Este hombre, tan lúcido, con el que he compartido el relato del horror que padeció su pueblo se llama Luis Iriondo, tiene 94 años y es el superviviente de más edad del bombardeo de Guernica. Tenía entonces catorce años.

Periodistas en Español
A
veces, la memoria es selectiva y nos ayuda a borrar lo peor de lo
vivido; pero no es el caso de Luis: “Eso no se olvida”. Era la mañana
del lunes, 26 de abril de 1937, día de mercado, cuando a los
guerniqueses les sacudió el toque a rebato de las campanas de la iglesia
de Santa María: “Nos pareció raro porque, desde que empezó la guerra,
el aviso para ir al refugio era el de las sirenas y los signos de
banderas que nos hacían los gudaris desde el monte Kosnoaga”.
Luis estaba en tercero de bachiller cuando estalló la guerra. Era el segundo de los cuatro hijos de un padre socialista, Juan Iriondo y una madre monárquica, Elvira Aurtenetxea. El mayor de los hijos era Rafael, excelente deportista, que pasaría a la historia del fútbol como Rafa Iriondo,
componente de la llamada “gloriosa delantera” del Athletic de Bilbao
junto a Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Al recordarlo, Luis hace un
guiño de picardía aprovechando el parecido físico con su hermano Rafa:
“Los chavales me confundían con él y me pedían autógrafos; yo firmaba
solamente Iriondo y así no mentía”. Rafa estudiaba Comercio en Bilbao;
Patxi tenía nueve años y la pequeña Mari Cruz, de seis.
La guerra
civil española privó a muchos niños de la enseñanza primaria; Guernica
no fue una excepción. Cerraron el instituto para convertirlo en cuartel y
los críos andaban desorientados, sin ninguna ocupación. Elvira, la
madre de Luis, no quería que su hijo estuviera ocioso y le buscó una
ocupación: “Me metió a trabajar en el Banco de Bilbao, para hacer
recados”.

“Ese
día iba yo al Banco cuando sonaron las campanas de Santa María y
cayeron las primeras bombas; fuimos corriendo al refugio de Pasileku”,
(refugio del Paseo). Me cuenta Luis que en el refugio al haber tanta
gente se estaban quedando sin oxígeno y les dijeron que se tirasen al
suelo para poder respirar mejor. Pero la preocupación de Luis, en su
inconsciencia, se centraba en su puesta de largo: “El domingo, víspera
del bombardeo, había estrenado mis primeros pantalones largos y el lunes
le pedí a mi madre que me los dejase poner, porque era día de mercado.
No quería echarme al suelo, porque si se me ensuciaban los pantalones mi
madre me iba a castigar: yo no quería volver a ponerme pantalón corto”.
Aquel
día, una legión de aviones italianos y alemanes soltaron miles de
bombas que pusieron a Guernica, muy a su pesar, en el mapa del mundo por
la magnitud del cuadro pintado por Picasso. Según cuenta la historia,
inicialmente el objetivo era destruir el puente de Rentería, un punto
estratégico, decían los rebeldes, para la marcha de la guerra en el
frente norte. Pero no le dieron al puente. En el refugio de Pasileku, el
ruido atronador de las bombas les cortaba la oración: “Fueron más más
de tres horas; iban, cargaban y volvían. Empezamos a rezar el Señor Mío
Jesucristo, pero era tan largo que no podía terminar porque las bombas
no me dejaban. Le pregunté al gudari de la puerta que cuando iban a
terminar y me dijo: ‘Las cosas empiezan y terminan’.
El gudari no
encontró mejor respuesta al horror que sucedía a los ojos de aquel niño
de catorce años: “Cuando salí del refugio el pueblo ardía; me fui
corriendo y cuando llegué al refugio de Santa María, a la entrada había
una hondonada llena de muertos y el gudari no me dejó mirar”. Luis no
precisa cuántos muertos había en la hondonada, pero el dato me lo
facilita José Ángel Etxaniz, miembro del Grupo de
Historia Local Gernikazarra: “El refugio de Santa María se había hecho
con tablas sin ninguna consistencia; fallecieron las 45 personas que
estaban dentro”.

