Félix Población
Con toda seguridad, si en Roma no
estuviera el papa Francisco, que de modo tan rotundo condenó la conversión del
Mediterráneo en un cementerio en el que se hunden las vidas y los sueños de los
inmigrantes del sur, la iglesia de España no hubiera tenido la osadía de
reclamar a su gobierno más afín, el del Partido Popular, la retirada de la
reforma que legaliza las llamadas “devoluciones en caliente”.
La opinión de la Conferencia
Episcopal, en contra de lo que cabía prever por parte de uno de sus más
fervorosos fieles, no ha sido bien acogida por el titular del ministerio que promueve
esa reforma, Jorge Fernández Díez, que en lugar de compartirla como devoto
creyente ha apelado a lo que en él suena casi a irreverencia: "Creo en la
separación de Iglesia-Estado, cada institución tiene su ámbito de competencia,
otra cosa es que han que colaborar en aras del bien común y entiendo que la
Iglesia ponga el acento en la misericordia y el aspecto humanitario pero no
puedo aceptar que parezca que los demás no tenemos sensibilidad con los
Derechos Humanos".
Estas declaraciones, hechas a Telecinco
y recogidas por Europa Press, más parecen las de un militante de un partido
laico que las de un miembro supernumerario del Opus Dei, que –siguiendo otras
recogidas en una entrevista- considera que Dios está muy presente en el Congreso
y que las Cortes son el órgano legislativo del Estado y Dios, el gran
legislador del universo. Don Jorge
estima asimismo que la política es un magnífico campo para el apostolado,
la santificación y el servicio a los demás, que el señor ministro vive como
vocación personal y específica. Es -en sus palabras- "el lugar donde Dios quiere que esté. Para un
católico, dedicarse a la política, aquí y ahora, es un reto apasionante”.
Lo dicho, sin embargo, no reza
al parecer con las aludidas “devoluciones en caliente”.
Solo cuando se trata de interceder a Santa Teresa de Ávila, para que nos alivie de
la crisis a la que nos ha llevado la dictadura de los mercados, o cuando considera don Jorge, a pesar de su
creencia en la separación Iglesia/Estado, que es preciso condecorar a Nuestra
Señora María Santísima del Amor con la medalla de oro al mérito policial con
carácter honorífico. Y esto, no porque la tal María Santísima del Amor colabore
estrechamente con el cuerpo de Policía en
las fronteras del sur, sino porque esa colaboración –según petición expresa de
la dirección policial – se refiere muy específicamente a los actos celebrados en Semana
Santa, impropios de un Estado aconfesional como el que la Constitución de 1978 proclama y del que Fernández dice ser creyente.
DdA, XI/2861
1 comentario:
Esa política del ministro equivale a la actitud de los trileros. Ni en su fe creo ni en su política se puede creer.
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