“Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos
reflexivos y comprometidos pueda cambiar el mundo. De hecho, es lo único
que alguna vez lo ha cambiado.” (Margaret Mead, antropóloga)
En el mundo existen más de seis mil idiomas, durante el último siglo se han extinguido alrededor de cuatrocientos y más de quinientos están a punto de desaparecer. Podría pensarse que la muerte de una lengua forma parte del proceso de la vida. Y en efecto así es. Sin embargo, la desaparición de un idioma supone la desaparición de una forma de entender el mundo, la pérdida de una perspectiva diferente y por tanto la pérdida también de las posibles soluciones que esa perspectiva procuraría.
En el mundo existen más de seis mil idiomas, durante el último siglo se han extinguido alrededor de cuatrocientos y más de quinientos están a punto de desaparecer. Podría pensarse que la muerte de una lengua forma parte del proceso de la vida. Y en efecto así es. Sin embargo, la desaparición de un idioma supone la desaparición de una forma de entender el mundo, la pérdida de una perspectiva diferente y por tanto la pérdida también de las posibles soluciones que esa perspectiva procuraría.
Que el
lenguaje modela la realidad ya lo resumió Wittgenstein con su famosa
frase “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Al
parecer, el pirahán, idioma hablado por la tribu amazónica del mismo
nombre, carece de número gramatical, de números, de tiempo pasado e
incluso de colores. Esto tiene que significar algo. ¿No tener manera de
expresar el tiempo pasado o al menos no expresarlo en pasado?
Bueno, su mundo tiene que ser otro, no cabe duda. Y si el pirahán no
tiene nombres para los colores, el finés dispone de cuarenta formas de referirse a la nieve.
Por su parte, he leído que los vietnamitas preguntan enseguida la edad a
la persona que acaban de conocer para poder utilizar el pronombre
adecuado y tratarla con el respeto apropiado según los años que tenga.
Otra curiosidad que debe responder a un nivel moral, o a una
circunstancia emocional o a una condición ontológica, no sé, es que los
inuit no dicen "he cazado cinco focas", sino "cinco focas se han dejado cazar por mí".
Actualmente vivimos en una sociedad extremadamente capitalista donde el
lenguaje mercantil refleja la realidad en la que nos movemos: Se
“invierte” en una relación, se imparten talleres para “venderse mejor”,
se “amortizan” experiencias, se “compran” hipótesis. Para la pobreza
tenemos muchos términos: Sin techo, mendigo, pobre, indigente,
vagabundo. Pero el señor que pide casa y trabajo frente al Corte Inglés
de Goya (al que siempre menciono y debería abordar pronto), con su
butaca, su mesa, su taza de café y sus libros de Einstein y Sagan ¿cómo
lo llamamos? ¿En la terminología PPSOE será un empresario fracasado, un
hombre sin recursos, sin suerte, un perdedor, un desgraciado?
En nuestro idioma debemos tener más de ochenta tonos de tinte para el
pelo, y los matices de rubio en los envases cosméticos resulta
interminable: rubio medio ceniza, rubio extraclaro nacarado, rubio claro
dorado, rubio oscuro cobrizo… Sin embargo, tan solo disponemos de un
par de palabras para describir un régimen: democracia/ dictadura o un
sistema: socialismo/ capitalismo.
Con la irrupción
del movimiento 15m, de las mareas ciudadanas, de los colectivos Attac
España, Democracia real YA o la Plataforma de afectados por la hipoteca
el panorama ha cambiado. En las últimas elecciones Podemos ha abierto el
camino de los ciudadanos a las instituciones. Ahora se han puesto en
marcha iniciativas a nivel municipal: @guanyem en Barcelona o
@municipalia_ en Madrid. “Se llama democracia y no lo es”, grita la
gente. Y no es que falten matices, es que consideran que ni siquiera la
palabra remite ya a una realidad. Se crean nuevos escenarios y nuevos
códigos.
-Ya no vale equiparar cualquier movimiento antisistema con ETA o con el chavismo.
-La casta o la oligarquía son palabras más útiles en este momento que
“el pueblo”, porque apuntan al problema concreto, no a la diversidad de
personas que lo sufren.
-El binomio a discutir no es emprendedor / parado, los términos son trabajo basura / renta básica (muy interesante en este sentido el artículo de Alberto Garzón donde
precisa: “Podemos no dirige su discurso a las víctimas directas del
conflicto capital-trabajo sino a las víctimas del conflicto
capital-población, es decir, a una serie de sujetos políticos excluidos
del mercado de trabajo”).
-Por último, eso de
utilizar el femenino como genérico (“trabajamos juntas”, “somos
muchas”, “vamos todas”) a mí personalmente no me convence. Preferiría
que las cabezas visibles fueran mujeres aunque utilizaran el masculino
como término no marcado. Pero bueno, es discutible.
En Bali, Margaret Mead observó que cuando los balineses estaban
asustados se iban a dormir. Esta conducta se denominaba "takoet poeles"
(asustado dormido). Parece ser que un día Mead les pidió a sus ayudantes
que llevaran unos utensilios a una vivienda a la que iba a trasladarse.
Más tarde, cuando llegó, los descubrió adormilados. Habían olvidado el
paquete en el ómnibus y, asustados por la reacción que imaginaban en la
etnóloga, se habían dormido. Tal vez a muchos en estos tiempos de
cambio les entre el sueño de golpe, justo ahora que empieza a despertar
una mayoría.
Puntos de Página
El Diario.es DdA, XI/2.737
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