Lazarillo
No se ha hecho esperar la respuesta de la Marea Granate a la afrentosa respuesta que el nuevo ministro de Exteriores dio ayer, desde el banco azul, al diputado de Podemos Pablo Bustinduy, que se interesó por las gestiones que hace el Gobierno de la nación para que los españoles residentes en el extranjero reciban la máxima cobertura posible, entre la que no está la de ejercer el voto como el resto de conciudadanos, pues a ellos se les ha impuesto el denominado voto rogado, acordado por el Partido Popular y el PSOE. El señor Dastis hizo su acto de presentación en el Congreso del peor modo posible: dando vergüenza. Detrás de él, a medida que desperramaba bochorno, su compañero de partido Floriano competía en desfachatez como rendido asentidor. Datos: El pasado 1 de enero había 2.305.030 españoles inscritos en los
registros consulares, lo que equivale a un aumento del 5,6% con respecto
a la misma fecha de 2015, cuando eran 2.183.043 los que residían en el
exterior, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si se toma como referencia el año 2009, cuando este organismo público
comenzó a difundir esta información y la crisis económica ya había
afectado a España, el incremento de aquellos que hicieron las maletas a
otro punto del globo sin viaje de vuelta se dispara al 56,6%. Una pregunta me gustaría hacerle al ministro Dastis: Si los que se van tienen alteza de miras, ¿quiere decir que los que se quedan no? Si fuera así, menos porvenir le queda al país del que le queda con esa diáspora. No es por alteza de miras, señor ministro, sino por desesperación. Que alguien le lea a Dastis la desesperación que ha movido a más de 3.000 zamoranos a abandonar la provincia en el último año en busca del futuro que allí no encuentran. ¿Qué futuro le queda a esa provincia de seguir así?
Decía usted desde su escaño parlamentario
y su salario de más de 5.000 euros mensuales que quienes salimos a
vivir y a trabajar fuera de España lo hacemos por "iniciativa",
"inquietud" y "amplitud de miras". Sin ánimo de ponernos "demagógicos"
ni "apocalípticos", desde que empezó la crisis allá por 2008, la inmensa
mayoría de quienes abandonamos nuestro país lo hemos hecho,
simplemente, porque no tuvimos elección.
Así que, no
lo llame "iniciativa", sino necesidad; no lo llame "inquietud", sino
desesperación; no lo llame, señor ministro, "amplitud de miras", porque
la decisión de partir no la tomamos para abrir nuestra mente a "nuevos
horizontes" sino que nos vimos forzados a hacerlo para dejar de suponer
una carga para nuestras familias, para contribuir a mantenerlas, y sobre
todo, para poder aspirar a una vida digna.
Quienes hemos dejado el país en estos últimos ocho años, –un número aún
indeterminado porque su Gobierno se niega a ofrecer estadísticas
realistas y no la broma que son los datos del INE–,
no hemos salido con un contrato de secretario en la ONU bajo el brazo
como hizo usted a finales de los 80, sino que nos hemos ido con una mano
delante y otra detrás, muchas veces sin trabajo y algunas con empleos
que de precarios rozan la indecencia –como es el caso de las au pairs, versión 2.0 de nuestras abuelas cuando emigraban para servir como asistentas "en los años sesenta del siglo pasado"–.
Entendemos que su deformación profesional, como persona que ha forjado
su carrera en política y en un medio social elevado, le impida
comprender cómo emigra el común de los mortales, así que se lo
explicamos: cuando finalmente encontramos un empleo, después de mucho
sudor y lágrimas, no somos pocos quienes, con o sin título
universitario, acabamos en la construcción, en la hostelería o en la
restauración, con salarios y horarios ridículos.
Hay
quienes llegan a conseguir el trabajo de sus sueños, cierto, pero a
costa de estar lejos de la familias y los amigos, no temporal, sino
permanentemente. Porque sepa que, pese a los programas de Retorno
milagrosos que ustedes venden, muchos vivimos con la certeza de saber
que no podremos volver.
Señor Ministro, es usted
quien pinta "una realidad que no existe". Desde antes de salir, ustedes
ya nos ponen la zancadilla, primero, negándonos por no tener trabajo la asistencia sanitaria que nos correspondería
al menos en Europa (¿pero cómo vamos a tener trabajo, si nos íbamos
para buscarlo fuera?), y después, durante toda el periodo como
emigrantes, desde los organismos consulares que, según usted, trabajan
tan "eficaz y denodadamente".
Puede que en tanto que
alto diplomático le hicieran la ola al entrar en embajadas y consulados,
pero la gente a pie de calle como nosotros, hace largas colas, escribe
emails que nunca son respondidos, telefonea sin obtener respuesta, y
recorre kilómetros –decenas, cientos e incluso miles– para poder hacer
trámites, sobre todo desde que nos impusieron el voto rogado.
Y no culpamos al cuerpo de funcionariado de todo esto, sino a su
Gobierno, por no descongestionar la sobrecarga de trabajo que tienen al
ser los emigrantes cada vez más numerosos. Unas embajadas y consulados
que, por otro lado, cuentan con un largo historial de chanchullos, abusos de poder, todo tipo de malas prácticas, cajas b, cuando no simple y llana corrupción. La lista continúa, pero el espacio es limitado.
Por cierto que la orientación laboral que ofrecen estos organismos
es escasísima o inexistente. Tan desprotegidos nos hemos sentido en
infinidad de ocasiones que hemos tenido que crear, con cero euros de
ayudas o subvenciones, Oficinas Precarias
para suplir la falta de asesoría en trámites tanto al llegar a los
países de acogida como cuando queremos volver a España, y para ayudarnos
entre nosotros en casos de abusos laborales, que no son pocos.
Después de ver su intervención, hemos sentido sobre todo rabia e
impotencia. Desde todas partes, lejos de nuestros seres queridos y justo
en esta época del año en la que muchos ni siquiera tenemos el dinero o
los días libres para volver a casa por Navidad, sus palabras nos parecen
un despropósito. Decía usted que "irse fuera a vivir y a trabajar
enriquece, abre la mente y fortalece habilidades sociales", por
supuesto; el matiz está en que esa no es la causa de nuestro viaje, sino
la consecuencia.
Le invitamos a que empiece a leer el " Rincón Migrante"
que desde Marea Granate hemos puesto en marcha para publicar historias
personales de migrantes alredor del mundo, se hará una idea de lo que
sufrimos sin apoyo estatal ninguno, y podrá ver que pese a que no dejen
de repetirlo, no sólo somos jóvenes los que nos marchamos.
Para terminar, en tanto que responsable de Exteriores, le pedimos a
usted y su Gobierno que dejen de frivolizar con nuestra experiencia y
empiece a plantear medidas concretas para garantizar servicios y
derechos a la emigración española. Cada día somos más y queremos
recordarle una vez más que no nos vamos, nos echan.
DdA, XIII/3419
1 comentario:
En Méjico se dice: señor, Mándame pena y dolor, Mándame males añejos; pero lidiar con pendejos...No me lo mandes, señor
Publicar un comentario