María Amparo Orejas López. Foto del diario El Comercio
Félix Población
Hay periodistas en ejercicio, afines a la órbita del Partido
Popular y al gobierno que durante su gestión se ha dedicado a ignorar y despreciar la llamada Ley de la Memoria Histórica
aprobada por el Parlamento de la nación hace diez años, que ante la condena por un
juez de Zamora a uno de sus colegas por acusar al abuelo de Pablo Iglesias de
actividad criminal durante la Guerra Civil, apelan a la sentencia del consejo
de guerra franquista que condenó a Manuel Iglesias.
Es archisabido y demostrado
por historiadores de prestigio incuestionable y por el fichero de la represión que se conserva en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca -con los miles de expedientes suscritos por el infausto Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo-, hasta qué punto fueron los
tribunales de la dictadura una absoluta tropelía jurídica -como los de toda dictadura-, mediante la cual
fueron asesinados miles de personas comprometidas con el régimen republicano
legal y democráticamente constituido. La guerra había terminado, pero -tal como afirma el padre de familia de Las bicicletas son para el verano- no había llegado la paz, sino la victoria.
Coincidiendo con el ignominioso aval que
dan a esas sentencias esos periodistas, no quiero dejar sin consignación el
testimonio reciente de María Amparo Orejas López, hija de Ana Orejas, que con motivo del homenaje celebrado en Gijón en memoria de su madre y siete mujeres más fusiladas por la dictadura, estuvo recientemente en esa ciudad y se refirió
así a la personalidad de quien le dio la vida poco antes de que fuera ejecutada:
"Se trataba de una mujer natural de Sama de Langreo, que fue empleada
del hogar en Gijón y entró a trabajar como enfermera en el Sanatorio Covadonga
durante la guerra. También fue afiliada al Partido Socialista. A mí me tuvo de
soltera. La condenaron a muerte, acusada de un delito de rebelión militar. Fue
en uno de esos Consejos de Guerra sumarísimos que se celebraron en el Antiguo
Instituto. La cogieron los 'nacionales' el 1 ó 2 de noviembre de 1937 [diez días después de la entrada de esas tropas], la
metieron en la cárcel de El Coto y a los pocos días estaba fusilada".
Añade a continuación
María Amparo, residente en Francia y de visita todos los veranos en la tierra
donde se crió con un matrimonio de feriantes tras el asesinato de su madre, que hubo matanzas por ambos bandos, pero que
a Ana Orejas la mataron por una denuncia: "Alguien dijo que la había visto con
un pañuelo rojo y con una pistola durante la etapa de dominio republicano de la
ciudad. ¿Cómo se puede asesinar así a una persona de 23 años? Que yo sepa nunca hizo
daño a nadie, solo defendió como pudo sus ideas".
Así condenaba y mataba el
régimen franquista, en cuanto las tropas conquistaban una ciudad y hacían su entrada en la misma "al paso alegre de la paz". Lo que más lamenta María Amparo es carecer de una sola imagen con la que identificar a su madre. Puede haber muchas carencias dolorosas en la vida, pero esa debe estar entre las mayores cuando se sabe que quien te dio la vida la perdió en esas crueles circunstancias y no tienes tampoco un lugar que identifique el digno enterramiento de sus restos.
DdA, XIV/3597
4 comentarios:
No debemos olvidar Nunca esto , y transmitir a las futuras generaciones, que Nunca vuelva a Ocurrir.Lucharemos por la vuelta de la República
Verguenza, verguenza, y todavía se defiende la memoria de franco y dicen que era buenisimo. Abolición de esa asociación que pagamos todos.
Gracias por recordar a las mujeres gijonesas fusiladas. Ninguna cometió más cridentificativa que el defender sus ideas.
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