Jaime Richart
Me fastidia hablar así de Greenpeace, pero cualquiera, por inteligente y sensible que sea, puede echar un borrón a su vida.
La
campaña en forma de mantra para salvar el Ártico por parte de
Greenpeace es otro más de los muchos objetivos que se ha marcado esta
ONG ambientalista. Y naturalmente, no hay bien nacido que no la respete y
no esté de acuerdo con todo cuanto intenta salvar del capitalismo, de
la depredación humana y de la insensibilidad unas veces y de la
impotencia otras, de los dirigentes.
Pero
tal como están las cosas en el planeta, después de un siglo (en cuanto
el industrialismo hizo su acto de presencia) proyectando a la atmósfera
trillones de partículas contaminantes y billones de aparatos lanzando
otras tantas de calor; después de comprobada la deriva del clima,
efectivamente relacionada con la pérdida de hielo en el Ártico pero
también en el Abtártico, y otros efectos concomitantes provocados por el
ser humano, ¿no cree Greenpeace que ha llegado la hora de pedir a
gritos el salvamento no sólo del Ártico sino del planeta entero?
Fijarse
objetivos aislados está muy bien, pero ésta no es una guerra que pueda
ganarse (si es que hay alguna posibilidad de ganarla) con guerrillas o
con golpes de mano. Ésta, el salvamento de Gaia, es una guerra que no
puede ganarse sólo reduciendo el CO2 y tantos otros gases letales en la
atmósfera, sólo convirtiendo en santuario el Ártico, sólo evitando la
devastación de la Amazonia... Sólo puede ganarse jugándonos todo a una
carta, echando el resto, parando los pies a los dirigentes mundiales y
por encima de todo a los monstruos. Exigiendo al mundo que opte por el
decrecimiento y por la drástica limitación de todo cuanto hasta ahora ha
derrochado: agua y petróleo principalmente.
No
es el Ártico, la Amazonia, el Antártico, los bosques, la biodiversidad
lo que está en serio peligro. Estamos en una fase absolutamente
decadente de la vida planetaria. En una era de extinción de millones de
especies vivientes que afecta a la cadena trófica. Estamos a punto de la
catástrofe silenciosa definitiva a escala planetaria. Y por
consiguiente, las campañas para salvar el Ártico o las abejas o los
corales o la Amazonia o... tal como se presenta el asunto, suena a broma
o sarcasmo. Se presenta como la escena de alguien que trata de retener
el agua entre las manos.
La
operación inaplazable de Greenpeace y de todos aquellos que en el
planeta tengan un mínimo protagonismo público, nacional o internacional,
pasa por conseguir una sinergia entre todos los poderes económicos para
revertir conjuntamente y en lo posible el estado desastroso de la
biosfera que es la única casa de la humanidad...
DdA, XIV/3590
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