martes, 27 de octubre de 2015

ASCO, MIEDO Y REPRESIÓN EN EL SAS


El objetivo es dar un escarmiento que sirva de ejemplo a cualquier sindicalista que pretenda sacar los pies del cesto y ponga en evidencia las miserias del sistema.

Ana Cuevas

El pasado sábado se había convocado una concentración en apoyo de los compañeros de CNT, Armando y Justo, en la puerta del hospital zaragozano Miguel Servet. Ambos son trabajadores de mantenimiento que han sido expedientados  por la Gerencia del SALUD. Las acusaciones que se les imputan no pueden ser más rocambolescas. Armando, por haber colgado una fotocopia de una noticia del Heraldo de Aragón (en la que se hablaba de la corrupción en algunas esferas del sindicato CCOO) en un tablón de anuncios que antes pertenecía a CGT y en ese momento estaba abandonado. A Justo, por haber pintarrajeado, presuntamente, en un cartel electoral. Da la "casualidad" que los dos compañeros habían conseguido en los últimos tres años sentencias condenatorias contra el SAS que dejaron en evidencia los contratos en fraude de ley (por acúmulo de tareas) que debían reconvertirse en contratos de interinidad. Esto no gustó nada  a los gerifaltes del SALUD que, con la bendición de algún sindicato oficialista, habían conseguido hacer un ere encubierto que facilitó la pérdida de al menos 3000 puestos de trabajo en la sanidad aragonesa.
Por ello, y con la colaboración entusiasta de CCOO, Armando y Justo podrían ser despedidos. Cualquiera que trabaje en el SAS es conocedor de faltas mucho más graves que pasan desapercibidas y no tienen ninguna repercusión negativa para sus autores. Horarios laborales que se incumplen impunemente, material quirúrgico que desaparece y aparece en clínicas o consultas privadas o graves negligencias que se tapan para que no salgan a la luz.
Pero el caso de los compañeros de servicios técnicos es diferente. Lo que menos importa es la proporcionalidad entre las presuntas faltas y el castigo. El objetivo es dar un escarmiento que sirva de ejemplo a cualquier sindicalista que pretenda sacar los pies del cesto y ponga en evidencia las miserias del sistema. El hecho de pertenecer a CNT les convierte en presa fácil. Más aún cuando, algún sindicato "de orden", apoya e impulsa esta cacería.
Como he dicho al principio, el sábado hubo una concentración en su apoyo. Apenas una treintena de personas acudimos a mostrar nuestra solidaridad con los represaliados. Tuve la oportunidad de hablar con ellos. Me comentaron que el efecto disuasorio estaba dando sus frutos. Con anterioridad, se había convocado otra concentración de apoyo en el hospital y el miedo impidió que muchos y muchas mostraran su indignación.
Algunos trabajadores y trabajadoras de la limpieza sanitaria estuvimos allí. Nosotr@s probamos en carne propia, durante la huelga del 2013, los métodos mafiosos, las amenazas y los abusos que se utilizaron para reventar el conflicto. También tuvimos tres despedidos, que tuvieron que ser readmitidos, y que fueron elegidos al azar para dar el mismo mensaje: Si te meneas te rompo la madre.
El miedo es un arma de destrucción de los derechos laborales. No es nada nuevo. Si no aprendemos a superarlo cerrando filas con los que han sido elegidos "cabezas de turco" las consecuencias serán funestas para todos. Es una cuestión de coraje, pero sobre todo de inteligencia. Uno a uno somos mortales pero, juntos, somos invencibles decía el bueno de Apuleyo.
Pero lo peor es el asco. La nausea que provoca la delación de otros representantes de los trabajadores por razones sibilinas. Si el sindicato al que pertenezco es acusado de corrupción, como sucede con CCOO, mi interés primordial sería limpiar la casa de alimañas. No matar al mensajero. EL corporativismo mal entendido ha logrado que los trabajadores pierdan la confianza en los sindicatos. Son los mayores responsables de su propio descrédito como organización y ponen en la picota a los delegados y delegadas que intentan hacer honestamente su labor sindical.
Habrá más concentraciones. No pensamos dejar que arrojen a Justo y Armando a los pies de los caballos. No pensamos callarnos ante una injusticia de este calibre. Hoy son ellos, mañana cualquiera de nosotros.
He hablado de asco, miedo y represión. Para finalizar quiero hacerlo de esperanza. Esperanza en que los compañeros no vuelvan a encontrarse prácticamente solos después de haber luchado por dignificar los puestos de trabajo de muchos de nosotros.
Esperanza en que, en la próxima concentración, las trabajadoras y trabajadores del SAS aparquen el miedo y la apatía para arropar a Justo y Armando. Para mandar también un mensaje a la administración: Si los tocáis a ellos, nos tocáis a todos.
Y, ¿por qué no?, esperanza en que los afiliados y afiliadas de CCOO reclamen a su sindicato más decencia en este asunto y mayor transparencia para evitar las corruptelas que ponen en entredicho su honorabilidad.

DdA, XII/3117

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