Antonio Aramayona
He tenido un sueño. No ayer ni anteayer, no es uno de
esos sueños que se esfuman al recobrar la conciencia o a medida que vas
cumpliendo años. He tenido un sueño que me crece dentro desde hace años y
abraza a todos y cada uno de los seres humanos.
He tenido un sueño que me hace seguir viviendo, sobre
el tablón donde much@s sobrevivimos desde el último naufragio. Sobre ese tablón
ahuyentamos juntos nuestros miedos, nos aliviamos la fiebre y nos contamos
cuentos de final feliz. Las estrellas nos hacen guiños durante la noche y
nuestros ojos llevan clavados en ellas desde el inicio de nuestro viaje por la
existencia. He tenido un sueño, sí. Cada vez que lo hago presente, percibo el
latir cansado de mi corazón y el temblor de mi alma.
Seis mil millones de seres humanos compartimos hoy en
el planeta Tierra nuestra más vinculante y definitoria seña de identidad:
nuestra humanidad, que nos hace ser parte y a la vez diferentes del resto de
seres conformados por el mismo polvo de estrellas. Por encima de las leyes y de
las normas, portamos constitutivamente unos derechos fundamentales sin los que
quedamos privados de nuestra humanidad misma. Ese es mi sueño: la plena
realización de los derechos fundamentales (vivienda, sanidad, educación,
trabajo, libertades ciudadanas, etc.) en todos y cada uno de los seres humanos.
Percibo a veces que mi vida es ya corta; eso no me
lleva al desánimo, sino a reafirmarme en mi sueño: mientras me resten fuerzas y
vida mi sueño seguirá en mí, cargado de palabras escritas diariamente, ofrecidas
diariamente, pero sobre todo compartidas diariamente en la calle con todas las
personas con quienes me encuentre en el camino. Nada temo, no tengo miedo de
nada. Me apoyo en lo que tengo por valioso, que raramente es amigo de lo fácil.
Mantengo la verdad humana por excelencia: al final de la vida vale cuánto y
cómo hemos querido, cuánto y cómo nos han querido; al final de la vida se
presentará otra verdad (la misma, en el fondo): si hemos intentado ser
coherentes con lo que queremos y creemos realmente.
La felicidad no es una meta, sino la consecuencia de
lo que hemos estado haciendo con y de la vida hasta el último segundo. Por eso
mi sueño me permite en estos momentos esbozar una sonrisa y tener la certeza de
que todo ha merecido la pena, también gracias a todas y cada una de las
personas amigas y compañeras de viaje.
He tenido un sueño que me ha permitido avanzar un poco
cada día en el descubrimiento de los limites de lo posible y en la esperanza de
poder traspasarlos en dirección hacia lo supuestamente imposible. Así he ido
también descubriendo la Utopia (lo óptimo, pero no imposible). Así fui
aprendido a amar las utopías sobre todas las cosas. Ayer ese sueño me mostró
una de sus caras, ilimitadas, polícromas, complementarias.
Recibí una invitación a que mi sueño
reposase en una posibilidad, quizá ni mejor ni peor que otras, de hacerlo
realidad con otras personas. Allí están Maru, Sergio, Ana, José…, a quienes
aprecio, valoro y quiero. Allí estaré yo también. Por eso me he sumado a la
candidatura de Maru Díaz al Consejo Ciudadano del Círculo Podemos Zaragoza. No
sé existir y trabajar a medias. Estaré allí al 100% a pesar de y con todas mis
limitaciones, pues he tenido un sueño y el sueño puede hacerse realidad también
a través de Podemos. Desde ayer es una opción más en mi vida.
DdA, XI/2851
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