El PSOE reproduce la tensión izquierda/derecha, la tensión poder/transformación, la tensión centro/periferia, la tensión norte/sur y la tensión 1978/2016.
Miguel Pasquau
Sigamos mareando la perdiz: cuando la perdiz está mareada, lo mejor es
seguir dándole vueltas para que se estabilice. Y prometo que en los
próximos días no escribiré de política. Pido disculpas por mi
incontinencia, pero es que, como tantos españoles, no me resisto a
pensar dónde estamos.
No había visto claro hasta hoy, con motivo de una conversación, algo
importante: que todas las opciones de Gobierno y de orientación de la
Legislatura, pasan por los 90 escaños del PSOE, que ciertamente ocupa
una posición de centralidad parlamentaria. Sin el PSOE no
hay coaliciones posibles. Con el "no" del PSOE nadie puede formar
gobierno. Es imposible. Con su "sí", sin embargo, son perfectamente
posibles dos posibilidades: o bien un pacto con el PP (acompañado o no
de C's) o bien un pacto con Podemos (acompañado o no por ERC, PNV y DL).
Tertium non datur. Por tanto, como primera conclusión, es el PSOE el
que tiene que decidir si hay Legislatura o si hay elecciones en
primavera.
Tiene, pues, el PSOE, el privilegio de decidir, pero su decisión es muy
difícil. Tremendamente complicada. Y lo es, entre otras cosas, por una
razón sobre la que no se ha reflexionado lo suficiente: porque el PSOE
tiene dos almas que, en situaciones límite, no sé si podrían entenderse.
Una es el alma del poder (que ha ostentado mucho tiempo, y que conserva
en el sur de España). La otra es la izquierda, o al menos la que sería
capaz de entenderse con su izquierda no como muletilla para el poder,
sino para provocar transformaciones más democráticas y sociales que hoy
día se presentan como "difíciles" por el contexto económico y europeo,
que presiona en sentido contrario y que tiene muchos instrumentos para
intensificar la presión. La primera alma se siente confortable en un
discurso conservador del marco actual, porque acopia poder en Andalucía,
Extremadura y Castilla la Mancha. La segunda está fuera del poder y
necesita hacerse visible en una dinámica de cambio de verdad: o
consigue esa visibilidad, o seguirá desapareciendo en Madrid, en
Cataluña, en Valencia, en Euskadi, en Galicia, en Baleares, en Canarias,
y pronto en Aragón y Asturias.
Esta divergencia de espíritus dentro del PSOE es, probablemente, el quicio sobre el que se abrirán o se cerrarán puertas en esta Legislatura, y esta vez me parece difícil que haya aliño suficiente como para disimularla.
Esta divergencia de espíritus dentro del PSOE es, probablemente, el quicio sobre el que se abrirán o se cerrarán puertas en esta Legislatura, y esta vez me parece difícil que haya aliño suficiente como para disimularla.
Una de las resultantes de las elecciones del 20-D (no la única) es un
perfil de socialista escorado a la izquierda, proclive a
transformaciones "grandes" de carácter constitucional (algo más que
pinceladas federalistas y retórica social) y (conjunción copulativa)
capaz de entender el carácter plurinacional de España y sus
consecuencias. Ese perfil, muy atractivo para buena parte de la
ciudadanía, podría concitar una mayoría absoluta de diputados
correlativa a una mayoría de votos populares (sólo hace falta contar).
Yo no sé si entre los diputados socialistas electos hay alguno que reúna
con claridad ese perfil, aunque sí sé que es un perfil identificable en
personas con autoridad moral que no están en el Parlamento (condición
no indispensable, conforme a la Constitución, para ser presidente del
Gobierno). Es muy probable que personas así obtuvieran el apoyo de
Podemos y ERC, y no es descartable que también del PNV. La duda es,
paradójicamente, si lograría el apoyo del...PSOE. O mejor, de la otra
alma del PSOE, más proclive a un entendimiento disimulado con PP y C's.
alrededor de la unidad de España, la estabilidad económica y algunas
reformas institucionales de las que propone C's, aunque enfatizando
diferencias en "lo social", que reservaría para su labor de oposición o
para la obtención de contrapartidas por su apoyo a un Gobierno popular.
El PSOE tiene que tomar decisiones. Lo tentador para él sería proponerse
como "resultante global", con sus dos almas, y convertirse en la
bisagra entre la derecha y la izquierda, entre el centralismo y la
plurinacionalidad, entre la conservación del modelo institucional del 78
y su transformación profunda sin avanzar un programa de Legislatura con
contenidos, pero es muy probable que, sin compromisos concretos, esa
propuesta no reuniese más que a los 90 diputados del PSOE, porque las
líneas rojas (o al menos granates) de C's y Podemos son incompatibles en
algunos asuntos capitales (en otros no).
Si a esto añadimos que, como lista más votada, el PP no admitirá ningún
Gobierno que no presida, es claro que quien tiene la decisión es el
PSOE: dejar gobernar al PP, gobernar con Podemos o elecciones generales.
Yo ya lo he entendido. El problema que tenemos es que casi todas las
legítimas divisiones políticas que tenemos los españoles son, también,
problemas internos del PSOE. El PSOE reproduce la tensión
izquierda/derecha, la tensión poder/transformación, la tensión
centro/periferia, la tensión norte/sur y la tensión 1978/2016. Es, pues,
un problema de definición del PSOE. Si es capaz de decidirse, habrá
Legislatura. Si no, habrá elecciones.
Quedamos a la espera.
Quedamos a la espera.
DdA, XII/3166
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