viernes, 8 de enero de 2016

LA POBREZA AVANZA AL TIEMPO QUE LA PLUTOCRACIA CRECE

 Vivimos en un Estado en el que los gobiernos no se dedican a cultivar y proteger el interés general, el medro sigue siendo un valor añadido, los impuestos los pagan los trabajadores y  las televisiones se dedican a embrutecer a la población hasta extremos inusitados.

Pedro Luis Angosto

Esta es la situación real del país. Según los últimos datos publicados por Eurostat entre 2008 y 2014 el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social subió casi seis puntos hasta situarse en el 29,2% de la población total, o sea unos trece millones y medio de personas, mientras que la pobreza extrema afectó en 2014 al 6,65% de los ciudadanos, es decir, a tres millones doscientas mil personas, lo que nos convierte en uno de los países con más pobres y excluidos de la Unión Europea. Al mismo tiempo, mientras desde el poder anuncian machaconamente que estamos creciendo mucho y creando más empleo que ningún otro país de Europa, la Seguridad Social no se entera de esa supuesta bonanza y mantiene un déficit anual que supera los quince mil millones de euros y amenaza con la quiebra si no se restablecen los sueldos anteriores a la crisis, se crea más empleo estable o se arbitra un impuesto dedicado a sufragar un déficit que de seguir así las cosas será endémico y creciente. Por otro lado, la mayoría de los puestos de trabajo creados durante los últimos años son a tiempo parcial, a veces incluso por días, horas, semanas, y ni permiten la emancipación de los jóvenes ni sufragar los gastos mínimos de los hogares ya constituidos. Por si fuera poco, seguimos contemplando como los que han saqueado las arcas públicas de todo el Estado mediante el robo, la malversación, el cohecho, la prevaricación, el soborno o las privatizaciones continúan en libertad y en posesión de todo su patrimonio, del que tenían antes de la mangancia y el adquirido mediante ella. Si a todo eso añadimos que estamos verificando en nuestras carnes y en todos los puntos del país la certeza cruel del cambio climático que amenaza con convertir la Península Ibérica en un erial, no tenemos más que ponernos nuestras mejores galas y salir a las calles a anunciar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, tal como hacía Cándido en la imprescindible novela de Voltaire.
Mientras todo esto ocurre, el Presidente en funciones del Gobierno del Estado repite una y otra vez que es él quien tiene que formar gobierno porque ha ganado las elecciones, poniendo de manifiesto una vez más su desconocimiento sobre lo que es y en qué consiste la democracia parlamentaria. Rajoy y su partido no ha ganado ninguna elección porque al haberse peleado con todos los resultados electorales no le permiten formar gobierno, por tanto corresponde esa tarea a quien sea capaz de lograr el suficiente apoyo parlamentario, incluso si quien tal cosa hiciese fuese Alberto Garzón con solo dos diputados. Esa es la clave del sistema que tenemos y no otra, y para entenderlo no hacen falta estudios especiales, sino simplemente sentido común y raciocinio.  Entre tanto, el ministro del Interior sigue empeñado en acojonarnos con los hombres de la mochila que tarde o temprano vendrán a nuestra casa –como antes el hombre del saco o El Lute- a hacernos volar por los aires para ganarse el Paraíso con que Alá les premiará en la otra vida; las eléctricas siguen campando por sus respetos como si todo el país fuese su cortijo y todos nosotros sus obedientes y dóciles criados; los bancos por los suyos cobrando comisiones por todo y creando otra enorme burbuja –que estallará sin tardar demasiado- con los fondos de inversión sin garantías que están colocando por millones a jubilados y pequeños ahorradores al mantener la retribución de los depósitos próximas a cero; los ricos siguen llevándose el dinero a Suiza, a las SICAV y a otros paraísos fecales demostrando cuán grande es el amor por su país, su bandera y su Conferencia Episcopal; la Iglesia continúa recibiendo millones y millones de euros del Estado y los Gobiernos Autónomos para adoctrinar a niños, adolescentes y jóvenes sin que la crisis le haya afectado lo más mínimo y el problema principal de España para derecha mediática es que Manuela Carmena haya suprimido el palco VIP para la Cabalgata de Reyes y las ropas de los tres de Oriente.
En el Noreste del país, tres meses después de celebrados los comicios con un resultado no satisfactorio para ninguna de las partes, capitalistas y anticapitalistas continúan debatiendo sobre la posibilidad de investir a Artur Mas como Presidente de la Generalitat, investir a un señor que fue designado para el cargo por la familia Pujol y que tiene como principal mérito haber protagonizado una de las huidas hacia adelante más tristes de este triste país, un privatizador de la Sanidad Pública, un represor que no dudó en usar a los Mossos d’Escuadra para reprimir con dureza inusitadas las protestas que provocaba su gestión antes de la independencia pasase a ser el eje de todas las conversaciones dejando los verdaderos problemas del país en el desván del olvido. Si bien las CUP son la única organización que hasta la fecha ha mantenido una posición coherente, acorde con su ideario y su programa, no hay ninguna explicación para sus conversaciones con Junts Pel sí. Se es anticapitalista o no se es, Mas, Junqueras y Romeva lo son, y alguno de ellos de los más extremistas. No entiendo de qué tienen que hablar puesto que el objetivo principal de un anticapitalista es combatir al capitalismo, creo.
Sea como fuere, la realidad es que en España se han implantado leyes y formas de gobierno absolutamente incompatibles con la democracia, que se condecora a las vírgenes, que las policías actúan con un rigor inusitado en un régimen parlamentario, que existe una ley mordaza que cercena las libertades, que la pobreza avanza al mismo ritmo que la acumulación de riquezas por la plutocracia, que se han destinado cantidades impresionantes de energía a asuntos banales, que la protesta se ha diluido o ha sido desviada para que no se hable de lo que de verdad hay que hablar, que vivimos en un Estado en el que los gobiernos no se dedican a cultivar y proteger el interés general, que el medro sigue siendo un valor añadido, que los impuestos los pagan los trabajadores y que las televisiones se dedican a embrutecer a la población hasta extremos inusitados, en fin, que nos hemos vuelto completamente locos, que hemos renunciado, una vez más, a la razón. Es lo que sucede cuando se es incapaz de distinguir entre el bien, el mal y el regular, pero sobre todo cuando se altera el orden de las prioridades y se anteponen objetivos de importancia relativa a aquellos que reclaman una solución urgente y vital.

DdA, XII/3178

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