La regeneración política y las nuevas maneras de estar en la cosa
pública están en manos de jetas y trapisondistas que un día piden el
voto para estos y mañana para los otros.
Jaime Poncela
La política tiene un indudable valor educativo. Lo acaba de demostrar
su señoría Ignacio Prendes ejemplificando de manera esquemática,
clarita y para todos los públicos lo que es la jeta en la acepción de
“desfachatez” que recoge el ameno diccionario de la Real Academia
Española. Cuando el señor Prendes era un concienciado estudiante y se
encerraba en las sacristías de las iglesias demandando el 0,7% del PIB y
la solidaridad mundial, tal vez soñaba ya con convertirse en un
repúblico notable amarrado al duro banco de la galera parlamentaria. Y
ahí lo tenemos. Quien se nos ha presentado durante estos cuatro años
como el árbitro de todas las comisiones parlamentarias, un Perry Mason
de la alcantarilla autonómica, el hombre mesurado, moderado y flemático
que le bailó el agua al PSOE y al PP con excelentes resultados para
todos, se ha revelado en menos de una semana como un trapecista más del
circo político que, sin apenas despeinarse, no ha acabado el mandato con
un partido para ser ya el candidato de otro. ¡Ale hop! Quienes
prestaron sus votos a UPyD porque se fiaban de la palabra del letrado
Prendes, ese chico tan formal, se habrán quedado alelados al verle ahora
prestando su jeta (en su acepción de rostro humano en este caso) al
inminente cartel de Ciudadanos.
Lo que parece claro es que don Prendes ha sido durante estos años un
alumno aventajado de su ahora odiada Rosa Díez, máxime en lo tocante a
considerar la política como una carrera vitalicia. La señora Díez, otra
jeta de altos vuelos con ese aire tan calcado a Cruella de Vil, aunque
en vez de despellejar perritos se dedica a desollar a los críticos, no
quiere que le hagan sombra y el señor Prendes no quieren que le hagan
astillas porque lo que él quiere es seguir en la pomada. Así que viendo
llegar el Armagedón magenta puso en liquidación por derribo su escaño,
su programa electoral y hasta su media docena de asesores (igual entran
en la negociación de su traspaso al cotolengo del señorito Rivera, ya se
verá) y se siente ya un hombre nuevo en su nuevo traje. ¿Quién es el
verdadero Prendes? ¿El de la cosa magenta? ¿El de Albertito Rivera? A
ver si aún no se ha descubierto a sí mismo y en las próximas elecciones
se apunta a Podemos.
La regeneración política y las nuevas maneras de estar en la cosa
pública están en manos de jetas y trapisondistas que un día piden el
voto para estos y mañana para los otros. Pronto conseguirán que no
votemos a ningunos.
Artículos de Saldo DdA, XII/2973
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