Jesús Cintora, con diferentes hashtags, lleva cuatro días consecutivos siendo trending topic
en twitter. Y desconozco si esto ha ocurrido en alguna otra ocasión
(creo que no), pero no me parece sorprendente que ocurra en este caso.
Profundizaremos en ello.
Se ha repetido hasta la saciedad durante
los últimos 30 años que la sociedad española era de centro, y se ha
repetido tanto, que, al final, parecía más un intento por convertir un
deseo en realidad, que el que esa afirmación fuera una realidad en sí
misma. Especialmente en este país, en el que cuando se habla de
“centralidad”, suele significar derecha.
Y será todo lo “central” que se quiera,
que no digo que no exista una parte de la población que compre ese
discurso, pero, cuando aparece alguien que habla claro y apunta a la
ruptura meridiana con lo tradicional, con lo establecido, acudimos en
masa como las moscas a la miel.
Si uno se pone a repasar los primeros
discursos de aquel Felipe González de la chaqueta de pana, difícilmente
llegará a esa conclusión de la moderación y la centralidad
ideológica que se nos supone. De hecho, el (falso) discurso de aquel
desconocido, era mucho más radical que cualquiera de los que pudiera
haber hecho el Pablo Iglesias de hace un año (no digamos del de ahora).
¿Hablamos de “independentismo”?¿O mejor hablamos de relaciones con “dictadores”?
¿Y qué pasó?
Pasó que gracias a un pueblo
tremendamente ilusionado, y puede que precisamente por esa radicalidad,
acabaron ganando las elecciones. Lo que pasó más tarde también lo
sabemos.
Años después de que el “eurocomunismo”
de Carrillo se estrellara, después de que Gerardo Iglesias volviera a la
mina y de que González fuera ya una alternativa de “mal menor”,
apareció un tal Julio Anguita. Y ese tal Julio Anguita hablaba claro,
muy claro. Y desde luego lo hacía con convicción (recomiendo buscar un
artículo del año 87. “Un dilema que esteriliza”). Y en un país que había
vivido ya entonces 50 años de anticomunismo en vena y en hercios, y sin
crisis (en el 89 no se percibía tal situación), un comunista se plantó
en sus primeras elecciones (con 10 millones de habitantes menos que
ahora, y sin internet) en casi dos millones de votos, y en sus últimas
elecciones en casi tres.
Y se lo cargaron. Pero a Julio, aunque
todo influyera, no se lo cargó ninguna “pinza”, ni decir a las claras lo
que era el PSOE, ni un infarto, y ni siquiera los medios de
comunicación. Se lo cargaron los intereses bastardos de unos cuantos que
se decían de izquierdas. Y supongo que el hartazgo. Tras él IU nunca se
volvió a acercar a aquellos resultados, quizá porque nunca más se
propuso ser una alternativa.
Y ahora nos encontramos con que un montón de gente se vuelca en las redes sociales para reivindicar la figura de un periodista.
¿Y qué hace tan especial a ese periodista para que tanta gente no consienta lo que le han hecho?
Igual me equivoco, pero me da la
sensación de que es porque navega a contracorriente, porque es
auténtico, porque no actúa, porque no es “imparcial”, y porque cree en
lo que hace y lo hace a pesar de las consecuencias. Lo que es evidente
es que nadie saldría en defensa de un pelele.
Y por qué no decirlo. También porque
ayudó y mucho, dejando participar a un desconocido con coleta que
hablaba muy claro, a que Podemos sea lo que hoy es. Y quizá por eso,
entendiendo que quizá no interesen ciertos apoyos ni al propio Cintora,
no me ha gustado que nadie de Podemos salga a criticar en público lo
sucedido. Aunque más allá de hablar como colectivo, siempre se puede (y
creo que se debe) expresar la opinión personal.
Visto lo visto, ¿seguro que este país es
tan “de centro”? ¿Seguro que son los medios, los no-escándalos, o la
aparición de Ciudadanos lo que ha estancado la progresión de Podemos?
¿No será por declaraciones como la siguiente, y otras muchas
ambigüedades, que se está perdiendo fuelle?
Tomar decisiones pensando en el bien del
pueblo suele ir aparejado a una perspectiva cortoplacista. Si por el
“bien del pueblo” comprendemos que el partido que va a gobernar no puede
contratar con bancos que desahucian, no puede tener imputados, o debe
tener menos asesores, y lo pensamos desde una posición minoritaria que
no puede aspirar a mayor presión, bien está creerlo habiendo dejado
claro que el circunstancial apoyo de investidura no es a cambio de
sillones, sino por responsabilidad. Pero… ¿qué es eso de que no son
condiciones sino propuestas? ¿Propuestas? Y ya puestos ¿por qué no se lo
pedimos “por favor”?
Si por pensar a corto plazo en ese
mínimo e hipotético bien del pueblo se pierde el apoyo de ese mismo
pueblo y la posibilidad de progresar para hacer verdaderos cambios, mal
negocio será ese para ese pueblo en el que se dice pensar.
En este sentido (y en casi todos), no puedo estar más de acuerdo con lo que ha expresado Santiago Alba:
Si nos obligan a ir más despacio habrá que ir más despacio, aún a riesgo de convertirse en una nueva IU con unos pocos más votos y bastante menos discurso. Pero ni debemos desdeñar los peligros ni resignarnos a este destino.
Quizá toca ahora escuchar más a la calle
que a los medios o al recién incorporado ruido interno. Quizá hay que
olvidar el tacticismo y empezar a tener personalidad. Quizá haya que
reconsiderar la percepción que de la sociedad se tiene en la esfera
académica, porque de tanto cultivar la inteligencia se puede llegar al
extremo, y los extremos se tocan.
He votado muchos años sin la más mínima
ilusión ni esperanza a aquello que consideraba un “mal menor”. Y me
gustaría mucho no tener que volver a hacerlo. Y me permito recurrir de
nuevo a Santiago Alba (destaco en negrita lo que me parece fundamental):
Para Podemos, con todas sus energías concentradas hasta ahora en el proceso de constitución interna (tan democrático que no se ha hecho otra cosa que preparar y votar primarias), es el momento de replantearse la estrategia comunicativa, de afinar y concretar los programas y de trabajar en la calle para espumar ese entusiasmo que sigue ahí, más acechante que dormido, dispuesto a verterse en cualquier molde real de cambio: real en el sentido de que pueda ganar, pero real asimismo porque pueda ganar de otra manera y en otra dirección. Votantes largamente resignados a prevaricar en favor del PSOE o del PP sólo votarán a una opción de cambio ganadora. Pero tiene que ser “de cambio”. Si somos lo mismo, despacio o deprisa llegaremos al mismo sitio; y para eso la gente preferirá seguir prevaricando en favor del PSOE o votar a Ciudadanos, que ofrece al menos el pequeño cambio -respecto del PP- de no llamarse PP.
Volvamos a echar un vistazo a aquello
que alguna vez nos pareció atractivo, y no lo olvidemos. No solo es la
única receta conocida que despierta interés, sino que además, como no
necesita guion, es la más sencilla y la más satisfactoria.
Está claro que Podemos es muchas cosas, y
es mucha gente diferente: desde la valiente Teresa Rodríguez o el
indomable Echenique, a otros estilos recién incorporados como el de
Manuela Carmena. Y es verdad que no hay nada escrito todavía. Pero
precisamente por todo eso y porque esta vida son cuatro días y sería una
pena perderla sin haber escuchado nuestros propios latidos, lo mejor es
no callar nada para construir colectivamente algo que valga la pena.
INICIATIVA DEBATE/ DdA, XII/2963
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