Antonio Aramayona
No estoy seguro
de querer un Gobierno reformista en España para los próximos cuatro años. Eso
equivaldría a atentar contra el Quinto Mandamiento del Sinaí: No matarás.
Querer un Gobierno reformista (nunca será realmente de izquierdas, eso es otra
cosa) es llevarles directamente al matadero y poner en bandeja de plata al PP
una feroz oposición sobre la base de “lo-bien-que-lo-ha-hecho-el-PP que nos
salvó del rescate y nos sacó de la crisis y lo-mal-que-lo-hacen-estos-radicales.
Por eso nadie-nunca se habla de ello.
Hasta ahora me
preguntaba cómo iban a afrontar los 12.000 millones de euros que este año el
próximo Gobierno debe recortar, tal como comunicó n su día Bruselas, pero ahora
son 23.600 millones de euros de próximos recortes, como resultante de bajar el
déficit del 5,16% al 2,8% del PIB para preservar así el principio de
estabilidad presupuestaria de la UE, asumido en la alevosa reforma
constitucional del artículo 153. ¿Cómo y de dónde recortará el próximo Gobierno
23.600 millones de euros con unos presupuestos, ya falsos, aprobados para 2016?
Hasta ahora Sánchez-Iglesias-Rivera se amparaban en unos hipotéticos 7.000
millones de euros para invertir en gasto social. Aun así, admitiendo la ficción
de esos 7.000 millones, quedan 16.000 millones de recortes. Recuerdo la ley del
PP en el 2012 decretando recortes (“ajustes presupuestarios”, corrige don
Tartufo) en sanidad, educación, atención a la diversidad, gastos sociales sin
fin… Nos espera lo mismo o más aún. No estoy seguro de querer un Gobierno
reformista en España para los próximos cuatro años: recortarán 23.600 millones
de euros en gasto social, hundiendo aún más al país en la desigualdad, la
pobreza extrema de unos, la creciente riqueza de otros pocos y la inseguridad
de la mayoría.
Mientras
estemos insertos en la Eurozona, estamos abocados a ser perpetuos deudores de
unas condiciones financieras insostenibles. Grecia es actualmente una ficción,
un Estado fallido, aunque disfrazado y maquillado de Estado, debido a esas
mismas condiciones draconianas de la Eurozona. España es otro Estado fallido
por las mismas causas, pues sus decisiones más importantes, su economía global,
su presunto estado de bienestar (volavit…) están en manos ajenas, y su Gobierno
es un gestor (de Gestoría) de Españistán y no un gobernante de España.
Hay una parte
de mí que prefiere un Gobierno del PP para los cuatro próximos años, pues aún
albergo la esperanza del estallido, de la rebelión, de la protesta general del
pueblo. Es algo así como preferir ponerme al borde de la muerte por hambre, pidiendo
pan, que pasarme cuatro años pasando hambre a lo tonto, callado, en silencio,
como un pasmarote.
Eso sí,
preferiría sobre todas las cosas un Gobierno que elevase la política fiscal a
una media real del 46%, que gravase toda operación y transacción financiera con
–al menos- el 0,05%, que eliminase todo fraude fiscal, los paraísos fiscales,
la picaresca de los grandes e inveterados potentados económicos de Españistán. Dinamarca
va por ese camino. Dinamarca pertenece a la UE, pero sin el euro. Y no le va
precisamente mal.
DdA, XII/3244
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