Fernando de Silva
Estamos
asistiendo, sin que muchos no se den cuenta de sus consecuencias, a
todo un cúmulo de despropósitos en cadena, para alimentar un frentismo
con el pueblo catalán, que está afectando ya a nuestra convivencia y
derivará, si no lo remediamos, en graves problemas futuros para todos.
Balcanizar nuestro país fomentando políticas cortoplacistas, con un
componente electoral a dos meses de unas generales, está creando una
quiebra social, con odios, recelos y descalificaciones, que podrá
convertirse en insuperable, si no ponemos freno inmediato a tanto
desatino.
Podremos
pensar que Mas es un corrupto que se ha pasado de frenada, y que se ha
subido al carro independentista para tapar sus vergüenzas. Es posible
que el fomento de la secesión en Cataluña venga motivado por su
incapacidad para resolver los problemas socioeconómicos internos, y su
victimismo hacia el resto de España engorde día a día el movimiento
independentista. Pero afrontar una situación creando un frente contra el
secesionismo para combatirlo con la aplicación de la "legalidad
vigente", dejando a un lado el sentido común, olvidándose de la
política, y todo ello motivado por ansias enfermizas de poder y por un
puñado de votos, es un error que tendrá nefastas consecuencias.
Para
solucionar un problema es preciso acudir a su raíz. Todo empezó cuando,
con el apoyo inequívoco de un denostado Zapatero y el respaldo de
nuestro parlamento, los catalanes decidieron en referéndum apoyar un
nuevo Estatuto con amplios márgenes de autonomía, cuyo avance se frustró
cuando el PP decidió acudir al Tribunal Constitucional para impedir su
desarrollo, creyendo que las decisiones democráticas de un pueblo se
pueden enmudecer con una Sentencia política, precisamente dictada por un
grupo de magistrados elegidos en su mayoría por quienes promovieron tal
desacertada iniciativa. Y de aquellos lodos vienen estos polvos,
porque desde la declaración de su inconstitucionalidad nada se ha hecho
por solucionar el problema generado y sí mucho para la desintegración
que se avecina. Porque de seguir así, que nadie lo dude, la historia
describirá cómo el Partido Popular se ha convertido desde entonces en el
principal instigador del secesionismo, y con sus políticas no ha hecho
más que fomentar el independentismo catalán, que crece como la espuma, y
ya parece no tener marcha atrás.
Se
puede entender que nuestra derecha, carente de convicciones
democráticas, apoyada por sus "Nuevas Generaciones" encarnadas en
Ciudadanos, abogue por crear un frente nacionalista para enfrentarse al
independentismo catalán, pero que se suban al carro del frentismo los
socialistas es todo un acto de cobardía impropia de un partido que dice
pretender regenerar el país y cambiar las formas de hacer política. Por
el contrario Pablo Iglesias, con sus abiertas discrepancias, está
demostrando que es la única cabeza pensante, a costa de ser
incomprendido por muchos, al defender que se apliquen en nuestra
inmadura democracia las reglas básicas de la propia democracia, que no
son otras que diálogo, política y consulta ciudadana, convirtiéndose con
ello en un estadista de primer nivel, a quien los ciudadanos que
queremos lo mejor para nuestro país deberíamos escuchar, y apoyar, para
recomponer una situación no querida aparentemente por nadie, pero
fomentada por quienes pretenden perpetuarse en el poder a través de sus
mezquindades.
Solo
nos falta sacar los tanques a la calle, dicho en términos dialécticos.
Las guerras, aunque sean incruentas, empiezan siempre así, con odios y
enfrentamientos, que acaban sacando a flote nuestras miserias humanas,
hasta generar heridas que nunca cicatrizan. Y todo ello por no admitir
una consulta popular, que es la esencia de la propia democracia. ¿Qué
estamos haciendo?. Y, salvo una excepción, los políticos que más
"prometen" son incapaces de estar a la altura de las circunstancias.
Urge que nos sentemos todos a hablar, dialogar, buscar soluciones,
adquirir compromisos, y recuperar una convivencia con Cataluña ya muy
deteriorada; pero carecemos de políticos de verdad, que sean capaces de
estar a la altura de las circunstancias... Nunca es tarde.
Sin la Venia DdA, XII/3120
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