Lazarillo
Mi estimada colega Rosa María Artal publica hoy en Eldiario.es un exclente artículo, el más agudo y oportuno que se puede escribir ahora, en las actuales circunstancias que se viven en Europa con las oleadas de refugiados que nos llegan de oriente. Quienes como este Lazarillo han investigado más o menos a fondo el periodo europeo que tendió sobre Europa la sombra del fascismo y dio origen al conflicto armado más sangriento en la historia de la humanidad, estamos más o menos familiarizados con titulares como el que Artal da a su artículo: El gran peligro de Europa es el auge del fascismo. Una revisión de los diarios progresistas españoles de los años treinta daría como resultado la reiteración de títulos así, respondiendo a contenidos muy similares -salvando las distancias que marcan dos épocas distintas- al que mi colega firma hoy en el citado periódico. Es como para preocuparse, sobre todo porque ese conocimiento del pasado -sobre todo en España- no forma parte del bagaje cultural de conciencia histórica que debería haberse inculcado en las jóvenes generaciones:
Sorteando alambradas, protegiendo a sus hijos
Rosa María Artal
Los ves bajar de la barcaza, llorando, ateridos de
frío y miedo. Padres y madres que cargan a sus hijos. Mujeres entradas
en años, obligadas a afrontar el riesgo de un viaje incierto por huir de
una vida aún peor. Ancianos que han de ser sostenidos por otros para
caminar. Los propios chiquillos que han ofrecido una cadena de
expresiones con todos los registros, hasta llegar al cuerpo inerte del
niño-niño como dormido en la derrota que no le permitirá despertar
jamás.
Algunos, los más jóvenes sobre todo, muestran
alegría en las metas superadas. Pero todos ellos han de sortear después
el calvario que la Unión Europea y algunos países en particular les
deparan. Desde alambradas con cuchillas -de fabricación española, por
cierto- a engaños y encierro. Y cuando casi vislumbran la meta les
levantan una barricada más. Tenemos las retinas llenas de sus caras, su
dolor, sus carreras, su resolución. Son una evidencia que sacude la
infinita hipocresía de Europa, una conmoción para las conciencias, si se
tienen. Europa se derriba a sí misma al hundir Schengen.
Es posible advertir a los periodistas que trabajan sobre
el terreno -salvo la desnaturalizada húngara Petra Laszlo cuyas excusas
no cuelan- sobrepasados por la magnitud de la tragedia. La Europa de la
austeridad ha resucitado hasta los campos de concentración para recluir
a los enemigos… de la codicia, a sus víctimas hoy más ostensibles. Una
doctora española cuenta a Ana Jiménez de TVE que los centros de
internamiento -de reclusión en realidad- de Hungría están peor dotados y
atendidos que los de África. Olga Rodríguez aguanta el tipo para describir el trato inhumano que reciben: como animales. Como piara de cerdos, sí, les echan comida guardias húngaros al servicio del gobierno ultraderechista de Viktor Orban. Gobierno votado en las urnas, naturalmente, por individuos con ese derecho.
Hungría lidera el fuerte impulso de algo que se parece extremadamente
al fascismo y varios países cercanos se están situando en la misma
órbita. Este martes pone en vigor una ley más del corte autoritario que
le caracteriza y que le permitirá hasta encarcelar emigrantes. Y así
vemos a la embajadora húngara en España declarar en La Sexta Columna, de
A3Media, que les preocupa “la composición étnica de Europa”.
La malcarada, agria y soberbia representante de un país casi
irrelevante en la cada vez más irrelevante Unión Europea se permite
situarse como modelo étnico y decidir quién lo cumple y quién no.
Asombra la desproporcionada autoestima de esta gente que se cree
superior a otros. Y el peligro que entraña la defensa de esa pretendida
pureza racial con estos métodos. El fantasma de los años 30´revive tal
cual.
Orban, el amigo de Aznar,
“preocupa desde hace tiempo en Europa”, dicen, pero no han movido un
dedo para pararlo. Ni uno. La mano, para darle palmaditas en la espalda.
