Todavía hay quien enciende el televisor con la esperanza de comprobar que un día dejarán de aparecer en pantalla dos de los contertulios que más enlodan el panorama político español en el programa La sexta noche. Me estoy refiriendo, claro está, a los ínclitos Marhuenda e Inda, suscritos a ese canal en varios de sus programas sin que a los directivos les avergüence contar con esa colaboración, posiblemente porque la favorecen, y siendo conscientes, además, de que hay profesionales de ideología conservadora mucho más cualificados profesionalmente que los mentados. Especialmente bochornosa es en ese sentido la actitud y comportamiento del periodista citado en segundo lugar, que ayer obligó con una de sus habituales actuaciones a que el catedrático de economía Juan Torres abandonara el plató por considerar que Inda mentía al adscribirle a Podemos. Lamentable asimismo el papel del presentador del programa, incapaz de evitar que el tal Inda interrumpiera al profesor Torres cada vez que trataba este de dar la correspondiente réplica al periodista. El análisis que del sainete hace el profesor Monedero en el siguiente artículo merece una profunda atención, sobre todo por su arranque y conclusiones. ¿Qué democracia es la nuestra -se pregunta el autor- que hace que alguien de esta calaña tenga espacio privilegiado en los medios españoles? Y prosigue:
La banalización de la información, el intento de envilecimiento de los que opinan de determinada manera, la persecución de Podemos, el insulto a personas de trayectoria académica irreprochable, el machismo, la falta de cortesía, el derecho a mentir son asuntos que explican por qué ganan los Trump y dan cuenta del auge de la extrema derecha. Los que leen esas informaciones aun sabiendo que no son verdad -sólo porque atienden sus gustos políticos- son los mismos que terminan orinándose en la democracia. La cita del incendio del Reichtag a propósito de la prensa mercenaria debería ser tenida especialmente en consideración tal como involuciona Europa. Los periodistas con una cierta dignidad que asisten a ese programa deberían plantearse la posibilidad de eludir su colaboración en el mismo.- Lazarillo
La banalización de la información, el intento de envilecimiento de los que opinan de determinada manera, la persecución de Podemos, el insulto a personas de trayectoria académica irreprochable, el machismo, la falta de cortesía, el derecho a mentir son asuntos que explican por qué ganan los Trump y dan cuenta del auge de la extrema derecha. Los que leen esas informaciones aun sabiendo que no son verdad -sólo porque atienden sus gustos políticos- son los mismos que terminan orinándose en la democracia. La cita del incendio del Reichtag a propósito de la prensa mercenaria debería ser tenida especialmente en consideración tal como involuciona Europa. Los periodistas con una cierta dignidad que asisten a ese programa deberían plantearse la posibilidad de eludir su colaboración en el mismo.- Lazarillo
Juan Carlos Monedero
El filólogo alemán Viktor Klemperer nos dejó un
libro escalofriante acerca de cómo el nazismo convirtió la lengua
alemana en propaganda de guerra. Lingua Tertii Imperii: Notizbuch eines Philologen (1947) repasa, como un diario de notas, la banalización del lenguaje y de las formas en los momentos previos al auge de los nazis.
Registrando ese giro en mercados e instituciones, en la radio y en los
carteles, veía que la falta de respeto a las ideas alternativas
implicaba una voluntad exclusiva de arrastrar al fango al adversario
para que, una vez allí, sus ideas no valieran nada. El siguiente paso
estaba servido: cuando tus ideas no valen nada, estás a un paso de que
venga alguien a decir que tú tampoco vales nada. Pasó lo mismo
en España, donde ser declarado “antiespañol” te llevaba a una fosa
común, donde te podían fusilar por no ir a misa, haber votado a partidos
de izquierda durante la República o ser homosexual. Porque
todas esas cosas eran contrarias a la nación española, que era un
instrumento de Dios, eterna y en lucha contra los herejes.
Desde que la irrupción de Podemos en el panorama político español ya
era un hecho, el nivel de debate televisivo con personas de esta
formación ha cobrado repetidas veces tintes que, desgraciadamente,
recuerdan esa época. Y está manchando la democracia española. La
discusión en los programas donde está el “periodista” Eduardo Inda
están alcanzando un patetismo y unas formas que en la academia se
explican como “telebasura”. No hay posibilidad de sentarse en
los platós a donde esté invitado este personaje con pocos escrúpulos sin
que el debate se convierta en un vertedero. Anoche, un catedratico de
economía respetado mundialmente tuvo que abandonar La Sexta Noche y el
conductor, faltando a la verdad, dijo que era la primera vez que eso
ocurría. Ya vamos siendo muchos los que nos negamos a ir a determinados
programas si está este sucedáneo de periodista. Somos ya muchos los que nos sentimos expulsados de La sexta noche por culpa del mal hacer de Inda.
