El partido conservador no profesa allí
la filosofía de una banda de forajidos o de ladrones. La prueba es que en
cuarenta años no se conoce de allí, a diferencia de lo que sucede en varias de
las demás Comunidades españolas, ningún escándalo significativo relacionado
con la corrupción política.
Jaime Richart
Un análisis de las poblaciones y Comunidades, una por una, de la piel
de toro hecha unos zorros por la hipercentralización impuesta desde la Unidad
isabelina (cuya causa en este país vienen defendiendo desde tiempo inmemorial el poder de la religión
y la fuerza de la gobernación), nos mostraría aspectos que, en tales condiciones
de inusitada fuerza centrípeta, son difíciles de apreciar.
El País Vasco, Euskadi, Euzkadi o Euskal Herria, como queramos
denominar a ese bello territorio, es una piedra de toque de lo que deseo
resaltar aquí. Acaban de celebrarse elecciones en él. El partido más votado,
como siempre hasta ahora, sigue siendo el conservador. Pero un partido
conservador: ése que integra un pensamiento socialmente conservador,
conservador de muchas cosas y no sólo de lo material que se posee, no profesa
la filosofía de una banda de forajidos o de ladrones. La prueba es que en
cuarenta años no se conoce de allí, a diferencia de lo que sucede en varias de
las demás Comunidades españolas, ningún escándalo significativo relacionado
con la corrupción política. Pero es que, en el fondo, no hay quien, siendo razonable,
no tenga en este sentido inclinaciones conservadoras. Sólo los pocos seres
humanos que, sin hogar, rechazan un albergue serían por definición la excepción.
Lo mismo que, a menos que la debilidad de su carácter le anule virtualmente
como ser social, no hay quien no albergue
en su espíritu a un fascista. Lo que ocurre es que, afortunadamente, la inmensa
mayoría que ni lo somos ni queremos serlo reprimimos esa pulsión de
dominación y sepultamos la tentación de considerar despreciables a nuestros
semejantes que no piensan ni sienten como nosotros...
Pues bien, en una sociedad marcadamente igualitaria, pese a las diferencias,
como la vasca, donde no existe prácticamente el latifundio, donde los
acaparadores y los grandes poseedores conviven con los desposeídos, pero
desposeídos que viven una vida digna y puede que no envidien la responsabilidades
que conllevan los quebraderos de cabeza que dan la propiedad y el dinero en
abundancia, es más fácil rendirse a la tentación de ser políticamente conservador.
Porque en este caso al fin y al cabo quien vota conservador quizá está pensando
no tanto en conservar lo material que posee y su acomodo, como en conservar
la tradición que a nada ni a nadie daña, en conservar lo que llamamos
"buenas costumbres" y en conservar el respeto debido al discrepante
y la buena educación, etc.
El caso es que en Euskadi el voto conservador es estimable, pero la
situación allí, por lo dicho, siempre viene presentando un significativo
equilibrio político con el voto que respalda a los partidos que no lo son. Lo
cual, sociológica y antropológicamente, dice mucho en favor de una sociedad y
de su idiosincrasia.
Y el hecho de que ahora, para facilitar la gobernabilidad del país
vasco, pueda ese partido ganador tener que recurrir a la alianza bien con el
partido falsamente socialista, bien con la facción falsamente conservadora
se explicaría y justificaría como se justifica el pragmatismo político en
ciertos casos. Por ejemplo, la complicidad que buscan todas las policías en el
confidente que padece algún tipo de drogadicción, para apresar al narcotraficante,
o como en una familia mal avenida los miembros nobles deben soportar a los
miembros más incómodos o indeseables para que no se rompa la familia del todo...
En resumen, el País Vasco es de esos territorios que merecen ser
políticamente independientes. Euzkadi merece la independencia que nunca ha
logrado, y es muy difícil que, por la fuerza ejercida hacia el centro por la
mayoría de los demás territorios y por los caciques y torquemadas de estos que
no conciben a la península ibérica más que como conglomerado de espacios adosados,
la consiga alguna vez. Lo siento mucho por el País Vasco.
DdA, XIII/3438
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