Los
tiempos están cambiando y muchos protagonistas de la política de
siempre aún no se han enterado. Asistimos a un escenario político nuevo,
y nuevas deben ser las maneras de enfrentar el futuro inmediato; pero, a
juzgar por los titulares de los periódicos, ni PP ni PSOE se han
percatado de que el cambio de cromos o el reparto de cargos y sillones
son el pasado a superar. E incluso los medios de comunicación deben de
ser reeducados para asimilar esta nueva situación, y contar las cosas de
otra manera.
Dejando
al margen la esperpéntica espiral de Esperanza Aguirre, calificada por
algún psicoanalista como "estado de enajenación mental fuerte", que
incluso es contagioso dada la actitud de muchos compañeros de partido,
es lo cierto que los resultados de las últimas elecciones municipales y
autonómicas están contribuyendo a que se visualice en los medios que
ahora toca mercadear con los votos de los ciudadanos, sin percatarse de
que han votado programas y no personas.
Es
lógico pensar que los más afines deberán de apoyarse y que los pactos
antinatura no serán bien vistos por quienes han apoyado a cada uno de
los partidos en liza. Pero de ahí a dar por hecho que Podemos, PSOE e IU
formarán un bloque, hay un trecho. Es preciso anteponer los programas
frente a las siglas, y a los ciudadanos frente a los intereses de los
partidos. El cambio generado en las urnas tiene que tener un fiel
reflejo en las nuevas políticas a llevar a cabo, en las que es preciso
priorizar la protección social de los ciudadanos.
Podemos
está obligado a colocar las lineas rojas para alcanzar cualquier pacto
programático, que no necesariamente debe de ser de gobierno. Y solo
permitirá, con su abstención o con sus votos, que gobierne otro partido,
si existe un compromiso escrito y público de asumir la lucha decidida
contra la corrupción, la absoluta transparencia en la gestión política,
la reducción de cargos políticos y de sus remuneraciones, la
participación de la ciudadanía en las decisiones importantes, y el
rescate ciudadano para los más afectados por las políticas de ajustes; y
en esta última medida va incluido que no se permita ni un solo
desahucio sin que previamente exista alternativa para el realojo en unas
condiciones dignas. No podemos permitir que ni un solo ciudadano se
quede en la calle sin que sepa dónde va a dormir horas después, así de
claro y sencillo.
Las
ideologías no se definen por las siglas sino por los programas y los
compromisos adquiridos ante la ciudadanía, que deben de ejecutarse sí o
sí. Se acabó la vieja política de prometer y no cumplir. Y todo lo que
se pacte debe plasmarse con luz y taquígrafos, y si es necesario ante
notario, lo que exige la máxima publicidad.
Como
ha dicho Manuela Carmena la reinserción es posible, como factible es
que se pueda salir de la casta. Y quien no asuma que la forma de hacer
política ha cambiado, quedará fuera de ella.
DdA, XII/3017
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