Tengo un grato recuerdo sentimental de este buen film de David Lean, no solo por lo bien contada e intepretada que está la historia de Borís Pasternak -con una magnífica banda sonara-, sino porque fue una de las pocas películas que vi en compañía de mi madre, en el vecino cine Robledo de Gijón, el de "Volver a empezar", cuando el escritor exiliado da su primer paseo por la villa y se va reencontrando con algunos paisajes urbanos de su memoria juvenil. Lo que no supe entonces fue que "Doctor Zhivago" se había rodado en parte en distintos puntos de España y que, para hacerlo -como me acabo de enterar por Alberto Gil-, hubo que recurrir a estrategias como la que continuación se glosa a propósito del canto de La Internacional y que únicamente se comprenden si se tiene en cuenta lo que todavía era aquella España de mediados de los sesenta, cuando poco antes había sido fusilado el militante comunista Julián Grimau (20 de abril de 1963):
Alberto Gil
Memorial (satírico) de la censura: La Internacional en playback
El rodaje de “Doctor Zhivago” en España, en 1965, fue un gran
acontecimiento y un hito para la maltrecha industria cinematográfica de
nuestro país, pero también proporcionó quebraderos de cabeza a la
censura y al Ministerio del Interior, que observaban con mucho recelo el
despliegue de símbolos y elementos vinculados a la revolución rusa en
escenarios a la vista de todos. La vigilancia afectó a las secuencias en
las que aparecían las banderas rojas,
las imágenes de líderes revolucionarios y las hoces y los martillos
inexcusables en un retrato de la época.
No obstante, lo que originó un intercambio epistolar más sustancioso
fue la escena en que una muchedumbre canta La Internacional y que se
tenía que rodar en el madrileño barrio de Canillas. La Metro Goldwyn
Mayer, conocedora de la suspicacia que levantaba la escena ofreció todo
tipo de garantías para reducir al mínimo su posible impacto y conseguir
que fuera autorizada. En una carta fechada en abril de 1965 empezaba por
asegurar que en el guión “no se especifica que los manifestantes
marchan cantando dicha canción”. Así pues bastaría que la figuración
“ajuste exactamente los movimientos de la boca al compás de la música y
letra de la canción, que el reproductor de sonido irá lanzando de
acuerdo con la escena”.
Quedaba así garantizado que nadie cantaría el maldito himno revolucionario, pero había que asegurar que tampoco se oyera, para lo cual la MGM prometía que el rodaje tendría lugar en el Poblado Dirigido de Canillas, en un decorado totalmente cercado y alejado del núcleo de vivendas, que se cantaría en el “tono más bajo posible”, que el número de cantantes sería “reducidísimo”, que la mayoría se limitaría a mover los labios y que la escena se rodaría de noche.En semejantes condiciones de discreción y nocturnidad La Internacional sonó (bajito) en plenos años 60 en una barriada del extrarradio madrileño.
Quedaba así garantizado que nadie cantaría el maldito himno revolucionario, pero había que asegurar que tampoco se oyera, para lo cual la MGM prometía que el rodaje tendría lugar en el Poblado Dirigido de Canillas, en un decorado totalmente cercado y alejado del núcleo de vivendas, que se cantaría en el “tono más bajo posible”, que el número de cantantes sería “reducidísimo”, que la mayoría se limitaría a mover los labios y que la escena se rodaría de noche.En semejantes condiciones de discreción y nocturnidad La Internacional sonó (bajito) en plenos años 60 en una barriada del extrarradio madrileño.
DdA, XIV/3589
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