Esta semana se cumplen trece años de la llegada de los
primeros prisioneros tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 a la
prisión de la Bahía de Guantánamo, la cárcel más tristemente célebre del
planeta. Este sombrío aniversario, y el comienzo de la normalización de
las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, sirven como
recordatorio de que tenemos que cerrar definitivamente esta cárcel y
devolverle el territorio a sus propietarios legítimos: el pueblo cubano.
Es hora de poner fin a este capítulo oscuro de la historia
estadounidense.
“El centro de detención de Guantánamo para los individuos
contemplados en esta orden ejecutiva se cerrará tan pronto como sea
posible”. Eso dijo el presidente Barack Obama cuando anunció hace casi
seis años una de sus primeras órdenes ejecutivas, el 22 de enero de
2009. A pesar de eso, la cárcel sigue abierta, con 127 prisioneros que
permanecen allí luego de que Kazajstán aceptara recibir a cinco ex
prisioneros que fueron puestos en libertad el pasado 30 de diciembre.
Según la información pública, ha habido 779 presos retenidos en la base
desde 2002, algunos de los cuales permanecieron detenidos por más de
diez años sin que se presentaran cargos en su contra ni fueran sometidos
a juicio. Gracias a WikiLeaks y a su presunta fuente, Chelsea Manning,
sabemos la mayoría de sus nombres.
El coronel Morris Davis fue el fiscal general de Guantánamo entre
2005 y 2007. Dimitió después de que un funcionario designado por George
W. Bush anulara su decisión de prohibir el uso de las pruebas obtenidas
bajo tortura. En una entrevista, Davis me dijo: “Yo estaba convencido de
que no estábamos comprometidos a celebrar juicios completos, justos y
abiertos, y que iba a predominar el teatro político más que la
justicia”. Obama nombró un enviado especial para el cierre de
Guantánamo, aunque la persona que más recientemente ocupó el cargo,
Cliff Sloan, renunció abruptamente a finales de diciembre, sin dar
motivos. En un artículo de opinión recientemente publicado en el
periódico New York Times, Sloan escribió: “Como me dijo una vez un
funcionario de seguridad de alto rango de uno de nuestros más firmes
aliados en la lucha contra el terrorismo (no de Europa): ‘La mejor
medida que puede tomar Estados Unidos para luchar contra el terrorismo
es cerrar Guantánamo’”.
Estados Unidos ha impuesto un aplastante bloqueo a Cuba desde hace
más de medio siglo, con el pretexto de castigar al pequeño país por su
forma de gobierno. ¿Qué tipo de alternativa les mostramos a los cubanos
en esa esquina de su isla controlada por Estados Unidos? Una cárcel
militar infernal, que está fuera del alcance de las leyes de Estados
Unidos, donde cientos de hombres han sido retenidos, la mayoría sin
cargos, y muchos de los cuales han sido golpeados y torturados.
El presidente Obama critica con toda razón a Egipto por el
encarcelamiento de tres periodistas de Al Jazeera: Peter Greste, Mohamed
Fahmy y Baher Mohamed. “Tanto de forma pública como privada fuimos
claros respecto a que deben ser liberados”. Eso dijo el presidente Obama
a la prensa el pasado mes de agosto. Sin embargo, y por desgracia,
basta con que Egipto mire a Estados Unidos para determinar cuál es el
tratamiento aceptable de los periodistas de Al Jazeera. Sami al-Hajj era
camarógrafo de esta cadena de noticias y se hallaba cubriendo la
invasión estadounidense de Afganistán en 2001 cuando los militares
paquistaníes lo apresaron y entregaron a las fuerzas estadounidenses.
Tras diecisiete días brutales en la Base Aérea de Bagram fue trasladado a
Guantánamo, donde estuvo detenido sin cargos durante más de seis años.
Fue torturado, golpeado y humillado. Al-Hajj inició una huelga de hambre
de 480 días y fue sometido a alimentación forzada a través de tubos
nasales. Quedó en libertad en mayo de 2008.
En diciembre de 2012 estuve con Sami al-Hajj en la sede de Al Jazeera
en Doha, Qatar, donde dirigía la oficina de Derechos Humanos y
Libertades Públicas de la cadena. Me dijo que durante el tiempo que
permaneció en Guantánamo, Estados Unidos intentó forzarlo a convertirse
en espía:
“Empezaron a hacerme la oferta de darme la nacionalidad estadounidense y cuidar de mi familia si trabajaba para ellos en la CIA
mientras continuaba con mi trabajo de periodista para Al Jazeera.
Querían que les envíe información sobre el vínculo entre Al Jazeera y Al
Qaeda y otros grupos terroristas y algunas personas en Medio Oriente.
Por supuesto que me negué a hacerlo. Les dije: ‘Yo soy periodista, y
moriré siendo periodista'”.
Estados Unidos sabía que Sami al-Hajj era inocente pero quería que
espiara a Al Jazeera, y por ello lo sometió a varios años de duro
encarcelamiento en un intento de quebrarlo.
Estados Unidos tomó la Bahía de Guantánamo por la fuerza en 1898
durante la Guerra hispano-estadounidense y obtuvo de parte de Cuba la
cesión y usufructo indefinido de la propiedad en 1903. Devolverle la
Bahía de Guantánamo a Cuba significaría comenzar a remediar más de un
siglo de agravios perpetrados por el gobierno de Estados Unidos allí. Y
más importante aún: la devolución de la base naval y prisión de la Bahía
de Guantánamo hará que sea más difícil que los futuros criminales de
guerra, ya sea que estén liderando la Casa Blanca, el Pentágono o la CIA,
y sus partidarios en el Congreso, utilicen Guantánamo como un calabozo
fortificado y remoto para infligir tortura y terrorismo contra los
prisioneros, muchos de ellos inocentes, lejos de los ojos del pueblo
estadounidense y lejos del alcance de la justicia.
Democracy Now DdA, XII/2897
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