Grecia es ejemplo de que, cuando el mando en Bruselas quiere ejecutar y
castigar a alguien, lo hace sin la menor contemplación. Claro que solo
es cuando adeuda dinero, no derechos. Marine Le Pen y Sarkozy en
Francia, los ultras de los países nórdicos que se adueñan de las
encuestas, Cameron que ha salido del armario de derecha radical con su
mayoría absoluta, el PP español al que el húngaro considera su mejor
aliado… Ya están aquí. Parecía una broma –el efecto Godwin, decían- y
los tenemos tomando decisiones. Y ganando poder por días.
Los que más asusta son ciertos especímenes humanos. Los que pegan y
prenden fuego a refugiados, y los que preparan las hogueras. “Yo esto de
los refugiados lo arreglaba fácil: cuatro bombas y fuera. Total se
están matando en sus países”, escuché decir con mis propios oídos al
conductor de un microbús, jaleado previamente por un grupo de mujeres
ignorantes y racistas. Escenas como ésta se suceden y cualquiera las
relata.
De nada les valen los convenios internacionales, todas las normas que Europa está incumpliendo con
los refugiados o la escasa proporción de su número: los llegados entre
2014 y 2015 suponen el 0,065 de la población de la UE. Políticos sucios y
periodistas a su servicio con el mismo tizne lanzan y recogen la cuerda
para identificar migrantes con terrorismo. Cuando hasta Alemania ha
negado esa relación. Todo argumento es inútil si el racismo anida en
esos seres embrutecidos y oscurantistas.
La derecha
neoliberal, más o menos xenófoba, controla el temario del debate en
favor de sus intereses de poder y económicos. Han logrado colar el
discurso que les conviene y, en lugar de estar hablando de por qué se
permiten campos de concentración en Europa y la violación de los
derechos humanos, se induce la asociación de migrantes con terrorismo.
Pura técnica goebbeliana en la que caen hasta periodistas
bienintencionados.
El PP ha pedido defender a la industria armamentística y
lo que ellos entienden por informar a los ciudadanos de los beneficios
que produce la investigación en este terreno. La investigación y las
ganancias empresariales que cuida con esmero el Ministro Morenés. No
necesitan fingir. Esta es la hipocresía europea, dado que los
principales vendedores de armas están aquí y en EEUU y esas armas han
servido en algunos casos para violar derechos humanos. En países de los
que, como Siria, ahora huyen los ciudadanos. Sus votantes no se lo
cuestionan.
Crecen los pobres y los multimillonarios. Para eso se gobierna. El último informe de Intermon Oxfam
así lo demuestra una vez más. Los recortes y la política fiscal tienen
una influencia directa en el aumento de la desigualdad. Y, tras
comprobar sus resultados, los presupuestos 2016 ahondan en la misma
dirección, según la ONG. En España se han duplicado los multimillonarios
y ya hay tres millones de pobres. Más del 50% de los hogares no llega a
fin de mes. Un lector comento: “Y ahora encima los sirios”. No acabemos con este atropello que me quita lo mío para aumentar el lujo de unos pocos,
no: los sirios. Baja la cerviz y calla: que paguen los sirios. Hasta
que la voracidad de la codicia y la hipocresía lleve la emigración a su
puerta.
La muerte de Aylan, los ahogados de cada día,
las decenas de criaturas arrastradas por los caminos, las vallas, las
terribles escenas que muestran los informativos, han cambiado la
percepción de otras muchas personas. Por eso, algunos políticos –como el
PP de las alambradas con cuchillas y de los muertos de Ceuta- se mueve
internando contentar a las distintas sensibilidades. A los racistas y a quienes les incomoda lo que ocurre.
Preocupa en la ultraderecha de la UE “la composición de la etnia
europea” Y la Hungría que cierra caminos, encarcela migrantes y los
trata como animales es la que, según parece, se ha arrogado el derecho
de repartir los carnés de pureza étnica. Y todavía hay quienes piensan
que no pasa nada.
Miles de personas están saliendo a
la calle en apoyo de los refugiados políticos y económicos. Varias
ciudades toman la iniciativa para crear una red de acogida, desde Barcelona a París. Organizaciones No Gubernamentales piden a Europa que cumpla,
los desplazados no pueden esperar. La gran esperanza, la única, es que
estas mareas muevan a la Europa que se unió –aunque como alianza
económica- precisamente para combatir el fascismo que desintegró sus
pueblos, el que está volviendo a arraigar en ella. El ascenso del
fascismo es hoy uno de nuestros más graves problemas.
DdA, XII/3080
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