El objetivo es dar un escarmiento que sirva de ejemplo a cualquier 
sindicalista que pretenda sacar los pies del cesto y ponga en evidencia 
las miserias del sistema.
Ana Cuevas
El pasado sábado se había convocado una concentración en apoyo de 
los compañeros de CNT, Armando y Justo, en la puerta del hospital 
zaragozano Miguel Servet. Ambos son trabajadores de mantenimiento que 
han sido expedientados  por la Gerencia del SALUD. Las acusaciones que 
se les imputan no pueden ser más rocambolescas. Armando, por haber 
colgado una fotocopia de una noticia del Heraldo de Aragón (en la que se
 hablaba de la corrupción en algunas esferas del sindicato CCOO) en un 
tablón de anuncios que antes pertenecía a CGT y en ese momento estaba 
abandonado. A Justo, por haber pintarrajeado, presuntamente, en un 
cartel electoral. Da la "casualidad" que los dos compañeros habían 
conseguido en los últimos tres años sentencias condenatorias contra el 
SAS que dejaron en evidencia los contratos en fraude de ley (por acúmulo
 de tareas) que debían reconvertirse en contratos de interinidad. Esto 
no gustó nada  a los gerifaltes del SALUD que, con la bendición de algún
 sindicato oficialista, habían conseguido hacer un ere encubierto que 
facilitó la pérdida de al menos 3000 puestos de trabajo en la sanidad 
aragonesa.
Por ello, y con la colaboración entusiasta de CCOO,
 Armando y Justo podrían ser despedidos. Cualquiera que trabaje en el 
SAS es conocedor de faltas mucho más graves que pasan desapercibidas y 
no tienen ninguna repercusión negativa para sus autores. Horarios 
laborales que se incumplen impunemente, material quirúrgico que 
desaparece y aparece en clínicas o consultas privadas o graves 
negligencias que se tapan para que no salgan a la luz.
Pero el
 caso de los compañeros de servicios técnicos es diferente. Lo que menos
 importa es la proporcionalidad entre las presuntas faltas y el castigo.
 El objetivo es dar un escarmiento que sirva de ejemplo a cualquier 
sindicalista que pretenda sacar los pies del cesto y ponga en evidencia 
las miserias del sistema. El hecho de pertenecer a CNT les convierte en 
presa fácil. Más aún cuando, algún sindicato "de orden", apoya e impulsa
 esta cacería.
Como he dicho al principio, el sábado hubo una 
concentración en su apoyo. Apenas una treintena de personas acudimos a 
mostrar nuestra solidaridad con los represaliados. Tuve la oportunidad 
de hablar con ellos. Me comentaron que el efecto disuasorio estaba dando
 sus frutos. Con anterioridad, se había convocado otra concentración de 
apoyo en el hospital y el miedo impidió que muchos y muchas mostraran su
 indignación.
Algunos trabajadores y trabajadoras de la 
limpieza sanitaria estuvimos allí. Nosotr@s probamos en carne propia, 
durante la huelga del 2013, los métodos mafiosos, las amenazas y los 
abusos que se utilizaron para reventar el conflicto. También tuvimos 
tres despedidos, que tuvieron que ser readmitidos, y que fueron elegidos
 al azar para dar el mismo mensaje: Si te meneas te rompo la madre. 
El
 miedo es un arma de destrucción de los derechos laborales. No es nada 
nuevo. Si no aprendemos a superarlo cerrando filas con los que han sido 
elegidos "cabezas de turco" las consecuencias serán funestas para todos.
 Es una cuestión de coraje, pero sobre todo de inteligencia. Uno a uno 
somos mortales pero, juntos, somos invencibles decía el bueno de 
Apuleyo.
Pero lo peor es 
el asco. La nausea que provoca la delación de otros representantes de 
los trabajadores por razones sibilinas. Si el sindicato al que 
pertenezco es acusado de corrupción, como sucede con CCOO, mi interés 
primordial sería limpiar la casa de alimañas. No matar al mensajero. EL 
corporativismo mal entendido ha logrado que los trabajadores pierdan la 
confianza en los sindicatos. Son los mayores responsables de su propio 
descrédito como organización y ponen en la picota a los delegados y 
delegadas que intentan hacer honestamente su labor sindical.
Habrá
 más concentraciones. No pensamos dejar que arrojen a Justo y Armando a 
los pies de los caballos. No pensamos callarnos ante una injusticia de 
este calibre. Hoy son ellos, mañana cualquiera de nosotros.
He
 hablado de asco, miedo y represión. Para finalizar quiero hacerlo de 
esperanza. Esperanza en que los compañeros no vuelvan a encontrarse 
prácticamente solos después de haber luchado por dignificar los puestos 
de trabajo de muchos de nosotros.
Esperanza
 en que, en la próxima concentración, las trabajadoras y trabajadores 
del SAS aparquen el miedo y la apatía para arropar a Justo y Armando. 
Para mandar también un mensaje a la administración: Si los tocáis a 
ellos, nos tocáis a todos.
Y, ¿por qué no?, esperanza en que 
los afiliados y afiliadas de CCOO reclamen a su sindicato más decencia 
en este asunto y mayor transparencia para evitar las corruptelas que 
ponen en entredicho su honorabilidad.
DdA, XII/3117

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