Tal vez llegue el día en que nuestro
cerebro sea capaz de distinguir entre diez mil tipos de gilipollas de
una tacada, una habilidad que nos permitiría evitar el
contacto con ellos como la nariz nos evita pisar mierda.
Jaime Poncela
Artículos de Saldo
Dicen los sabios que casi el 1,5% de nuestros genes están destinados a
oler. Oler es saber, parece ser la conclusión de las investigaciones. O
sea que la naturaleza es más lista de lo que creemos y permite a
nuestro cuerpo obtener una segunda opinión de lo que se nos pone delante
gracias al olor. Las apariencias engañan, pero la nariz es certera e
inteligente. El cerebro y los sentimientos pueden llegar a una
conclusión acerca de lo que sea: de un jefe, de una novia, de un
camarero, de un cardenal o de un cretino, pero siempre debe pedirse una
segunda opinión a la pituitaria. Si algo huele a podrido en Dinamarca o
dónde sea sus narices se pondrán en esta de alarma. Hágales caso.
Los científicos confirman que somos capaces de distinguir 10.000
olores complejos y que esa capacidad olfativa nos permite tener una idea
más completa de lo que nos rodea. Tal vez llegue el día en que nuestro
cerebro sea capaz de distinguir entre diez mil tipos de gilipollas de
una tacada, por ejemplo, una habilidad que nos permitiría evitar el
contacto con ellos como la nariz nos evita pisar mierda. Son tropezones
parecidos e igual de pegajosos. Los zurullos de perro y los gilipollas
tardan mucho tiempo en desaparecer de las suelas de nuestros zapatos o
de nuestras vidas.
A uno le consuela mucho pensar que el olor todavía sirve de algo en
unos tiempos en que dan ganas de taparse la nariz para enfrentarse a la
realidad de cada mañana. Si llega el caso y me tengo que quedar con una
sola neurona (ahora creo tener una docena escasa, así que la elección
será fácil) me gustaría que fuese la del olfato. Más que nada para saber
por mí mismo si algo huele de verdad a podrido, si a ese político
predicador le canta el aliento más que la utopía podrida que trata de
venderme, o si el perfume caro que emana cierta innovadora propuesta no
es más que un penetrante olor a sudor demagógico mal disfrazado bajo
litros de colonia a granel.
DdA, XIV/3576
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