sábado, 22 de octubre de 2016

LA PAGA EXTRA DE LAS PENSIONES

Jaime Richart
 
 Parece ser que la pensión extra de los pensionistas españoles está en el aire. Menos mal que no lo está de momento la pensión ordinaria. Aunque todo podía ser en un país inverter­brado de manera galopante a medida que transcurren los aconte­cimientos.

 Yo soy pensionista y por consiguiente parte interesada en cual­quier opinión y análisis sobre asuntos que me afectan directa­mente. Pero aparte de ser pensionista y parte interesada, me he pasado la vida discurriendo con una herramienta infrecuente en un país apasionado, visceral y primario como pocos: la objetivi­dad.

 Y por la misma razón que hablo de apasionamiento, de viscera­lidad y de elementalidad, ya me sé cuál es la objeción in­mediata de la mayoría de los polemistas recalcitrantes: que "to­dos somos objetivos". La misma que esgrimían los que fue­ron a otro país a hacer la guerra  pero decían “tampoco noso­tros queremos la guerrapese a que la hicieron como cómpli­ces de una abominación… Pues no señor. Yo no soy exacta­mente objetivo. Intento serlo, y lo intento hasta el extremo de ti­rar a veces piedras contra mi propio tejado para serlo. Pero es para, de algún modo, sentirme más cerca de los demás miem­bros de mi sociedad que carecen de muchas de las cosas que yo poseo sin haber hecho especiales méritos; para poner, en fin, mi yo social, mi yo interesado, naturalmente, en mí mismo y en los míos, al lado de las ovejas de mi propio rebaño; para conci­liar mi pensamiento con mi sentimiento; para no dejar de ser humanista.

 Pues bien, desde esa premisa tomo distancia y sobre la fenome­nología social procuro pensar como si no fuese lo que soy: un privilegiado, una persona que percibe una pensión y además de las más altas. Y desde esa atalaya, desde ese lugar de una alta montaña desde donde se contempla a la sociedad humana de un modo no muy diferente a como se ve un desfile de hormigas camino del hormiguero o a una manada de lobos hacia otras tierras, afirmo que la paga extra de las pensiones (ex­cepto en el caso de las mínimas) es un lujo obsceno que ya ni este país ni ningún otro debiera permitirse en tiempos críti­cos como los que vivimos pese a que, si bien se mira, todos los tiempos son críticos para millones de personas, para los deshere­dados de la Tierra.

 Pues si gran parte de la humanidad carece de lo más indispensa­ble y carece de la comodidad y el acomodo que dis­fruta el resto, en un sistema que por sí mismo es desigual e in­justo, es un agravio injustificable que quienes percibimos una se­guro de vida se redoble dos veces al año.

 Por supuesto que desde la más estricta equidad la diferencia en­tre pensiones no debiera existir o esa diferencia debiera ser aoenas simbólica, pues lo mismo  trabajaron unos que otros, lo mismo aportaron a la sociedad un burócrata que un albañil en el andamio. Y con mayor motivo en tiempos de escasez y de cri­sis que sufren tantos millones junto a millones de especulado­res enriquecidos a su costa. Pero como soy, como so­mos razonables, pensamos que bastante tienen ahora los que mandan con asegurar a todos los pensionistas la pensión ordina­ria tras una larga vida de trabajo; del trabajo que sea. Cen­tren, pues, todos sus esfuerzos en eso y déjense de hacer otros  innecesarios, excesivos y efectistas.

 Cierto es que esto nos lleva a un planteamiento de confronta­ción entre capitalismo salvaje y socialismo real. Pero dejando a un lado este enfoque, lo cierto es que habida cuenta las dificulta­des económicas en este país y habida cuenta también que los que mandan, gobiernan y deciden el destino de la ma­yoría quieren mantener a todo trance este sistema sin cambios, o tolerando si acasolo retoques y maquillajes para que todo siga igual, las pensiones extra, en el caso de las altas y muy al­tas, son superfluas tal como el propio sistema concibe y aplica la justicia social. Nos conformamos los pensionistas con con­fiar que antes de dejar esta vida nos paguen la pensión ordina­ria quienes han perdido todo el crédito por unas políticas nefas­tas y un metódico saqueo de las arcas públicad. Convénzanos de que así será, y déjense de alardear de propósitos que no cum­plirán y de intentar inspirarnos una confianza que sólo los hechos nos reportarán.

 Dejo aquí la cosa así y ahora, y ahórrense las objeciones y las refutaciones los listos pues, como dice un amigo mío, ya sabe­mos que las respuestas, en cualquier materia, entre el sí y el no pueden ser millones.

DdA, XIII/3367

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