lunes, 17 de agosto de 2015

CHIRBES: LA LITERATURA NO SIRVE MÁS QUE PARA CONTAR LA INFAMIA PERMANENTE

 “La literatura no sirve más que para contar la infamia permanente”. (Rafael Chirbes).
Luis Arias

Una prosa con sabor aguardentoso. Unas tramas narrativas que están muy lejos de perseguir lo políticamente correcto. Un universo literario muy centrado, hasta las mismas entrañas, en el aquí y el ahora de este país. Una obra literaria que, sin duda, será siempre una referencia obligada para adentrarse en la mediocridad y mezquindad de nuestro presente más inmediato.
Alejado de farándulas, indiferente a los coros y danzas oficiales de cualquier pesebre, lo suyo era la ambición por dar cuenta de los entresijos de una sociedad cada vez más putrefacta y desencantada.
Tras su muerte, hay voces que se suman a los lamentos y pesadumbres, entre ellas, las de quienes representan justamente todo lo contrario del significado de la obra de Chirbes. Pero eso está siempre en el guion: santificar a los muertos y reclamar a quien fue independiente y honesto como uno de los suyos. ¡Cuánta hipocresía!
En una época de consignas y beateríos, en un reinado del pensamiento blando y ñoño, en un tiempo en que la indignación aleja de los pesebres, en un mundillo farandulero marcado por la misma corrupción que el propiamente político, la obra de Chirbes  representa un bofetón en toda regla a tanta impostura, a tanta necedad, a tanta estupidez.
Lo dicho: la prosa que sabe a aguardiente,  la extrema dureza de la falta de escrúpulos, la sordidez extrema que vampirizó cualquier ideal, cualquier grandeza. Las caídas del caballo de muchos que empezaron con poses revolucionarias y terminaron por ser unos virtuosos de las mordidas y los pelotazos, con sus pretendidas argumentaciones vomitivas e inconsistentes a más no poder, la falacia de una vida pública que tiene de casi todo menos proyecto de sociedad o de país.
Mundo y submundo el nuestro que tiene su cabida en las novelas de Chirbes. De algún modo, es el Galdós de nuestros días, en lo que se refiere a la plasmación literaria de este tiempo que es el nuestro. Una obra que es también todo un alegato contra lo descafeinado, contra toda suerte de sucedáneos.
¿Qué decir de “Crematorio”? Imprescindible lección de lo que es la vida pública actual, donde salen a la luz tantas y tantas miserias, donde lo metafórico se cubre y recubre de paradoja, donde lo simbólico adquiere, en aparente contradicción, un realismo crudo y cruento, donde no hay lugar para las medias tintas.
¿Quiere usted llevar en su mochila unos cuantos libros que le sirvan de catarsis contra las servidumbres y sordideces de esta época, contra los cinismos, traiciones y renuncios? Pues cargue usted en ella los libros de Chirbes y de Belén Gopegui. Puedo asegurarle que echará fuera todos los ardores que le torturaban el estómago.

DdA, XII/3056

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