jueves, 20 de octubre de 2016

LAS MORDAZAS SIEMPRE PONEN CALLES A MILLÁN ASTRAY

 Cada vez que en este país se censura a un periodista o se boicotea a un conferenciante le ponemos una calle nueva a Millán Astray y se la quitamos a Unamuno.

Jaime Poncela

Como ustedes ya habrán leído en las opiniones que servidor escribe en este modesto blog desde hace años, tengo escasa simpatía por los señores Juan Luis Cebrián y Felipe González. Odio que uno dicte titulares con la impunidad de un Tirano Banderas, y aborrezco que el otro los publique sin pestañear, basándose en un falso prestigio periodístico inventado por sí mismo, y consiguiendo que todo un periódico que antes fue de prestigio se haya convertido en un candidato serio al sindicato de panfletos, amén de poner en la puta calle a toda una generación de periodistas de calidad.
Yo opino con firma y foto desde hace muchos años, me responsabilizo de mis escritos y no quiero que nadie me censure, ni por medio del dedazo editorial ni tampoco por medio de portazo, la bronca, el insulto o la mordaza. Admito y deseo el debate y los practico si hace falta, pero no soporto el faltonismo gratuito y anónimo de quien no sabe hablar, solo ladrar. Básicamente creo que la libertad de expresión es una medicina gratis y universal que cura los males de la sociedad y que nadie puede intentar hacer suya como propietario o administrador exclusivo: ni Cebrián, ni González, energúmenos con corbata, ni los de la pancarta y el portazo, energúmenos sin corbata,
Quienes ayer impidieron hablar en una universidad a Cebrián y González a base de golpes, pancartas y salivazos no son mejores que ellos por muy representantes de la gente que se crean. Ejercen la misma censura que los otros dos, aunque lo hagan por otros medios y se sientan legitimados por alucinadas razones. Entre unos y otros este país se aleja de la inteligencia, del diálogo, de la reflexión, de la búsqueda de soluciones para la mayoría y de una convivencia normal en la que hasta el peor de los canallas y el más recto de los puedan decir lo que piensan en pie de igualdad y sin que nadie les insulte por ello.
Por este camino acabará ganando el tullido Millán Astray, el militar que tanto animaba a matar la inteligencia y a machacar al contrario por la fuerza. A Millán le hacía feliz vencer sin convencer y a un tris estuvo de descerrajarle un tiro al rector Unamuno en medio del Paraninfo de Salamanca por opinar en contra de la dictadura de los uniformes.
Cada vez que en este país se censura a un periodista o se boicotea a un conferenciante le ponemos una calle nueva a Millán Astray y se la quitamos a Unamuno.

Artículos de Saldo  DdA, XIII/3365

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