Antonio Avendaño
Mirad su mirada. Es uno de nosotros. Más que un perro se diría que
es uno de esos hombres cabales que nunca dicen una palabra más alta que
otra hasta que un día ya no pueden más y estallan con un improperio del
que inmediatamente después se arrepienten.
La foto circula por las redes, pero debería estar clavada en los
árboles de cada barrio de España donde los niños, acompañados por sus
padres si son todavía pequeños, aterrorizan a los pobres perros y a los inermes vecinos tirando incontables petardos durante las fiestas.
Mirad su mirada. No es un perro, es una persona. La imagen misma de
la dignidad. En sus ojos hay un reproche, sí, pero un reproche formulado
pacientemente, amablemente, una amonestación expuesta con severidad
pero con respeto. El gesto sereno del animal se impone incluso a la
contundente procacidad del cartel.
Parece, en fin, un perro sabio que hubiera leído con provecho
a Séneca, pero al que los malditos petardos lo hubieran sacado de
quicio, de manera que a tomar por culo Séneca y los putos
petardos y los niños cabrones que los explotan y los capullos de los
papás que les enseñan a explotarlos.
Un periodista amigo de los perros y enemigo de los petardos lo hubiera dicho con menos tacos, pero no más claro.
Andaluces
No hay comentarios:
Publicar un comentario