La cuestión moral en la política española
CTXT reproduce hoy la maravillosa entrevista de Eugenio Scalfari a Enrico Berlinguer que se publicó en La Repubblica
 el 28 de julio de 1981*, no porque creamos que la solución a los 
problemas políticos de España puedan encontrar salida en el 
eurocomunismo de los años 70 del siglo pasado, sino porque Berlinguer 
fue un analista político tremendamente perspicaz que supo identificar 
muy pronto el principal problema con el que estaba tropezando la 
política italiana: Los partidos, dijo, han ocupado todas las 
instituciones, desde los organismos locales hasta las empresas públicas,
 pasando por la televisión estatal y algunos grandes periódicos. La 
cuestión moral no se agota en el hecho de que si hay corruptos se debe 
desenmascararlos y meterlos en la cárcel. La cuestión moral tiene que 
ver con la ocupación del Estado. Los partidos solo pueden demostrar que 
son fuerzas de renovación si afrontan esa cuestión. “¿No ha llegado el 
momento de cambiar y de construir una sociedad que no sea un basurero?”,
 se preguntaba Berlinguer. 
Los españoles tienen hoy el mismo problema y la misma 
oportunidad de afrontarlo. La pregunta que debemos hacernos no es quién 
va a conseguir gobernar, ni si es tan urgente, sino si, por fin, va a 
ser posible obligar a los partidos políticos a abandonar esas prácticas 
de ocupación institucional, y si se va a conseguir modificar y 
democratizar su funcionamiento interno, de manera que no sea posible que
 actúen como corporaciones de intereses. Si, por fin, sometidos a un 
estrecha vigilancia por sus militantes y simpatizantes, se van a ver 
obligados a examinar los problemas de la gente, las exigencias y las 
necesidades humanas emergentes, si va ser posible cambiar la estructura 
organizativa de esos partidos para que, en lugar de comportarse como 
camarillas, sean formaciones capaces de ayudar a organizarse a los 
ciudadanos y a promover el desarrollo, la igualdad y la participación 
social.
¿A qué tanto ataque de nervios entre los santones de la 
política tradicional exigiendo un gobierno rápido, sea el que sea y 
pretenda hacer lo que pretenda hacer? ¿A qué tanto gran medio de 
comunicación, tanto gurú periodístico incapaz de formular una sola 
pregunta? ¿A qué tanta defensa y tanta urgencia de colocar a Mariano 
Rajoy de nuevo en la presidencia de la Moncloa?
¿Nada que exigir, señor González? ¿Ningún problema que se 
considere fundamental, señor Cebrián? ¿Basta con que gobierne quien sea,
 con tal que garantice que nadie va a mover el modelo basurero, que 
nadie va a intentar transformar ese sistema, cambiar las anquilosadas 
estructuras organizativas de los partidos, de manera que ya no se 
comporten como oscuras corporaciones --a veces, delictivas y mafiosas-- 
al servicio del poder económico y financiero?
Pues no es así. Claro que exigimos un cambio. Sabemos que 
ese cambio profundo será la única manera de afrontar los problemas de 
una sociedad cada día más desigual y angustiada, cada día más manipulada
 y desorganizada. El cambio empieza por el funcionamiento interno de los
 propios partidos, por la democratización de su sistema organizativo, 
pero continúa con nuevas prácticas parlamentarias, con el impulso 
decidido al desarrollo y la participación civil. Exigimos cambio, de 
presidente de gobierno, de reglamento del Congreso, de la ley de 
partidos, de la ley mordaza y de los mecanismos que permitieron a los 
partidos apropiarse de las instituciones, en lugar de 
servirlas. Queremos el regreso de la pasión política que Berlinguer 
defendía, porque creemos, como él, que esa pasión mejora la vida real de
 las personas reales. Porque sabemos que es urgente y necesario conocer y
 atender las nuevas necesidades de nuestra sociedad (necesidades que no 
es posible afrontar solo a través de instituciones nacionales sino 
también supranacionales) y movilizar a los ciudadanos para que puedan 
defender y ejercer sus derechos.
No pretendan decirnos que el camino es elegir rápidamente 
un gobierno presidido por quien sea. El camino es impedir que ese quien 
sea se apropie, con sus colegas, de las instituciones, hacerlas vivir de
 nuevo; y para ello, hay que acabar de una vez con los modelos 
organizativos de los actuales partidos políticos y regular su relación 
con las contrataciones públicas y las empresas concertadas. ¡Fuera! O no
 tengan duda de que nos terminarán comiendo o idiotizando.
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Fe de errores: en la primera versión, se decía 1991. La fecha correcta es 1981. 
CTXT  DdA, XIII/3333 
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