«El punto de vista crea el panorama». (Ortega y Gasset).
Luis Arias Argüelles-Meres
El Comercio
No deja de ser paradójico que, en un acto
de inauguración de un congreso de oftalmólogos en el Calatrava, Gabino
de Lorenzo y Ana Taboada hayan protagonizado un rifirrafe en torno al
enclave donde va a celebrarse esa convención.
De entrada, aunque el ex regidor de Oviedo estaba presente en el acto
como delegado del Gobierno, se diría que compareció en ese acto para
reivindicar una de sus actuaciones más polémicas como alcalde carbayón,
pues no sólo estamos hablando de una construcción que, estéticamente
hablando, permite, como mínimo, plantear no pocos reparos, sino que
además se trata de un proyecto que supuso un fuerte desembolso de las
arcas públicas, perjudicando no sólo las cuentas, puesto que aquello
implicó además permutas que fueron lesivas para la empresa pública
Sedes, operación en la que, por cierto, no sólo participó el
Ayuntamiento de Oviedo en los días de vino y rosas del ‘gabinismo’, sino
también la Administración autonómica en la que había un Gobierno de
coalición entre el PSOE e IU. ¡Ay!
Pero vayamos a los hechos. Gabino planteó en el mencionado acto que esa construcción, que ya fue bautizada desde un principio por la socarronería carbayona como ‘el centollu’, da prestigio a la ciudad por llevar la firma de un arquitecto que –eso sí– es muy conocido.
Por su parte, la vicealcaldesa Taboada manifestó algo innegable, esto es, el despilfarro que aquello supuso para los dineros públicos.
O sea, que, mientras Gabino ve en el Calatrava una obra que da prestigio y esplendor a la ciudad, al tiempo que obvia no sólo los dineros que costó, sino también lo ruinoso que resultó para quienes se implicaron en semejante apuesta, la vicealcaldesa se limitó a poner sobre la mesa una realidad muy reciente de un tiempo en el que hubo quienes, acaso sin saberlo, pretendieron convertir Oviedo en una especie de Camelot al gusto de nuevos ricos.
Pero vayamos a los hechos. Gabino planteó en el mencionado acto que esa construcción, que ya fue bautizada desde un principio por la socarronería carbayona como ‘el centollu’, da prestigio a la ciudad por llevar la firma de un arquitecto que –eso sí– es muy conocido.
Por su parte, la vicealcaldesa Taboada manifestó algo innegable, esto es, el despilfarro que aquello supuso para los dineros públicos.
O sea, que, mientras Gabino ve en el Calatrava una obra que da prestigio y esplendor a la ciudad, al tiempo que obvia no sólo los dineros que costó, sino también lo ruinoso que resultó para quienes se implicaron en semejante apuesta, la vicealcaldesa se limitó a poner sobre la mesa una realidad muy reciente de un tiempo en el que hubo quienes, acaso sin saberlo, pretendieron convertir Oviedo en una especie de Camelot al gusto de nuevos ricos.
El Calatrava a la vista de Gabino, el Calatrava a la vista de
Taboada, todo ello en los preliminares protocolarios de una convención
de oftalmólogos. La cosa tiene su gracia, más bien, su guasa.
En efecto, tal y como escribió el joven Ortega en sus balbuceos del perspectivismo, ‘el punto de vista crea el panorama’.
Se diría que Gabino ve una firma, para él, prestigiosa. Taboada ve la realidad política de los últimos años.
La pregunta del millón es cómo habrán visto y cómo seguirán viendo
los oftalmólogos el espectáculo político que se les brindó y el enclave
en que se encuentran.
DdA, XIV/3546
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