Jaime Richart
Dicen que
no, pero yo no me lo creo... España es, a buen seguro, el país occidental con más fiestas por habitante y día. Entre fiestas civiles,
religiosas, locales, estatales, autonómicas y
comerciales, este país es un
jolgorio permanente.
Pero en
cualquier caso, lo mismo que una cosa es el trabajo (casi por definición para otro o para otros), y otra
la laboriosidad (se puede ser muy trabajador y poco laborioso, y al revés), y una cosa es el descanso y
otra la holganza, una cosa es comprar lo necesario o lo superfluo de modo
ocasional, y otra comprar sin ton ni son, compulsivamente (quien puede, claro
está), también por definición en los centros comerciales. Qué poco dice,
por cierto, en favor suyo esa gran porción de sociedad aficionada a comprar ropa y trastos al
capricho, por estar fácilmente a
su alcance gracias a la abundancia de lo fabricado y ofertado en el comercio.
En todo caso
me refiero aquí a un fenómeno observable sobre todo en las grandes capitales
donde la ansiedad, la depresión y la
soledad se enseñorean de la vida individual... Me refiero a una manía, que en los últimos tiempos se añade al
consumismo sin más: la de
comprar para devolver; para devolver de un día para otro o en horas el artículo comprado. Una prácticacada vez más extendida a pesar de que suele ser agotadora. Pues
el trámite que va desde el momento casi
erótico de la decisión de comprar y llevar
la compra a casa, hasta la devolución, primero
puede resultar tan excitante como el coito, pero después suele sermuy engorroso. Pues forma parte de la
devolución del artefacto o de la prenda
preocuparnos de que no falten componentes, de que todo esté bien envuelto o embalado, y a
continuación, preparar el motivo que resulte
convincente a quien nos atienda en el acto supremo de la devolución para luego desplazarnos al punto
de la compraventa y unirnos en una cola interminable a los adictos que van a devolver. Al final, quizá nos damos cuenta de que el
dinero recuperado no compensa las cautelas y fatigas para conseguirlo. Pero aún así, repetiremos tan insustancial
como estúpida liturgia, animados por las
propias grandes cadenas de comercio: "lléveselo, si no le interesa le devolvemos el
dinero" es la monserga.
En todo caso
lo que quiero resaltar aquí
a propósito de las
compras de esa clase es que, como la práctica empieza a progresar en el país al compás de nuestra cretinez y son tantos los días de fiesta a lo largo del año, esta otra expresaría fielmente el
perfil de la tontuna de estos tiempos: el Día de la Devolución...
DdA, XIV/3439
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