipo de la
que nosotros mismos queríamos ejercer en la literatura y en la vida.
Marsé escribía un castellano tan libre porque era para él una lengua
fronteriza, entrecruzada con el catalán, empapada de él. Marsé es un
hombre íntegro, sentimental y huraño que puede enfadarse mucho, y lo ha
hecho muchas veces, incluso con gran escándalo público.
Ahora los patriotas del banderazo y la hoguera han decidido señalarlo
con lo que para ellos es el peor de los insultos: renegado. Un renegado
es peor que un extranjero, porque a su alevosía une la condición de
traidor. Los héroes de la libertad de los pueblos no sienten el menor
interés por la libertad de las personas. Los pueblos son abstracciones a
las que se puede atribuir cualquier virtud y hasta cualquier impulso de
ira justiciera. Para mantener siempre su pureza necesitan enemigos
exteriores y chivos expiatorios. Cualquier sátrapa y cualquier aspirante
a comisario político puede ejercer con éxito la ventriloquía patriótica
o justiciera y presentarse como portavoz del pueblo. Las personas
concretas tienen una cara, una voz, una voluntad soberana o caprichosa.
También tienen domicilio, y número de teléfono. Si las señalan son muy
vulnerables. Algunas tienen trabajos y corren el peligro de perderlos.
Juan Marsé fue un resistente contra la dictadura y es uno de los grandes
escritores de España y de Cataluña, pero ahora resulta, a los ochenta y
tantos años, que es un renegado. La foto de un renegado se puede
quemar. También puede servir para acosarlo.
Se trata de una figura muy útil. Las democracias se hacen con
ciudadanos. Las patrias viscerales necesitan extranjeros, enemigos,
traidores, apóstatas. Renegados. Nada define mejor a una patria que la
designación de un enemigo. Cuando era joven, Juan Marsé formó parte de
lo que los franquistas llamaban la anti-España. Ahora lo han arrojado a
la anti-Cataluña, en compañía , entre otros, de enemigos como Antonio
Machado, Goya, Calderón, Negrín…
Todo esto es de una inmensa tristeza, de un aburrimiento insufrible.
"Hay otra cuestión de fondo", añade el autor de Últimas tardes con Teresa, "desde hace demasiado tiempo nos mandan políticos, tanto desde Madrid como desde Barcelona, que o bien son unos incompetentes o unos corruptos. Mucho me temo que seguiremos así, es decir, que van a seguir defraudándonos o robándonos, de modo que me da igual que me roben desde Madrid o desde Barcelona".
JUAN MARSÉ SOBRE EL PROCÉS. (Soberanistas sensibles, abstenerse)
"Lo que se propone el Govern es rigurosamente incompatible con un
Estado de Derecho. No necesito otro argumento para rechazar tal
propuesta. Yo no soy nacionalista y todas las banderas me repugnan. Soy
más bien provinciano, incluso comarcal. Soy pueblerino, digamos
hortelano. Con el huerto me basta". "Está bien claro: que un grupúsculo
antisistema como la CUP, una panda de impresentables llenos de
estulticia y roña ideológica, tenga
agarrado al despeinado president Puigdemont por los cataplines y pueda
determinar los presupuestos generales de la Generalitat y las derivas
más delirantes (como pedir que la Catedral se convierta en un mercado)
que adornen el proyecto de secesión, muestra hasta qué punto la sociedad
catalana está abocada al futuro más incierto, ridículo y calamitoso".
"La triste realidad", dice Marsé, "es que el señor Puigdemont y el señor
Junqueras, dos luminarias políticas que pasarán a la historia del
esperpento ibérico, comparten, como ha escrito Valentí Puig, una
aparatosa ignorancia sobre el Estado de Derecho y sobre la política, y,
en concreto, sobre la historia política de Cataluña y de toda España".
Le repugna "el relato maniqueo del Govern, la desvergüenza y la
impunidad con la que Puigdemont y Junqueras mienten al hablar en nombre
del pueblo, al apelar reiteradamente y del modo más miserable del
mandato del pueblo que dicen haber recibido. Y de esa empanada mental
que llaman el derecho a decidir… Sí, vale, pero ¿a decidir qué? ¿Que nos
vamos de España y de Europa?"."Hay otra cuestión de fondo", añade el autor de Últimas tardes con Teresa, "desde hace demasiado tiempo nos mandan políticos, tanto desde Madrid como desde Barcelona, que o bien son unos incompetentes o unos corruptos. Mucho me temo que seguiremos así, es decir, que van a seguir defraudándonos o robándonos, de modo que me da igual que me roben desde Madrid o desde Barcelona".
"No habrá referéndum”, dice, "pero el mal ya está hecho. Están
registrados los buenos catalanes y los malos catalanes. Pero habrá
nuevas elecciones, necesarias para la futura estabilidad de la política
catalana. Esa es la salida del callejón sin salida".
E, irónicamente, da Marsé esta "última noticia": "El peinado del president Puigdemont ha sido declarado de Interés Turístico Internacional, y el Procés de interés turístico comarcal. Parece que no lo ven claro. El peinado, quiero decir". Reportaje de Juan Cruz. (El País, 24 de julio de 2017).
E, irónicamente, da Marsé esta "última noticia": "El peinado del president Puigdemont ha sido declarado de Interés Turístico Internacional, y el Procés de interés turístico comarcal. Parece que no lo ven claro. El peinado, quiero decir". Reportaje de Juan Cruz. (El País, 24 de julio de 2017).
DdA, XIV/3640
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