Las corridas de toros son una
representación cruel y violenta que implica el maltrato público, la
muerte y tortura de un ser vivo convertida en espectáculo. Deben desaparecer del horizonte de lo ético y legalmente aceptable en
nuestro país.
Ignacio González
En estos días, con la anuencia y el apoyo económico
de las administraciones locales, especialmente, y la complacencia de
las demás, este país se dispone a la recurrente exaltación del más
rancio espectáculo que quepa contemplarse, del más rancio y de uno de
los más crueles: las corridas de toros.
En España, el vacío legal en el reconocimiento de los derechos de
los animales es tan amplio como el conjunto de prácticas rituales e
industriales que implican muerte, tortura o maltrato animal. Lanzar
cabras desde campanarios, encender bolas de fuego en los cuernos de los
toros hasta su desesperación o lancearlos durante horas hasta la muerte
para regocijo de la plebe, colgar a galgos por el cuello dejando que
rocen el suelo con los pies para prolongar su agonía cuando ya no sirven
para la caza, peleas de gallos o hacinamiento de animales para el
comercio son solo unos pocos ejemplos de las crueles prácticas de
nuestra sociedad y también de nuestra “cultura”, las fiestas “populares”
españolas.
Pero la “fiesta nacional”, las corridas de toros, son una
representación cruel y violenta que implica el maltrato público, la
muerte y tortura de un ser vivo convertida en espectáculo, con lo cual
debe desaparecer del horizonte de lo ético y legalmente aceptable en
nuestro país.
Ninguna sensibilidad mínimamente progresista y compasiva puede
disfrutar con la tortura pública de un animal. Es inadmisible intentar
legitimar esta práctica con argumentos como la tradición o la estética,
en una sociedad moderna, pluralista y democrática. Nadie, en ninguna
otra situación, admitiría que el placer estético o la tradición son
fuentes de legitimación de acciones que dañan gravemente a otro ser
vivo.
Con lo cual tampoco es admisible que con estos “argumentos” se
intente justificar el daño a un animal. Ni la tradición ni el arte
legitiman moralmente. Como tampoco lo hace el pretexto de conservar al
“toro bravo”, Los “toros bravos”, ya lo escribí alguna vez, no son una
especie, a lo sumo son una raza y pueden conservarse, como otras muchas
razas y especies, sin necesidad de maltratarlas. La biodiversidad no
depende de la tauromaquia, sino de políticas sostenibles efectivas.
Las corridas de toros deben ser abolidas y ni un solo euro de las
administraciones públicas debe ir destinado a la promoción de dichos
espectáculos, porque en España no habrá una auténtica cultura de respeto
y protección de los derechos de los animales hasta que se haya cerrado
la última plaza de toros, cerrado o reconvertido como espacio para la
cultura.
La simple legislación autonómica existente en la actualidad es muy
desigual y claramente insuficiente. Es necesaria una legislación estatal
básica que implique el reconocimiento de los derechos de los animales y
su efectiva protección, mediante la vía penal y administrativa. La
Constitución española debería seguir la senda abierta por la
Constitución alemana y otorgar rango constitucional a los derechos de
los animales. El reconocimiento de los mismos constituye un signo de
humanización y civilización que ha alcanzado una sociedad. Por tanto, la
ampliación de la protección de los derechos, a seres vivos no humanos,
se convierte en un indicador de la madurez y calidad de cualquier
sistema democrático.
Los animales han sido considerados hasta ahora como objetos o
juguetes, negándoles cualquier semejanza con nosotros. Ello se debe a
nuestro “fascismo de especie', que concibe al ser humano en guerra
permanente de explotación y exterminio sobre el resto de los seres
vivos, convirtiéndolos en inferiores a nosotros y representándolos como
seres que no sufren. Va por ustedes, gentes sensatas.
DdA, XII/3056
1 comentario:
Si organizar corridas es para "conservar la especie", ya tendríamos resuelta la conservación del lince, ¿no?:
http://minombre.es/miramamolin/2005/04/05/lynxemaquia-por-miramamoln-el-moro/
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