Rodrigo Vázquez de Prada
La reciente aparición de La guerra civil como moda literaria (Clave Intelectual, 2015),
 de David Becerra Mayor (1984), ha vuelto a remover con fuerza las 
estancadas aguas de la crítica literaria en nuestro país. Sin duda 
alguna, el efecto que está causando el magnífico ensayo de este joven 
doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid y 
director de Estética y Literatura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), se asemeja en gran medida al que produjo en los últimos años de la década de los setenta y primeros de los ochenta la Historia Social de la Literatura Española (Castalia, 1978),
 un hito decisivo en la historia del análisis marxista de la creación 
literaria en lengua española escrito por su maestro, Julio Rodríguez 
Puértolas (1936), junto a Carlos Blanco Aguinaga (1926- 2013) e Iris M. 
Zabala (1936).
En efecto, en aquellos años primeros de la Transición, los tres tomos de la Historia social de la Literatura Española constituyeron
 un valioso, clarificador y riguroso estudio crítico y un certero 
aldabonazo en el ámbito del conocimiento en profundidad de nuestra 
narrativa al abordar el corpus principal de la historia literaria de 
nuestro país situándola en su contexto histórico social y desde la 
perspectiva de su matriz ideológica. Un tipo de análisis que no se había
 realizado apenas por estos lares. Y subrayo el apenas, porque, justo es
 recordarlo, en una línea próxima de investigación en 1974 había llegado
 a las librerías otro ensayo de particular interés en este mismo 
dominio, la Teoría e historia de la producción literaria. Las primeras literaturas burguesas. Siglo XVI, de
 Juan Carlos Rodríguez, catedrático de la Universidad de Granada y 
discípulo del francés Louis Althusser, con el que había trabajado en la École Normale de
 París. Pero, lamentablemente, sobre aquella obrase se ejerció una 
poderosa conspiración del silencio, un recurso frecuentemente utilizado 
por los mandarines de la cultura cuando aparece un trabajo que pone en 
cuestión el canon que ellos acuñan.
Los autores de la Historia social…, durante años profesores 
en diversas universidades extranjeras, especialmente de EE.UU., formaban
 ya en aquella época parte del mejor elenco de nuestros investigadores 
literarios y eran conocidos por sus enfoques críticos e innovadores. 
Así, Carlos Blanco Aguinaga, había alcanzado ya un serio prestigio con 
la edición de Juventud del 98 (1970) y De mitólogos y novelistas (1975); la puertorriqueña Iris M. Zavala había escrito obras de particular relevancia como Masones, comuneros y carbonarios (1970) e Ideología y política en la novela española del siglo XIX (1979); y Julio Rodríguez Puértolas, después de haber sacado a la luz ediciones críticas del Poema de Mio Cid, el Romancero, La Celestina, o la poesía de Jorge Manrique, había publicado ya un sugerente y revelador estudio sobre el autor de los Episodios Nacionales, Galdós. Burguesía y revolución (1975) así como Literatura, historia y alienación (1976). Años
 después, escribiría otro libro también incómodo para muchos, que causó 
igualmente un gran revuelo entre los críticos literarios y, como era de 
esperar, entre los autores vivos en aquellos años a los que se refería, Literatura fascista española (1986); un asunto éste al que ya se había acercado en el tercer volumen de la Historia social de la literatura (1979) y, poco después, en 1981, en la ponencia que presentó en el Congreso Internacional de Hispanistas, celebrado en Roma.
+@El artículo sigue en Crónica Popular 
DdA, XII/3006
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