No están los
tiempos para perder esta oportunidad de cambiar el rumbo de nuestro
país y poner fin a las políticas de austeridad.
Fernando Silva
Vivimos
tiempos convulsos en los que los políticos, de uno y otro signo, están
demostrando que los pactos y el diálogo constructivo no va con ellos, y
que los ciudadanos les importamos una mierda, al priorizar sus
conveniencias de partido por encima de los intereses generales. Resulta
evidente que un pacto de gobernabilidad entre PP y PSOE se hace
imposible, ya que ello supondría la desaparación a medio plazo de la
formación socialista; y por mucho que se empeñe Albert Rivera en pactar a
cualquier precio con Mariano Rajoy, no suman lo suficiente, y por ahora
resulta una aventura inviable.
El único pacto posible, que podría
contar con apoyos suficientes y recibiría la bendición de muchos,
estaría en los partidos llamados de izquierdas, pero para empezar a
hablar de verdad es necesario que sus cabezas visibles se olviden de las
líneas rojas y de las descalificaciones personales, porque no están los
tiempos para perder esta oportunidad de cambiar el rumbo de nuestro
país y poner fin a las políticas de austeridad, que tanto daño han hecho
en los últimos años a los más desprotegidos, a costa de engordar los
bolsillos de los más pudientes.
Los socialistas tienen la gran
oportunidad de demostar ahora que quieren desarrollar unas verdaderas
políticas de izquierdas, y que sus promesas electorales son sinceras,
pero para ello deben de poner fin a sus guerras internas, que solo
buscan defender las cuotas de poder. Porque, de continuar como hasta
ahora, a las primeras de cambio serán engullidos por Podemos y se
convertirán en un partido testimonial y en franca decadencia, como les
ha ocurrido en Cataluña. Pero dudo que hayan aprendido la lección.
Podemos lo ha hecho bien, muy bien diría
yo, al ser capaz de aglutinar en muy poco tiempo a una izquierda
decepcionada, que quiere un cambio profundo. Pero Pablo Iglesias debe de
saber que tiene un electorado nada consolidado y volátil, que para
mantenerlo debe de colocar su línea roja irrenunciable en las políticas
sociales, y olvidarse por un tiempo de priorizar un referéndum catalán,
que poco o nada le interesa a la mayoría de sus votantes, por muy de
acuerdo que estén con el derecho a decidir.
Mientras tanto don Mariano Rajoy, que no
es tan tonto como parece, ya está en campaña electoral, sabedor de que
con su discurso patriota unas nuevas elecciones no le vendrían nada
mal, ya que se comería a Ciudadanos de un plumazo y podría mandar el
mensaje de que la izquierda es y será incapaz de gobernar y ponerse de
acuerdo. Con un discurso de frases hechas y los tradicionales mensajes
del miedo volvería a ganar, y con una mayoria, esta vez sí, suficiente
para gobernar en solitario. ¿Queremos eso?
Y como éramos pocos parió la abuela, el
fracaso del proyecto independentista se ha consumado, y pronto se
convocarán unas nuevas elecciones en Cataluña. ¿De verdad alguien creía
que se puede mezclar el aceite con el agua?; pues Mas y la CUP han
tardado más de dos meses en enterarse. Aunque, pensándolo bien, y dado
que somos tan amigos de llevar a cabo experimentos con gaseosa, para que
todo explote o nada cambie podemos hacer coincidir unas nuevas
elecciones generales con las catalanas.
Nunca aprenderemos, aunque de situaciones peores ya hemos salido.
SinLaVenia DdA, XII/3175
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