Francisco Pomares
La primera novela sobre la Guerra Civil
española -sin duda una de las mejores- la escribió una mujer cubana,
recordando sus vivencias laguneras cuando era apenas una niña. La
novela arranca una tarde 1936, cuando su protagonista, la pequeña
Nivaria, escucha como aporrean la puerta de su casa, mientras ella se
viste con su mejor traje de domingo, para salir de paseo a las Fiestas
del Cristo. Golpean la puerta unos hombres que vienen a buscar a su
padre periodista para llevarlo al barranco, de donde probablemente no
volverá nunca... Así comienza 'El barranco', publicada en 1958, la gran
novela de Nivaria Tejera, y una de las grandes historias escritas sobre
nuestra guerra y sus secuelas. Una novela capital de una autora
imprescindible, que supo retrató con ojos de niña y miedos de adulta el
terror de la represión en la Canarias del primer franquismo: su padre
español fue apresado por sus compatriotas y retenido durante casi diez
años, por el único delito de haber defendido sus ideales republicanos en
la prensa. Tras su liberación, la familia regreso a Cuba, y allí vivió
algunos años. Pero Nivaria se encontró con otra dictadura no tan
distinta de la franquista, la de Fulgencio Batista, que también denunció
en su literatura. Se exilió en el 54 en París, donde -descubierta por
el crítico y editor Maurice Nadeau- publicó 'El barranco'. Tras el
triunfo de la revolución, volvió a Cuba, dónde el Gobierno le encargó
ocuparse de una surte de agregaduría cultural de la embajada cubana.
Pero su idilio con la revolución no duró demasiado. Crítica con los
excesos del castrismo, en el 65 acabaría refugiada de nuevo en París,
dedicándose en su pequeño piso de las afueras a la escritura, publicando
primero en francés traducido del español, y años más tarde en su idioma
original. En el 71 gano el que era entonces el premio de más prestigio
de la literatura en español, el Seix Barral de novela, con la primera de
sus novelas de la trilogía cubana, 'Sonámbulo al sol'. Y fue en Paris,
la ciudad de su exilio y de su desencanto con la política, donde
falleció la madrugada de este pasado miércoles en un hospital, victima
de un cáncer de páncreas.
Una de las mayores expertas en su
literatura, la profesora María Hernández-Ojeda, de la City University de
Nueva York, ha escrito que todo su universo literario gira en torno a
Canarias y a Cuba y que las islas constituyen su imaginario secreto. Es
sin duda cierto, ella misma lo dijo: "en mí, la isla, las islas, son un
espacio mental extenso como la masa arenosa, rocosa, que las protege".
La insularidad es -también- una especial forma de exilio. Pero el
principal exilio de doña Nivaria fue interior, deseado y asumido: una
suerte de hermetismo personal y literario al que acabó por entregarse
quizá como autoafirmación de una vida sin fisuras ni claudicaciones. Se
exilió de sus islas para vivir en la isla de París alejada de un mundo
de componendas que le fue ajeno y al que enfrentó su incorruptible
decisión de vivir al margen de cualquier apaño o sometimiento a las
trampas y atajos del poder. Murió querida por los suyos, aplaudida por
sus lectores, pero pobre y olvidada por el espacio oficial. Sus
familiares, amigos y seguidores iniciaron ayer una cuestación a través
de internet [https://www.gofundme.com/y2hshcgk], para poder sufragar los
gastos de un modesto entierro...
El Día DdA, XII/3178
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