Fernando de Silva
Tras
las elecciones del 24M, para satisfacción de una mayoría consciente de
su triunfo y el sufrimiento de los grandes derrotados, la palabra
Podemos es la más pronunciada por todos. Y es que estos bolivarianos
radicales de ultra-izquierda tarde o temprano van a salirse con la suya,
y están dispuestos a acabar con la democracia, pero en las urnas y por
voluntad popular.
Bromas
aparte, la resaca de las elecciones del pasado domingo está poniendo a
cada uno en su sitio, y las tertulias de la derecha ultra-conservadora,
es decir casi todas, se han convertido en más que divertidas, y muy
pronto competirán con Sálvame de Lux, como programas de entretenimiento y
de exhibición de las bajezas morales más exóticas; destacando, como
bufón de la corte de Don Mariano, a un tal Marhuenda, que ni las
tempestades consiguen despeinar.
Los
momentos que vivimos sirven para distinguir entre los que son realmente
demócratas y quienes solo se disfrazan para aparentarlo, con el único
objetivo de alcanzar el poder, y utilizarlo después de forma espuria
contra los que lo han permitido con sus votos. Y en este grupo incluyo a
la mayoría de los dirigentes del PP, por ser nulas sus convicciones
democráticas, y a sus cortesanos mediáticos. La genética está de moda y
no están dispuestos a traicionar las leyes de la biología, que para eso
tienen pasado.
Los
grandes derrotados, y en ellos incluyo al Partido Popular y a sus
medios afines, no acaban de asimilar que los ciudadanos han hablado en
las urnas, y asumen con sus votos que la pluralidad es buena y el pacto
será constructivo y necesario en el futuro inmediato. Nadie debe
rasgarse las vestiduras porque así sea, y resultará muy positivo para
erradicar cualquier tentación de corromperse. No cabe duda de que con
el entendimiento entre los más afines se fortalecerá la democracia, al
priorizarse la defensa de los intereses de los ciudadanos por encima de
los partidos, y eso es bueno para todos.
Quienes así no lo crean, es que no han entendido nada.
SinLaVenia DdA, XII/3013
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