Un
doce de febrero de 1984 fallecía en París, donde residía desde hacía más de treinta años, uno de los escritores más importantes
del siglo XX: Julio Cortázar. Topoexpress, la publicación digital de la revista El viejo topo recuerda esta semana al escritor argentino bajo el titular Julio Cortázar y la literatura revolucionaria, una larga entrevista realizada por Carlos Pérez Cavero y publicada en el número de agosto de 1981 de EVT.
Quisiera saber cuál es su juicio sobre las críticas que le
reprochan una gran dosis de hiperintelectualismo en el desarrollo de sus
obras y que ven ese llamado hiperintelectualismo como un elemento
oprobioso.
—Es una cuestión complicada y habría que contestarla con mucho
detalle porque se mezcla en ella la política. Hace diez o quince años,
cuando todo el mundo supo muy claramente, tanto por mi actitud como por
algunas cosas que había escrito, que yo estaba totalmente entregado a la
lucha por la liberación de los pueblos en América Latina, aparecieron
críticos –gente de izquierda siempre– que me reprochaban eso que usted
denomina hiperintelectualismo. Sostenían que no se puede hacer un
trabajo revolucionario si, al mismo tiempo, uno hace experimentaciones
de tipo literario que muy pocas personas pueden comprender. Eso dio
origen a polémicas bastante interesantes. Tuve dos o tres polémicas de
ese tipo donde yo defendí, y sigo defendiendo, el punto de vista de que
las revoluciones no se hacen por abajo sino por arriba y que el trabajo
del escritor es, sobre todo, escribir. También dije que escribir
revolucionariamente es escribir yendo hacia el futuro y no simplemente
bajando la puntería para que todo el mundo comprenda. Esa noción de
“todo el mundo” disminuye mucho el nivel cultural. Hay escritores que,
por vocación, son escritores populistas y me parece formidable si son
buenos. Yo no soy un escritor populista. Soy un tipo que trata de
abrirse camino, a veces, en terrenos muy intrincados y difíciles. Luego,
lo consigo o no lo consigo, pero esa es mi tarea y yo la considero
revolucionaria. Hay cosas que no serán comprendidas hoy –en estos
momentos hablo tanto de mí como de otros– pero que están abriendo un
poco el camino para ser comprendidas mañana y cuando lo sean, eso
significa que el nivel cultural se habrá ensanchado un poco más. Es la
vieja historia de la música contemporánea o de la literatura
contemporánea. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce que fue
declarado ilegible en su momento, ahora se lee en las escuelas. Con un
poco de cuidado, se lee y se entiende perfectamente bien.
DdA, XIV/3470
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