Lazarillo
Mi querida Ana Cuevas, con quien tanto quiero, me manda el emotivo texto que esta tarde se leerá en Zaragoza en el funeral que en memoria de nuestro querido profesor Antonio Aramayona se celebrará allí y que el propio Antonio encargó a Ana con ese fin. Tal como indica su autora, hoy se reunirán en la capital aragonesa familia, amigos y mucha gente que le admiraba y respetaba para charlar, beber vino aragonés (como nos dejó indicado) y escuchar música en su honor. "Esta tarde a las 18 horas en el centro social Luis Buñuel (Plaza Santo
Domingo, frente al Teatro del Mercado), nos reuniremos en recuerdo de
Antonio Aramayona para festejar la vida", dice la nota de convocatoria. Este Lazarillo está convencido de que el recuerdo del profesor Aramayona seguirá habitando la vida de quienes le quisieron y admiraron.
Sin utopía, la vida es solo un largo ensayo general para la muerte. (Serrat)
Ana Cuevas
Antonio,
mi amado amigo, me encargó que escribiera unas palabras para compartir
con vosotras y vosotros. Yo le dije que me estaba haciendo el encargo
más difícil de mi vida. Era verdad a medias. Porque hasta con el
corazón hecho añicos, como lo tengo ahora mismo, la amistad con la que
me regaló, ha sido una inspiración profunda y permanente.
He
empezado con una frase sobre la utopía Ella siempre anduvo enredada en
la naturaleza de Antonio. Un concepto de utopía lúcida que tocó el
corazón de cuantos le conocemos. Aunque también, hay que decirlo,
nuestro querido perro-flauta motorizado tocó las narices de mucha gente.
Su
idealismo siempre ha sido militante. Pacífica y responsablemente ha
practicado el activismo a favor de la libertad y la justicia social.
Como el gran profesor que siempre fue, nos ha dado una lección magistral
de coherencia y valentía difícil de superar.
Pero
para mí, haberle conocido significó mucho más. He podido compartir
risas y lágrimas con el ser más bondadoso, alegre y libre que he tenido
el privilegio de cruzarme. Ni siquiera la cruel enfermedad que le
agarró, logró borrarle la sonrisa ni abatir su testarudo y enorme
corazón.
Desde la
primera vez que lo vi, sus ojos inocentes de niño grande y burlón se me
impregnaron en los huesos para siempre. Nuestras conversaciones son un
tesoro de valor incalculable. Los hermosos momentos compartidos. Y los
tristes. El mayor legado que se pueda soñar.
Cualquiera de sus textos comprometidos, reflexivos, bellos y profundos
hubieran podido definir la auténtica enjundia de Antonio mejor que mis
palabras.. Y menos en estos momentos, que siento un desgarro infinito
en las entrañas.
Pero tu libertad está por encima de nuestros deseo., querido hermano. Aunque ahora mismo, como decía el poeta:
O
sea que aquí nos dejas, practicando la pedagogía hasta el último
momento. Impartiéndonos tu última lección para que le demos al coco.
Poniendo patas arriba principios y sentimientos.
El mundo es un lugar un poco mejor gracias a ti. Nos has dejado huella, profesor Aramayona.
Que la tierra te sea leve compañero. Seguiremos reivindicando la utopía.
Y cómo sueles decirme con frecuencia:
NO PASARÁN sus enemigos. NO les dejaremos.
DdA, XIII/3316
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