martes, 19 de mayo de 2015

"LA GUERRA CIVIL COMO MODA LITERARIA": UN AJUSTE DE CUENTAS NECESARIO

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Rodrigo Vázquez de Prada

La reciente aparición de La guerra civil como moda literaria (Clave Intelectual, 2015), de David Becerra Mayor (1984), ha vuelto a remover con fuerza las estancadas aguas de la crítica literaria en nuestro país. Sin duda alguna, el efecto que está causando el magnífico ensayo de este joven doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid y director de Estética y Literatura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), se asemeja en gran medida al que produjo en los últimos años de la década de los setenta y primeros de los ochenta la Historia Social de la Literatura Española (Castalia, 1978), un hito decisivo en la historia del análisis marxista de la creación literaria en lengua española escrito por su maestro, Julio Rodríguez Puértolas (1936), junto a Carlos Blanco Aguinaga (1926- 2013) e Iris M. Zabala (1936).
En efecto, en aquellos años primeros de la Transición, los tres tomos de la Historia social de la Literatura Española constituyeron un valioso, clarificador y riguroso estudio crítico y un certero aldabonazo en el ámbito del conocimiento en profundidad de nuestra narrativa al abordar el corpus principal de la historia literaria de nuestro país situándola en su contexto histórico social y desde la perspectiva de su matriz ideológica. Un tipo de análisis que no se había realizado apenas por estos lares. Y subrayo el apenas, porque, justo es recordarlo, en una línea próxima de investigación en 1974 había llegado a las librerías otro ensayo de particular interés en este mismo dominio, la Teoría e historia de la producción literaria. Las primeras literaturas burguesas. Siglo XVI, de Juan Carlos Rodríguez, catedrático de la Universidad de Granada y discípulo del francés Louis Althusser, con el que había trabajado en la École Normale de París. Pero, lamentablemente, sobre aquella obrase se ejerció una poderosa conspiración del silencio, un recurso frecuentemente utilizado por los mandarines de la cultura cuando aparece un trabajo que pone en cuestión el canon que ellos acuñan.
Los autores de la Historia social…, durante años profesores en diversas universidades extranjeras, especialmente de EE.UU., formaban ya en aquella época parte del mejor elenco de nuestros investigadores literarios y eran conocidos por sus enfoques críticos e innovadores. Así, Carlos Blanco Aguinaga, había alcanzado ya un serio prestigio con la edición de Juventud del 98 (1970) y De mitólogos y novelistas (1975); la puertorriqueña Iris M. Zavala había escrito obras de particular relevancia como Masones, comuneros y carbonarios (1970) e Ideología y política en la novela española del siglo XIX (1979); y Julio Rodríguez Puértolas, después de haber sacado a la luz ediciones críticas del Poema de Mio Cid, el Romancero, La Celestina, o la poesía de Jorge Manrique, había publicado ya un sugerente y revelador estudio sobre el autor de los Episodios Nacionales, Galdós. Burguesía y revolución (1975) así como Literatura, historia y alienación (1976). Años después, escribiría otro libro también incómodo para muchos, que causó igualmente un gran revuelo entre los críticos literarios y, como era de esperar, entre los autores vivos en aquellos años a los que se refería, Literatura fascista española (1986); un asunto éste al que ya se había acercado en el tercer volumen de la Historia social de la literatura (1979) y, poco después, en 1981, en la ponencia que presentó en el Congreso Internacional de Hispanistas, celebrado en Roma.

+@El artículo sigue en Crónica Popular

DdA, XII/3006

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