Es verdad que si un biólogo serio se sienta a debatir con un
creacionista que está convencido de la teoría de la costilla de Adán,
difícilmente podrá salir limpio, pero la solución no es dejar esos
espacios para que los ocupen gentes sin escrúpulos. Algo está fallando
en el formato. Los periodistas operan como tertulianos, de manera que la
persona a la que se ha invitado como entrevistada se ve obligada a
responder a opiniones desinformadas de periodistas que actúan como si
fueran ellos los entrevistados, eso sí, sin rendir cuentas. Hace unas
semanas, Carolina Bescansa, de Podemos, pidió explicaciones a Inda por
su condición de maltratador (no pagar la pensión a su mujer e hijos) y
el conductor decidió que eso era un asunto personal que no se debía
tratar. Esos periodistas sin escrúpulos obtienen “licencia para
matar”. Y que la verdad no estropee una buena ejecución en la plaza
mayor de las televisiones. Paga la democracia.
La información es un bien público que se suministra privadamente.
Pero esa condición privada no autoriza cualquier comportamiento. Un
periodista que miente a sabiendas que miente es como un médico que se
presta a poner su conocimiento al servicio de asuntos ilegales. ¿A quién
le interesa que estos personajes pululen por las televisiones? Se ha
demostrado que Inda miente a sabiendas (por ejemplo, falsificando
facturas para colocar titulares contra Podemos), se ha reunido con
Comisarios de policía que, igualmente han falsificado información, se
ofrece como propagandista para hacer públicas mentiras en tiempos
electorales o, invariablemente, siembra basura con el único fin de
desprestigiar a Podemos. Es una persona con pocos escrúpulos, como se
demuestra, además, por sus comportamientos privados. ¿Qué democracia es la nuestra que hace que alguien de esta calaña tenga espacio privilegiado en los medios españoles?
La banalización de la información, el intento de envilecimiento de
los que opinan de determinada manera, la persecución de Podemos, el
insulto a personas de trayectoria académica irreprochable, el machismo,
la falta de cortesía, el derecho a mentir son asuntos que explican por
qué ganan los Trump y dan cuenta del auge de la extrema derecha. Los que
leen esas informaciones aun sabiendo que no son verdad -sólo porque
atienden sus gustos políticos- son los mismos que terminan orinándose en
la democracia. En los años treinta, el periodismo mercenario
terminó poniéndose al servicio del fascismo. Sabemos que el incendio del
Reichstag fue obra de los nazis pero al día siguiente los periódicos
salieron acusando a los comunistas. ¿Se imaginan ustedes qué periodistas
saldría en España haciendo esa tarea encargada por los nazis?
En la Alemania de Hitler, esos periodistas mercenarios chantajeaban
con sus informaciones. Tenían sus redes de delatores, investigadores
privados, gente sin moral alguna, buscando secretos de particulares,
políticos y empresarios, para después cobrar por el simple hecho de no
ser publicados. Esas “pantallas periodísticas” chantajeaban de manera
recurrente a grandes empresas, que pagaban por ahorrarse salir en los
medios. Este comportamiento mafioso convirtió a ese “periodismo
de amenaza” en un gran negocio del que, a menudo, formaban parte
jerarcas nazis. La extrema derecha siempre -siempre- se forra.
Las derivaciones de la prensa en España ha llevado a la cárcel a
Miguel Bernad, Presidente de la agrupación de extrema derecha Manos
Limpias. La relación entre Manos Limpias, la UDEF y el falso Informe
PISA contra Pablo Iglesias salió a relucir incluso en el juicio en
marcha. Aquella falsa información ocupó, por supuesto, unas cuantas
portadas del periódico de Inda. Fue este mismo “periodista” quien
afirmó: “sigo pensando, y a lo mejor me equivoco, que Miguel Bernad es un hombre honrado”.
Un buen periodismo de investigación debiera dar cuenta en España del
falso periodismo de investigación. Para que la prensa en España no siga
aquellos derroteros. Y si hay empresarios extorsionados, es un buen
momento para que hagan sus denuncias.
Volvemos a la pregunta ¿por qué se está permitiendo que ese periodismo basura llene de estiercol el debate político en España?
Comiendo Tierra DdA, XIV/3434
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