Antonio Aramayona
En primer lugar, lo siento por los árboles: imagino la cantidad de
papel dedicado a sobres y papeletas que llegan al buzón de cada casa de
cada localidad de cada región de cada provincia y que también deberán
estar en cada uno de los colegios electorales en generosos montones;
imagino la cantidad de folletos, banderitas y pancartas de papel
presentes en los mítines y en los tenderetes montados en las calles y
plazas principales de la ciudad; tras multiplicar todo ello por 30 (las
treinta candidaturas que aspiran a tener representación en el Parlamento
Europeo), aparece la enorme cantidad de árboles necesarios para cubrir
todas esas necesidades de papel, y lo lamento sinceramente: los árboles
no tienen la culpa de la descomunal proliferación de candidaturas (y de
partidos, grupos y grupúsculos que componen no pocas candidaturas).
Ni qué decir tiene que a la ciudadanía le ampara el derecho a formar
cuantas candidaturas considere conveniente con tal de cumplir los
requisitos estipulados en la ley. Sin embargo, es posible también que la
existencia de opciones políticas muy hermanas o muy primas hermanas se
deba, en parte, a la voracidad egocéntrica de algunos grupos políticos,
incapaces de renunciar a traspasar las lindes de su corral. Me recuerdan
a los militantes en Judea de la resistencia contra los romanos de la
película de los Monty Python La vida de Brian, siempre
enzarzados en debates sin fin y considerándose unos a otros disidentes
por pertenecer al Frente Judaico Popular o al Frente Popular de Judea o
al Frente del Pueblo Judaico o al Frente Popular del Pueblo Judaico.
Tienen pleno derecho a constituir su propia candidatura, pero lo siento
por los árboles y por el pueblo, pues no merecen semejante castigo.
Supongo que ciertas candidaturas al Parlamento Europeo que defienden asuntos
transversales (en principio, todo el mundo está de acuerdo con sus
propuestas), como el Partido Animalista, la Agrupación de Electores
Discapacitados y Enfermedades Raras o la Iniciativa Feminista se
presentan como tales por desconfianza o resquemor de gato escaldado
respecto de partidos supuestamente progresistas, pero que han mostrado
muy tibiamente su compromiso: de hecho, suelen limitarse a "apoyar"
iniciativas, pero raramente a sumarse diariamente a ellas e incluso a
liderarlas.
He tenido ocasión de hablar con algunos dirigentes
de ciertos grupos políticos de izquierda sobre su falta de unión para
formar una gran y única coalición y he sacado dos conclusiones
principales: a) coinciden en el 90% de su programa y objetivos, b)
declaran su inocencia y echan la culpa a los demás de no haber
conseguido conformar tal coalición progresista. Con una buena dosis de
buena voluntad y de desapego de los propios despachos, siglas y egos, no
es descabellado pensar en una única coalición (no un mero conglomerado
de siglas refractarias entre sí) por parte de Izquierda Plural, PCPE,
CHA-EQUO, Podemos, Partido X Partido del Futuro- (con el PSOE, cada vez
sé menos qué hacer y donde colocarlo). Incluso existe la opción
progresista, no marxista y cristiana de Solidaridad y Autogestión
Internacionalista.
De igual forma, nos encontramos con varias
candidaturas que tienen como denominador común la República o la salida
de la UE y del euro o el ultraliberalismo o la oposición a cualquier
recorte o el voto en blanco- ¿España rebasa con creces la sátira que los
Monty Python hicieron del cainismo y de la afirmación de la propia
identidad a base de oponerse a cualquier persona o idea que no coincidan
plenamente con la propia? Algo similar puede decirse de determinadas
candidaturas asentadas sobre la afirmación autóctona territorial (por
ejemplo, Foro de Ciudadanos, Puyalón de Cuchas-Os Pueblos Deciden,
Partido Andalucista, Partido Da Terra, Bloque Aragonés-Proyecto
Europa-).
Antonio Machado advierte en su Juan de
Mairena de que no hay que perderse en los adjetivos si ello implica
perder de vista la propia función del sustantivo, a no ser que lo
sustancial de algo quede suplido por las meras apariencias de ese algo:
en tal caso, la plata será oro si es rubia, y el oro será plata siempre
que este oro sea cano. Pues bien, a costa de muchos árboles y de la
abstención de muchas ciudadanas y ciudadanos (al parecer, alrededor del
60% de electorado) sigo sin discernir cuántas de esas treinta
candidaturas al Parlamento Europeo son sustantivos y cuántas adjetivos
que podrían determinar y calificar a un mismo sustantivo.
Hegel dejó escrito en su Filosofía de la Historia
que "nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión". En la
historia del pensamiento occidental podemos encontrar numerosas
descripciones y clasificaciones de pasión. Añadiré una más, de la que
tengo plena certeza de que no pasará a los anales de la filosofía:
pasiones limpias, oscuras y bajas. Y me da la impresión de que en las
entrañas de esas treinta candidaturas al Parlamento Europeo hay muchas
pasiones de los tres tipos.
DdA, XI/2.707
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