martes, 28 de octubre de 2014

51 GUSANOS EN LA SOPA PÚNICA

Esperanza Ortega

Hace unos días, los niños de algunos comedores escolares encontraron gusanos en la sopa. A mí no me extrañó, acostumbrada como estoy a leer los periódicos; pero a una amiga mía, que no está bien informada y es muy escrupulosa, la noticia le hizo vomitar. ¿Qué habrá pensado ante la detención de lo más granado del PP?-me pregunté consternada. Pueden imaginárselo. En cambio, Jesús Posadas, el presidente del Congreso, afirmó muy entero que el número de casos de corrupción “no es excesivo”, después de que Rajoy asegurara, con cara de ser ducho en separar los gusanos de los menudillos, que había encontrado solo “unas pocas cosas que no le gustaban”. En eso de gustos no hay nada escrito, cada uno tiene su paladar. ¡Ay, qué asco!, dice mi amiga entre arcadas. Ya lo sabía yo. Para cambiar de conversación le expliqué que “corrupción” viene de “cum rumpere”, es decir, del verbo romper, quebrar, echar a perder la naturaleza de algo. Y le puse un ejemplo bien edificante: la carne se corrompe cuando se rompe la cadena del frío. Es lo que le pasó a Santa Teresita del Niño Jesús un día que llevó el almuerzo a su padre, que estaba en el campo. Lo dejó al sol y horas después, al ver la transformación que había sufrido, la repugnancia le hizo a detestar su propio cuerpo, que también acabaría sirviendo de alimento a los gusanos. Desde entonces se ocupó únicamente de la salud de su alma. De ahí que a los santas Dios las premie con un cuerpo incorrupto. No sabemos cuántos santos saldrán de los comedores de las escuelas españolas, eso Dios lo dirá. Entonces, el partido de Esperanza Aguirre no se puede decir que sea corrupto, concluyó mi amiga, que ayer estaba sembrada: corrupción hay en los militantes del PSOE que traicionan la naturaleza e ideales de su fundador, el primer Pablo Iglesias, un santo laico. Y corrupción habría en Podemos si el segundo Pablo Iglesias los traicionara, igual que Judas, cuando vendió a su Maestro por una bolsa de monedas. Pero -continuó mi amiga- ¿se puede corromper Esperanza Aguirre, que se inició como Presidenta de la Comunidad de Madrid gracias a dos tránsfugas de repugnante memoria? Algunos recordamos todavía a los dos sinvergüenzas que la auparon con su abstención entre el bochorno general. Pero ella, con la nariz tapada, lejos de hacerle ascos al menú, se rebañó hasta el postre del banquete –el Comité parlamentario de Investigación del Tamayazo lo dirigió precisamente Granados, ¡qué casualidad!. Entonces, ¿por qué siente vergüenza la ex presidenta al encontrar este gusano en la sopa? Por mucho que hayan adecentado las cocinas de Génova –en la obra se gastaron más de un millón de euros negros según el juez Ruz- las larvas reaparecen cuando menos se espera. Lo que pasó es que, confiados en su impunidad absoluta, dejaron su carne al sol, y los gusanos acabaron en la sopa que nos llevamos a la boca todos los españoles. ¿Una ley de transparencia? ¡Qué asco!. Si no se piensan marchar lejos, es preferible que oculten sus vergüenzas. Lo que hay en el fogón lo olemos a distancia, incluso antes de destapar la olla. ¿Por eso Rajoy se aísla de los periodistas tras la pantalla de plasma? En el caso de que así sea, es de agradecer la medida sanitaria. Al menos él respeta los protocolos. Ya lo ha dicho Morenés ayer mismo, que “el Presidente está sufriendo mucho porque es un persona de entidad moral extraordinariamente desarrollada”. Y mi amiga, que ahora gasta escafandra, se sigue haciendo cruces:  ¡Lo que hay que oír!

DdA, XI/2829

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