Jaime Richart
Ante las tribulaciones que está pasando este país, la pregunta clave es la
siguiente: ¿qué hubiera sucedido si España no hubiera pasado a formar
parte de la Unión Europea? La población de la España salida del
franquismo estaba prácticamente alfabetizada y disfrutaba de
electricidad, dos factores básicos a tener en cuenta en los índices de
desarrollo. Su retraso respecto a Europa se reducía a la política, a la
investigación, a la industria y a las infraestructuras de vialidad y
transporte. La investigación, con la educación y la sanidad, han ido de
mal en peor y la industria en retroceso. La ganancia quedó reducida a
autopistas, en ciertos casos innecesarias, y a trenes de alta velocidad a
costa de incomunicar a poblaciones enteras. Y en cuanto a la política,
para pasar de la dictadura a la democracia es evidente que no precisó de
Europa. El tránsito ya se había hecho nominalmente en el año 78. Así es
que la adhesión de España a Europa, a la Europa económica (que no a la
Europa política todavía en proceso de fragua), no ha traído al final del
proceso más que gigantescos problemas. Esa unión, al ser económica
mucho más que política, ha terminado siendo una trampa mortal más o
menos provocada o involuntaria que ha desembocado en servidumbre
insoportable para casi la mitad del país. Pues las directivas europeas
(éstas sí de carácter político) que son impulsoras del crecimiento moral
y humano pero no vinculantes, han sido sistemáticamente incumplidas.
Este es balance final de la unión con la Europa que ha pasado por la
experiencia trágica de dos guerras mundiales que imprimen carácter y en
las que España no participó..
El
caso es que aparte los factores fatales financieros de la globalización
de la economía, la llegada desde Europa a España de cifras astronómicas
de dinero para unos u otros fines (a un país que había pasado por una
larga dieta moral, política y económica de cuarenta años de dictadura y
que por tanto no estaba preparado para asimilarlas en tan altas dosis),
ha terminado causando un colapso que padece de una u otra manera todo el
país. El dinero ha sido loca y neciamente despilfarrado o literalmente
saqueado por políticos y empresarios que estaban vergonzosamente
retrasados, estos sí, respecto de sus homólogos de Europa, y los
"rescates", la Deuda soberana y los intereses han terminado por aplastar
a casi la mitad de su población. ¿Cómo estaría España si no hubiera
pasado por este proceso de integración equivalente a una unión
sacramental de las de antes? Esta es una pregunta para la que, por
desgracia, jamás habrá respuesta...
Pero
sí se pueden hacer conjeturas razonables. Y la principal es que las
prisas han sido pésimas consejeras. La velocidad y el progreso a marchas
forzadas, la ansiedad por la "modernización" galopante a cualquier
coste han precipitado en el organismo social una situación que no se
hubiera producido si la paciencia responsable y la sabiduría de los
sucesivos gobernantes hubiera calculado que no estábamos todavía
preparados para la aventura europea, y que la integración en Europa
debía ser gradual; que eran precisos otros cuarenta años de adaptación a
la democracia y a su desarrollo, pues la democracia no se impone por
decreto. En suma, que era precisa la adaptación progresiva a una nueva
situación política.
Pero
ahora resulta evidente que, de una dictadura férrea que siguió reinando
hasta después de muerto el dictador hasta el extremo de condicionar la
democracia posterior, era imposible que salieran estadistas prudentes y
de talla que condujeran a España por donde mejor convenía. Y Europa, sus
bancos y sus miras ultrautilitarias propias del capitalismo feroz, han
percutido una situación prácticamente insostenible con la colaboración
indirecta pero culpable de los gobiernos españoles que se han ido
relevando.
Ya
no hay remedio para lo que fue un fatal error. Pero no hay callejones
sin salida, siempre contamos con la salida de la entrada. Ahora sólo
nos incumbe reparar aquel error sacudiéndonos de encima a esa Europa
económica. Debiéramos plantearnos volver a ella, cuando Europa sea ya
una Europa política unida en toda regla. Pues de momento y por esa
fatalidad, la vida en España empieza a ser una pesadilla para millones
de españoles.
DdA, XII/2892
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