Rajoy es un político que se burla de nosotros tanto
como de los suyos. Le importamos un carajo. Aún no conoce el miedo al
ridículo, tratándose del personaje más vulgar de la política española
desde la Transición. Por eso urge un folleto de sus “ruedas de prensa”,
una variante hispana de los hermanos Marx, prologados por un
comentarista joven que le pague con la misma moneda, recordándole sus
trampas, su cinismo.Todo lo que de patán lleva dentro.
Gregorio Morán
Bez
Nuestro
mundo editorial tiende a no desarrollar la imaginación. No se acerca a
aquellas tradiciones, que fueron míticas en los años que siguieron al 68
parisino, pero que aún perviven en la Francia aguda y desvergonzada.
Respondan
sinceramente: ¿Hay algo tan insólito, entre lo divertido y lo
surrealista, que una rueda de prensa de Mariano Rajoy? No me refiero a
los discursos redactados por plumillas plúmbeos y serviles. Hay que
empezar por decir que los discursos de Rajoy no son de Rajoy sino del
departamento de discursos. El sobrio Robert Musil escribió cosas muy
agudas sobre los rituales discursivos del imperio de Kakania
(Austrohúngaro).
Mariano Rajoy se expresa en austrohúngaro,
pero como no sabe lo que es y además me temo que no figuraba en el
temario de los registradores de la propiedad, no le da importancia.
Tiene su aquel, porque consiste en el arte de expresarte para que nadie
sepa a ciencia cierta qué quieres decir. El tópico asegura que eso son
galleguismos. Solo la comparación entre el diálogo aristocrático del
imperio de Francisco José y la gracia de Castelao tritura este mito para
paletos.
Mariano Rajoy no ejerce de gallego. Esa es
la costra de una persona muy apegada a su tierra y de una cultura
sumarial, que jamás necesitó tener que ampliar. Con la que tiene le
basta y le sobra para manejar el ganado humano que apacienta. Que nadie
busque paralelos aviesos, a Franco le pasaba lo mismo, y a ciertos
líderes también. Sin ninguna pretensión de ofender, a Pablo Iglesias, el
viejo, le ocurría otro tanto. Pero, ¿quién haría un paralelo con
Beiras, el gallego arrollador? Los tópicos gallegos son como los
catalanes, asturianos, vascos y demás: solo sirven para justificar las
ideas de las gentes simples.
Pero las ruedas de prensa de Mariano Rajoy
exigirían un libro. Apenas un folleto, con un prólogo de gente joven y
aguda estilo Jabois, Buenafuente, Évole… periodistas brillantes que no
le temen al sarcasmo. Escuchar a Mariano Rajoy cuando le hacen una
pregunta que exige como mínimo un cierto nivel de respuesta, mientras se
limita a espirar -Mariano, espira y aspira, como en los ejercicios
gimnásticos de su infancia- pero responde con una perogrullada mayúscula, al estilo del alcalde de su pueblo.
Un espectáculo que ayuda a entender las grandes artes de la oratoria.
“Yo nunca digo nada trascendental. Por qué iba a hacerlo si la gente
está más tranquila así y sobre todo están más cercanos a mis referencias
de presentador de grandes dramas evitados, que a quien sueña con
exponerlos”. Es la diferencia entre “estamos jodidos” y “hay elementos
para pensar que muy pronto se advertirán los esfuerzos que hemos hecho
para llegar hasta aquí, y ser un modelo que envidian otros países” ¿Otra
pregunta?
“Difícil e inteligente pregunta -responde a
una periodista-, pero nosotros nos hemos marcado un ritmo, cuyos
resultados a usted misma, señorita, la sorprenderán”. Agotador. Estoy
seguro que si alguien harto le mentara a la madre, o a la sagrada
abuela, respondería igual. “Mire usted, la familia es una cosa muy
seria. Se trata de unos seres queridos, sensibles e inteligentes, a los
que debemos mucho y con los que debemos ser muy respetuosos”. ¿Siguiente
pregunta?
Las ruedas de prensa de Mariano Rajoy son
para gente de batalla, guerrilleros o guerrilleras suicidas. Ese
personal que él no conoce y que le llevaría a romper el esquema de
"caballero para todos". Mientras los periodistas no consigan volver a Rajoy al grosero arrogante y despreciativo que lleva dentro, estaremos vacilando y presenciaremos bailes de rigodón entre gente que no sabe bailar; ni periodistas, ni presidente.
Digámoslo
con sinceridad, Rajoy es un político que se burla de nosotros tanto
como de los suyos. Le importamos un carajo. Aún no conoce el miedo al
ridículo, tratándose del personaje más vulgar de la política española
desde la Transición. Por eso urge un folleto de sus “ruedas de prensa”,
una variante hispana de los hermanos Marx, prologados por un
comentarista joven que le pague con la misma moneda, recordándole sus
trampas, su cinismo.Todo lo que de patán lleva dentro, seductor de
personajes aún más mediocres que él.
DdA, XIV/3524
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