Santiago Alba
No
me engaño. Sé muy bien qué cosas no va a hacer Unidos Podemos si gana
las elecciones: no va a acabar con el capitalismo ni va a abrir las
fronteras ni a nacionalizar los bancos ni a sacarnos de la OTAN ni a
establecer la República; tampoco va a poder reformar la Constitución,
convocar inmediatamente el referéndum para Catalunya, aprobar una renta
básica, doblegar a la troika europea; ni siquiera podrá
prohibir los toros o limitar demasiado la contaminación atmosférica; y
desde luego no va a acabar con la maldad humana ni con los accidentes de
tráfico. Aunque algunas de estas cosas me parecen imprescindibles, no
voy a votar a Unidos Podemos para que tome medidas que sé que no puede
tomar en estos momentos y con la actual relación de fuerzas; pero
tampoco voy a dejar de votar a Unidos Podemos porque no vaya a tomarlas;
o porque no vaya a tomarlas todas ni siquiera en el caso de una
relación de fuerzas más favorable.
Voy a votar a Unidos Podemos porque es el único partido moderado. Los
mandamientos son una buena guía de moderación y durante décadas el
régimen del 78 los ha violado casi todos. El PP, partido católico que
pide el voto a los católicos, no ha dejado ni uno solo sin quebrar en la
última legislatura. Lo más radical que se puede hacer con el lenguaje
-lo recordaba Kant– es mentir. Lo más radical que se
puede hacer con los recursos comunes es robar. Lo más radical que se
puede hacer con un ser humano es quitarle su casa y su muleta. Lo más
radical que se puede hacer con un país es destruir sus hospitales. Lo
más radical que se puede hacer con los principios es pronunciar su
nombre en vano. El PP ha mentido, ha robado, ha desahuciado, ha matado
en las fronteras y ha pronunciado en vano no sólo el nombre de su propio
dios, que no es el mío, sino también los nombres de la Democracia, la
Justicia, los Derechos Humanos, el Bien Común y España, que sí son míos.
El programa de Unidos Podemos es el menos radical y el más ajustado a
la defensa de los nombres comunes. Y el único que puede frenar la
radicalidad rampante, política y económica, que se quiere imponer como
regla en Europa y en nuestro país.
Voy a votar a Unidos Podemos también porque defiendo la democracia y
el Estado de Derecho, la división de poderes, la libertad de expresión y
de prensa, la libertad sexual, la igualdad de género, el derecho al
voto para todos, el imperio de la ley, el orden frente al mercado, la
estabilidad frente a las reformas laborales, la normalidad frente a los
recortes, la seguridad frente a los pactos antiterroristas, la belleza
frente a la corrupción, el placer frente al poder putero, el realismo
frente a la violencia, el pragmatismo frente a la utopía de los ricos,
la vida frente al arzobispo, el error y la vacilación frente al tino
infame de los mercados financieros.
Voy a votar a Unidos Podemos asimismo por agradecimiento. En
agradecimiento por haber conseguido la convergencia de las fuerzas de
izquierdas; en agradecimiento por no ser “de izquierdas”; en
agradecimiento por haber salvado y traicionado el 15M; en agradecimiento
por haber interrumpido el eterno retorno de los vencedores y los
vencidos; en agradecimiento por haber desmentido a los cenizos y a los
viejos y haber sacado a la luz una generación prodigiosa que, sin el
cambio cultural ya producido, se habría dispersado y debilitado en los
sumideros del mercado; en agradecimiento por haber resucitado a Julio Anguita, a Manolo Monereo,
a la abuela de mi amigo Dani y a mí mismo; y por haber renovado, sin
cirugía estética, las caras y las sonrisas de nuestros periodistas,
nuestros poetas y nuestros políticos; en agradecimiento por los morreos y
los bebés, por las rastas, las coletas y las cursiladas sin cuento; en
agradecimiento por la “casta”, por la “patria”, por la “remontada” y
hasta por el “núcleo irradiador” y la “cal viva”; en agradecimiento
también por las meteduras de pata, que iluminan este nuevo marco inédito
en el que equivocarse cuenta; en agradecimiento por dos años de
vértigo; en agradecimiento, en definitiva, por haber devuelto la
Historia al tiempo.
Voy a votar a Unidos Podemos por moderación, por democracia y por
gratitud. Voy a votar a Unidos Podemos, además, con ilusión, a sabiendas
de que, como no van a poder hacer -si gobiernan- todo lo que yo
quisiera, me desilusionarán. Me desilusionarán seguro y, cuando lo
hagan, lo escribiré. Pero ese es el orden: primero ilusionarse, luego
desilusionarse. Una persona siempre ilusionada es obscena o doctrinaria;
y no querría votar a un partido doctrinario que fabricase chiflados en
tripi o fanáticos sin criterio. Habrá que desilusionarse. Pero para
desilusionarse primero hay que ilusionarse. Quiero votar ilusionado;
bobalicona, ridículamente ilusionado. Una victoria vencerá muy poco pero
derrotará tanto que habrá que echar las campanas al vuelo y los
sombreros al aire y el núcleo irradiador al viento. Ilusionémonos. No me
gustan los ilusos. Pero tampoco me gustan los listillos que se reservan
siempre un as negro en la manga, los que se avergüenzan de compartir
pasiones y miran la fiesta por la cerradura o los que, conscientes de
que acabarán desilusionándose, se ponen ya a cubierto, solemnes y
autorizados, del inevitable, oracular y cuñadísimo “ya te lo decía yo”.
Respetemos la secuencia. Votemos con ilusión y luego negociemos,
razonemos, vigilemos y critiquemos con la cabeza fría y los principios
enhiestos.
Votemos el domingo a Unidos Podemos. Votemos por moderación,
democracia y gratitud. Votemos a Unidos Podemos con ilusión porque son,
de hecho, los únicos que todavía pueden desilusionarnos.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo.
A muerte.
Un tipo magnífico este Alba. Lo conocí hace años.
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