Como para tantos adolescentes de finales de los sesenta del
pasado siglo, la personalidad y las canciones de Françoise Hardy fueron para mí
una de las primeras materias musicales de embeleso. Puedo asegurar sin ninguna
duda que estaba prendado de la cantante francesa y que de buena gana me hubiera
plantado con mi amigo Jorge Álvarez Balbín en aquella primavera parisina del
68, rompiendo incluso la prohibición paterna de hacerlo en auto-stop, si junto
al Sena hubiera tenido la más mínima posibilidad de ver en persona a mi
admirada. Carecer de esa certidumbre me mantuvo en casa.
Ahora, gracias a las memorias de Hardy –recientemente publicadas
en España, después de haber logrado en Francia un apabullante éxito editorial-,
descubro que la cantante no se sentía en su mocedad nada agraciada, que llegó a
incluso a considerarse muy insatisfecha y hasta acomplejada con su físico y que estuvo muy lejos de sentir
la menor afinidad por aquel Mayo del 68. Además de eso, en La desesperación de
los simios y otras bagatelas* lo que más sobresale es la calidad literaria de la
escritura y la inteligencia y precisión de sus reflexiones.
Fue en el otoño de 1962 cuando, en el transcurso de una
noche electoral, Hardy se asomó por primera vez a la televisión de su país para
interpretar la que sería ese año y los siguientes, en toda Europa, una canción
llamada a perdurar en la memoria de las jóvenes generaciones: Tous les garçons
et les filles. El éxito fue tan repentino que bien se puede decir que ocurre de
un día para otro, ante la perplejidad y el escepticismo de la propia cantante.
Desde entonces, tal como nos recuerda Diego A. Manrique en el prólogo,
Françoise Hardy ha grabado un total de 26 álbumes, sin que en ningún momento de
su biografía se pueda decir que la cantante haya dado prioridad a su
carrerasobre el amor y la familia.
En este libro podemos encontrar una reposada y muy clara exposición de su pensamiento político conservador -lo que no impide su postura a favor de la
eutanasia-, así como una detallada rememoración de los ambientes sociales y
artísticos que frecuentó durante muchos años, tratada siempre con suma discreción. Mick Jagger,
Paul McCartney, Bob Dylan, Eugene Ionesco, Georges Pompidou, George Harrison, Stockhausen,
Michel Houellebecq y Serge Gainsbourg son algunos de los aludidos en estas páginas,
con un meticuloso examen de su más que compleja y difícil relación con Jacques Dutronc, pareja de la
cantante.
Son especialmente lúcidas y conmovedoras las reflexiones con
las que Hardy asiste al deterioro de su salud, víctima de una grave enfermedad,
contra la que lucha desde hace unos cuantos años. Es en las últimas líneas de
estas memorias donde la autora aclara el porqué de su extraño título. Llegar hasta ahí no cuesta, por la calidad de su escritura, si bien podrán parecernos un tanto lejanas las interioridades del mundo artístico que Hardy relata.
*La desesperación de los simios y otras bagatelas. Memorias.
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