Al
hablar con Luis Iriondo, advierto en su tono la presencia viva de aquel
niño que, como cosas de niños, almacenó en su cabeza el equívoco físico
de encontrar atractivas las bombas dañinas que arrasaron Guernica:
“Echaron más de cinco mil bombas. Las incendiarias eran pequeñas, y
bonitas…, brillantes”. Luis deambulaba por el pueblo mientras su madre
le buscaba por todos los rincones: “Me encontró mi madre en un caserío y
nos abrazamos”. Ese momento lo ha plasmado Luis en un cuadro que está
en el Museo de la Paz de Guernica. Porque Luis Iriondo es un artista,
con mucha sensibilidad que, después de 55 años, todavía dirige la
escuela de pintura y dibujo Kultur Etxea (Casa de la Cultura) de
Guernica: “Ya me voy retirando; tengo muy buenos alumnos y quiero que
tomen el relevo”.
Luis Iriondo es un hombre muy activo; ha escrito
cuentos, teatro, la zarzuela Amatxu y el guión de la ópera vasca
Gernika del maestro Francisco Escudero. Y ha escrito un libro con el
título más apropiado: El chico de Guernica, escrito en base a lo vivido.
Tiene pasajes entrañables, como el recuerdo a Perico, el burro que
tiraba del carro del carbón que repartía Juan, el padre de familia. Está
muy bien construido y sirve de referencia a todos los que intentamos
saber algo más, sobre el bombardeo de Guernica, que se nos pueda escapar
en el contenido de un reportaje, porque a Luis le llaman “de todo el
mundo” cuando se va acercando la fecha del 26 de abril: “Sí, ayer vino
la televisión italiana; hoy, unos alemanes y mañana vienen unos
franceses…”.
No para el hombre. Muy a su pesar se ha convertido en
el portavoz de una tragedia que va a ser recordada de por vida, aunque
en casa de los Iriondo, apenas se hablaba del bombardeo; había que
procurar cerrar la herida: “Nosotros teníamos un negocio de carbón y
muebles y lo perdimos todo. Durante años, nunca le había preguntado a mi
hermano Rafa, dónde estaba él ese día, hasta que me dijo que se había
refugiado en la fábrica de Astra, y se salvó, porque los alemanes no
bombardeaban las fábricas para quedarse con ellas”.
Aquí, de
nuevo, Etxaniz, como estudioso de lo concerniente a Guernica, ratifica
las palabras de Luis Iriondo: “Las dos fábricas más importantes de
España, en armamento militar, estaban en Guernica y después de la guerra
civil seguían funcionando, a pleno rendimiento, para dispensar material
militar a Italia y Alemania; una era Talleres de Guernica que
fabricaba, para la aviación, bombas de mano y lanzagranadas y la otra
era Astra, que fabricaba pistolas para el ejército”.
La industria
de armas siempre ha sido una gran fuente de ingresos para Gernika que
crea su controversia entre los vecinos, tal y como lo cuenta Etxaniz que
lo vive de cerca al ser vecino de Guernica: “En el año 92, en Guernica
se celebró por primera vez una manifestación pacifista y se produjo el
enfrentamiento porque la mitad del pueblo vivía de las armas. Lo de que
Guernica es la ciudad de la paz, es solamente un eslogan. En el pueblo
ha costado mucho incorporar el tema de la paz, sobre todo, porque la
gente trabajaba en las fábricas de armas. Hoy en día sigue siendo un
eslogan que se activa el día 26 de abril, coincidiendo con el
aniversario del bombardeo”.
La herida no termina de cerrarse
Va
a ser difícil cerrar la herida, aunque a decir verdad los que más
interés tienen en que se cierre son los supervivientes y ya quedan
pocos. Cuando se va acercando la fecha del 26 de abril, cualquier
pretexto es bueno para que el Gobierno Vasco, PNV, eche dardos
envenenados con el fondo del bombardeo de Guernica: a veces la excusa es
el Guernica de Picasso y su traslado a Guernica y otras, la más
reciente, es que “pidan perdón los españoles”, cómo si ellos, PNV,
fuesen mongoles de la mismísima región autónoma de Mongolia. Y claro,
ello provoca reacciones, cargadas de razón, como la de Etxaniz, que a
vasco no le gana nadie: “¿Que pidan perdón los españoles?, pero, ¿qué
perdón tiene que pedir un gobierno democrático”. Pues eso.
Coincidiendo,
casi, con la fecha del bombardeo, casualmente, el día 28 de abril de
cada año, éste año se cumplen 651, el pueblo conmemora la fundación de
la Villa de Guernica por don Tello de Trastámara, un señor feudal que ni
era de Guernica ni siquiera vasco. La ceremonia saca a los guerniqueses
a la calle para acompañar a la comitiva en la que está presente el
Grupo de Historia Local Gernikazarra y su abanderado es, siempre, José
Ángel Etxaniz. El árbol de Guernica, en la Casa de Juntas, será testigo
del acto protocolario, pero no será el viejo roble, porque los años
pasan hasta para los árboles y el actual árbol de Guernica, es un niño
de tan sólo dos años.
Pero no me olvido de Luis Iriondo, este
hombre entrañable y culto, de asombrosa rapidez mental, que ha dado pie a
este reportaje. Luis, que ha sido muy generoso, convirtiéndose, muy a
su pesar, en portavoz de lo sucedido aquel 26 de abril de 1937, también
está por la labor de que el Guernica de Picasso esté en el pueblo de
Guernica: “Porque son nuestros muertos. La excusa es que tiene riesgo de
estropearse, pero Picasso dijo que, cuando volviera la república, el
cuadro fuese al Prado. Ni la república ha vuelto, ni el cuadro está en
el Prado”. En eso, Luis tiene razón.
DdA, XIV/3520
No hay comentarios:
Publicar un comentario