Antonio Aramayona
Según el informe anual de la ONG Oxfam
Intermon presentado al Foro Económico de Davos, titulado "Una economía al
servicio del 1%. Acabar con los privilegios y la concentración de poder para
frenar la desigualdad extrema”, ofrece datos oídos y leídos año tras año, pero
que al mismo tiempo ponen los pelos de punta a poco que se tenga algo de
sensibilidad.
En muy resumidas cuentas son los
siguientes:
1. Acaparamiento
de riqueza que crece cada año, principalmente por la desviación de capitales a los paraísos
fiscales que propicia que el 1% de la población no redistribuya
su riqueza.
2. 62 personas
poseen lo mismo que los 3.600 millones más pobres;
es decir, la mitad más pobre del planeta acumula la misma riqueza que las 62
personas más ricas del mundo, con 1,76 billones de dólares. Este club cada vez
es más selecto ya que en 2010 lo conformaban 388 personas. Los que se mantienen
han disparado su patrimonio económico un 44%. En el lado contrario de la
balanza, la mitad pobre redujo drásticamente su ya nimio poder económico un
41%.
3. La brecha de
género: solo 55 mujeres entre las 500 personas más
ricas
De las 500 personas de mayor patrimonio económico, 445 son hombres. Al
mismo tiempo, las mujeres dedican al trabajo no remunerado hasta 2,5 veces más
tiempo que los hombres.
4. La evasión
fiscal se ha convertido en uno de los mecanismos más
consolidados entre los más ricos para aumentar las desigualdades, eludiendo su
dinero de las obligaciones impositivas a las que se deben enfrentar al
trasladarlo a paraísos fiscales. Se estima que hasta el 8% del patrimonio
financiero individual se encuentra oculto en los paraísos fiscales, a través
del sector bancario y de las mayores empresas del mundo. El caso paradigmático
es el de África, donde un tercio de la fortuna de los más ricos se encuentra
alojado en paraísos fiscales, afectando directamente a la población de a pie
que pierde más de 13.000 millones de euros anuales en ingresos fiscales. Para
hacerse una idea, de reinvertir esta cantidad en sanidad y educación, cuatro
millones de niños se salvarían de la muerte y se podrían contratar profesores
como para dar cobertura a todos los chavales africanos.
5. La disparidad
salarial: directivos que cobran 400 veces más que sus empleados
De hecho, en la Unión Europea el 9% de los trabajadores se encuentra en riesgo
de pobreza, en una realidad que no ha parado de crecer en la última
década.
6. El 10% que menos tiene y que es golpeado por la pobreza, el hambre y la
exclusión tan solo ha visto aumentar sus ingresos en unos tres dólares durante
los últimos 25 años. A efectos prácticos, menos de un
centavo anual, a lo que hay que sumar el aumento del coste de la vida.
Existimos
en este sistema político-económico todos los seres humanos que vivimos en la
Tierra. Nos bombardean el cerebro predicando las bondades de ese sistema, de
los mercados, de la libertad y la democracia. En realidad, se trata de un
sistema que lleva la riqueza ilimitada a un 62 personas y la pobreza severa a
3.600 millones. Es un sistema que aumenta imparablemente la brecha social entre
la minoría rica y la inmensa mayoría pobre. Es un sistema que dinamita los
derechos y las libertades también en España mediante recortes salvajes al
pueblo cuyo único objetivo es garantizar el pago a los acreedores (bancos y
grandes empresas). Los trileros del eufemismo lo llaman “sacrificios” y
“austeridad”.
Harto de
que usen tan arteramente la palabra “austeridad”, acudo al Diccionario de la
RAE, y me encuentro:
Austeridad: a) Cualidad de austero; b) Mortificación de los sentidos y pasiones.
Consulto entonces “austero”: a) Severo, rigurosamente ajustado a las
normas de la moral; b) Sobrio, morigerado, sin excesos. En esa época, llevaba una vida austera, sin lujos; c) agrio, astringente
y áspero al gusto; d) Retirado, mortificado y penitente.
Visto lo visto, extraigo la conclusión de que la
austeridad de la que hablan es un eufemístico recurso lingüístico para
comunicarnos que cada vez el pueblo tendrá menos e incluso menos posibilidades
de reclamar y oponerse, en beneficio de los grandes bancos y las grandes
empresas españolas, europeas y del mundo entero.
Y principalmente la conclusión de que NO SOMOS
ANTISISTEMA, SINO QUE EL SISTEMA ES ANTINOSOTROS.
Me declaro, pues, ANTISISTEMA.
DdA, XII/3188
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