Félix
Población
Un personaje como el de la reina Juana de Castilla, tal como
sostiene Gerardo Vera, no se le hubiera escapado al talento literario de
Shakespeare para concebir una brillante obra teatral. A falta de eso, Ernesto
Caballero ha escrito un libreto que, además de fuerza dramática y una más que
notable calidad y hondura en su hechura textual, tiene una innegable
contemporaneidad por las lacras que denuncia: la ambición de poder, la
intolerancia religiosa y la corrupción política.
Para que el espectáculo rindiera todo lo que un monólogo
puede dar de sí cuando estamos ante un personaje tan poliédrico, al que se le
dota de un texto teatral tan convincente, es imprescindible una gran actriz que
lo diga e interprete con la entrega y profesionalidad de Concha Velasco en esta
inolvidable función. Gracias a la sabia dirección de Gerardo Vera, que en
ningún momento permite alardes hiperbólicos de exasperación en la contextura
del personaje, el trabajo de la actriz discurre con un gran dominio del espacio
escénico. Tanto en la expresiva precisión gestual como en sus movimientos,
Velasco acomete la hora y media del monólogo con tal denuedo, energía y
destreza en su capacidad comunicadora que no cabe dar otro calificativo al
resultado que el de sobresaliente.
Quienes asistimos el pasado sábado a la función del Liceo,
con el teatro al completo y una gran expectación entre el respetable, tuvimos
ocasión de ver un magnífico espectáculo. El oratorio en el que la desventurada Juana
de Castilla hace balance de su vida a modo de confesión, sin más mobiliario que
un reclinatorio y un lecho, no tiene instantes muertos o rellenos retóricos.
Autor, director y actriz han sabido componer una de esas funciones intensas en la
que todo se complementa con un grado de conjunción y excelencia admirables.
Especialmente conmovedora es la escena final, cuando Juana evoca entrañablemente
-mientras suena- el motete que cantaban sus hijos, al tiempo que se entrega en
su lecho a la última y relumbrante luz de su existencia silenciada.
El público aplaudió de un modo entusiasta al término de la
función, hasta tal punto que la actriz hubo de pronunciar unas palabras de agradecimiento,
en las que se mostró muy contenta de haber actuado en Salamanca, ciudad de la
que dice sentirse enamorada. También aludió a la satisfacción que supone para
ella hacer este importante papel a su edad, edad (76 años) que es la misma de la
propia reina Juana cuando falleció en Tordesillas. Concha Velasco recordó
asimismo que la función se estrenó en Madrid hace un año y está teniendo una
excelente acogida desde entonces en todos los teatros de España.
Lo merece.
DdA, XIV/3507
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