Empezamos
semana con otro caso de corrupción cuyas ramificaciones se extienden a
lo largo y ancho de la península ibérica. Esos casos aislados, a los que
se refería Rajoy hace unos días, se reproducen como hongos en las
duchas de un gimnasio. Aún no nos habíamos repuesto del sofocón de las
tarjetas opacas o de la imputación de Acebes por apropiación indebida
para comprar acciones de Libertad Digital cuando, la mano derecha de la
lideresa Aguirre, aparece como protagonista principal de una trama
corrupta más propia de una república bananera que de un estado
presuntamente democrático.
Franciso Granados, ecce homo que aparecía
como el hombre de confianza de Esperancita, su número dos de absoluta
confianza, se enriquecía con un método que no nos es ajeno gracias a
otros honorables bandidos que también lo practicaban: El cobro de
comisiones por la adjudicación de contratos públicos. Aguirre dice
sentir vergüenza. Pero es obvio que no la suficiente para dimitir de su
cargo. Rajoy se distancia dialécticamente (como ya lo hizo de Rato,
Bárcenas o Blesa), denominando a los maleantes que brotan del PP como: Esa persona de la que usted me habla. O
el presidente sufre amnesia severa o es que en la sede de Génova,
pagada también con dinero negro, amén de hacer desaparecer las
comprometedoras pruebas informáticas le dan al deleted, al más
puro estilo stalinista, para que desaparezcan de la foto los personajes
antes alabados y ahora incómodos.
El problema es que, de tanto borrar y
dejar de pronunciar los nombres de imputados, el PP se está quedando
sin repuestos y Mariano, al final, solo podrá recitar la lista de la
selección de waterpolo sin que le salpique la caquita. Acabo de leer
que, haciendo una estimación a la baja de todo lo robado a la
ciudadanía, cada familia española podría ingresar una media de 600
euros. No parece gran cosa a priori pero, si tenemos en cuenta que 1,7
millones de esas familias no perciben ningún sueldo ni prestación, que
miles de criaturas están mal alimentadas y viven situaciones de
exclusión y pobreza y que cientos de miles de personas han perdido su
hogar con el argumento de haber vivido por encima de sus posibilidades,
la indignación popular adquiere las dimensiones de una bomba atómica.
Y
todo esto mientras hablan y hablan de regeneración y transparencia. ¿No
acabaríamos antes enrejando la sede pepera con todos sus inquilinos
dentro? Lo digo por evitarnos disgustos y ahorrar trámites a la
justicia. De cualquier forma, los mindundis como servidora no olvidamos
tan fácil los nombres de los rateros. Esas personas a las que usted no
nombra, presidente, eran su guardia pretoriana, los adalides
anti-corrupción que iban a salvar al país de la herencia recibida.
Nos
toman por tontos de capirote y a la par que saquean, mienten y se ponen
chulos, nos advierten que no debemos confiar en formaciones como PODEMOS
porque son una versión hispana de los jemeres rojos. El hombre del
saco vestido del híper y con coleta. ¡Ay
Mariano! Los únicos que tiran de saco, para Suiza y Andorra, son tus
ahora innombrables correligionarios y algún otro coco de diversos grupos
políticos que también tachan a PODEMOS de utópicos o bolivarianos.
Visto lo visto, aventurarse a la utopía resulta menos estúpido que
reincidir en la distopía casposa y cínica de los ladrones conocidos.
Estamos hasta los colondrios de la descastada casta de politicastros
mercachifles y embusteros. Entre todos, con vuestra desvergüenza, le
estáis haciendo gratis la mejor campaña a los quincemayistas. Vais a
perder las elecciones contra vosotros mismos. Lo cual no carece de
mérito frente a un pueblo resignado que soporta tales cotas de
injusticia sin tomar al asalto la Moncloa.
Si algo podemos agradeceros
quienes soñamos un mundo nuevo es vuestra colaboración imprescindible
para sembrar el germen revolucionario. Y un último consejo para la
cúpula de este funesto gobierno: Antes de que no quede ni uno al que
poder poner nombres y apellidos, quédense mudos. Cada vez que intentan
enmendarla, algunos de sus potenciales votos se pasan a PODEMOS. Yo que
Pablo Iglesias, les cedería la portavocía de su propaganda.
DdA, XI/2828
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