Cada vez que en este país se censura a un periodista o se boicotea a
un conferenciante le ponemos una calle nueva a Millán Astray y se la
quitamos a Unamuno.
Jaime Poncela
Como ustedes ya habrán leído en las opiniones que servidor escribe en
este modesto blog desde hace años, tengo escasa simpatía por los
señores Juan Luis Cebrián y Felipe González. Odio que uno dicte
titulares con la impunidad de un Tirano Banderas, y aborrezco que el
otro los publique sin pestañear, basándose en un falso prestigio
periodístico inventado por sí mismo, y consiguiendo que todo un
periódico que antes fue de prestigio se haya convertido en un candidato
serio al sindicato de panfletos, amén de poner en la puta calle a toda
una generación de periodistas de calidad.
Yo opino con firma y foto desde hace muchos años, me responsabilizo
de mis escritos y no quiero que nadie me censure, ni por medio del
dedazo editorial ni tampoco por medio de portazo, la bronca, el insulto o
la mordaza. Admito y deseo el debate y los practico si hace falta, pero
no soporto el faltonismo gratuito y anónimo de quien no sabe hablar,
solo ladrar. Básicamente creo que la libertad de expresión es una
medicina gratis y universal que cura los males de la sociedad y que
nadie puede intentar hacer suya como propietario o administrador
exclusivo: ni Cebrián, ni González, energúmenos con corbata, ni los de
la pancarta y el portazo, energúmenos sin corbata,
Quienes ayer impidieron hablar en una universidad a Cebrián y
González a base de golpes, pancartas y salivazos no son mejores que
ellos por muy representantes de la gente que se crean. Ejercen la misma
censura que los otros dos, aunque lo hagan por otros medios y se sientan
legitimados por alucinadas razones. Entre unos y otros este país se
aleja de la inteligencia, del diálogo, de la reflexión, de la búsqueda
de soluciones para la mayoría y de una convivencia normal en la que
hasta el peor de los canallas y el más recto de los puedan decir lo que
piensan en pie de igualdad y sin que nadie les insulte por ello.
Por este camino acabará ganando el tullido Millán Astray, el militar
que tanto animaba a matar la inteligencia y a machacar al contrario por
la fuerza. A Millán le hacía feliz vencer sin convencer y a un tris
estuvo de descerrajarle un tiro al rector Unamuno en medio del Paraninfo
de Salamanca por opinar en contra de la dictadura de los uniformes.
Cada vez que en este país se censura a un periodista o se boicotea a
un conferenciante le ponemos una calle nueva a Millán Astray y se la
quitamos a Unamuno.
Artículos de Saldo DdA, XIII/3365
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