Félix Población
Cuando
Eduardo Madina perdió las primarias contra Pedro Sánchez por 15.000 votos menos
que su adversario, lamenté su derrota porque me parecía un tipo inteligente y capaz para desempeñar esa responsabilidad. Lo consideraba, desde luego, mejor candidato que
Sánchez. Si Madina no llegó a ganar se debió en parte a la tercera candidatura
de Pérez Tapias, representante de Izquierda Socialista, que cosechó 17.000
votos, y cuya presentación supusieron algunos como una estrategia de Sánchez
para evitar la victoria de Madina, pues el tercero en discorduia no tenía posibilidad de vencer.
El resultado afectó al diputado vasco hasta
tal punto que llegó a pensar en el abandono de la política, algo que con la
excelente proyección que tenía resultaba en cierto modo un síntoma de despecho
manifiesto. Si no lo hizo fue quizá porque Sánchez lo puso como número siete en
las listas para el Congreso por Madrid y, a pesar de no ser elegido el 20-D, si
lo fue en la segunda convocatoria electoral de junio pasado.
En todo ese tiempo
Eduardo Madina ha mantenido una cauta discreción, impropia de quien aspiró a
tanto y se quedó en diputado raso, hasta que la burda operación que defenestró
a Sánchez le hizo levantar la voz a favor de los traidores. Puesto en esa
tesitura, la entrevista de Madina con Esther Palomera arroja dos perlas que
creo ejemplifican la falaz y sucia filosofía de los amotinados contra el anterior
secretario general.
La primera recuerda
a Rodríguez Zapatero, cuando en un discurso vino a decir que prefería que sus
decisiones las pagara el partido antes que España, como ahora ha dicho don
Eduardo, con la diferencia de que la quiebra de su partido es de tal calibre que va a ser España quien también la pague, porque desarbola las expectativas de cinco millones y pico de votantes.
La segunda podría ser más una baladronada propia de un jugador de naipes un poco bebido
que un serio diagnóstico para enfrentarse a las adversidades que padece la
mayoría social: El PSOE crujirá vivo a Rajoy. Lo peor es que decir esto,
después de facilitar el gobierno a quien su partido va a crujir, es reirse de sus electores después de haberlos traicionado.
DdA, XIII/3371
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