Rosa María Artal
 ¿Y si estuviéramos atrapados en una ratonera entre 
perturbados? ¿Y si se mantuviera al mando el sector de los sociópatas? 
Nos preguntamos, una y otra vez, cómo se puede seguir escenificando la 
ceremonia de la normalidad -con todos sus pasos cotidianos- como si nada
 de lo que realmente sucede en España estuviera pasando. La actualidad 
engulle hechos de tal magnitud que cada uno de ellos debería ser 
constitutivo de severas consecuencias y no ocurre absolutamente nada. 
Puede que nos encontremos fuera de la realidad, en una balsa a la deriva
 como la que pintó  Théodore Géricault y, mareados, ya no sepamos que existe la tierra firme y la cordura.
  En menos de una semana votamos al Parlamento europeo y el PP mantiene 
en cártel a un individuo medieval. A la defensa en su gestión de sus 
muchos intereses económicos de casta, une un machismo feroz por el que 
se considera superior intelectualmente a cualquier mujer quien, por 
serlo, se encuentra indefensa ante la supremacía del macho. Pero lo más 
patético es que hay que ver a ese macho: el candidato es un señor que 
babea, acogotado, mientras lee las respuestas. Ése es el hombre que se 
estima superior a una mujer. Cañete es uno de quienes comandan nuestra 
particular balsa de la Medusa. Y habrá quien le vote. Mujeres incluso.
  Podemos recorrer, sumidos en el estupor, los saltitos de la ministra de Empleo cuando se encomienda a la Virgen
 del Rocío para que arregle la crisis contando en su haber con la 
pérdida de un millón de puestos de trabajo y el desmorone de sueldos y 
derechos de prácticamente todo el empleo. Las muecas de Montoro y el 
que, con pasmosa desfachatez, anuncie una reforma fiscal en campaña que 
-pese a sus afirmaciones- consagra y aumenta la desigualdad a favor de 
los ricos  como demuestra un grupo de prestigiosos economistas, infinitamente más creíbles que el ministro. Los  insultos prepotentes del titular de Educación, tan abucheado que ya ni acude a los actos de su departamento. 
 Contamos con ministras de Sanidad que apuestan por los  remedios naturales para curar enfermedades, instauran el repago con  graves consecuencias,
 quitan la tarjeta sanitaria a seres humanos sin mover ni uno de sus 
bronceados músculos –hasta allí les penetra tanto sol-, han destrozada 
la sanidad pública en definitiva y… no ven coches de lujo regalados por la Gürtel en su propio garaje.
  Tenemos malas actrices amateur en destacados puestos del gobierno, 
cuyas sobreactuaciones producen vergüenza ajena. Y tan paradójicas. Tras
 el  llanto por los desahuciados y las presuntas medidas para atajar el problema,  aumentan las familias que pierden su casa.  Desalmados que dejan a los  padres de niños enfermos de cáncer con la palabra en la boca,
 como han hecho concejales del PP en el Ayuntamiento de Toledo. Y, como 
portavoz, a ese genio de la comunicación y el rigor que es Carlos 
Floriano. Por no hablar del número 2 para Europa, González Pons. Estamos
 en buenas manos. Y ya, por la amplia geografía, el surtido se amplia 
con presidentes que veranean con narcotraficantes, especialistas en 
finiquitos diferidos, amantes de trajes, bolsos o simplemente amantes, 
una infractora de tráfico a la fuga y hasta ridículos internacionales 
regados con a cup of relaxing coffee. Relaxing, precisamente.
  Falta hace. Este coro de muecas y tics, cuenta al ministro de economía
 entre sus más destacados puntales, y con el propio presidente, cuyo ojo
 izquierdo –por más señas- es incapaz de secundar tanta mentira y se 
dispara dando pistas a los menos avisados. Pero las evidencias físicas 
no dejan de ser sino síntomas de sus deficiencias interiores.
  ¿Qué decir del hombre a cuyo cargo está la Policía y la Guardia Civil que, en los ratos libres que le deja hablar personalmente con Dios o condecorar vírgenes o decretar que el pasamontañas es una  prenda asociada a la comisión de delitos, ve twitter infectado de terrorismo yihadista e impulsa leyes que  en Europa se consideran antidemocráticas?
 ¿Cómo explicar que siga en su puesto a pesar de los problemas que 
evidencia? O el ministro de Justicia en su cruzada contra la mujer y la 
propia justicia, como critican sus profesionales.
  Ha pasado casi una semana desde que el juez Ruz certificó que el Partido Popular sí ha dispuesto de  una contabilidad B,
 tal como reveló su extesorero Luis Bárcenas. Y que sus miembros 
destacados cobran sobresueldos en B, en sucio. Y que emanan de donaciones
 anónimas de empresarios que no estaban permitidas por ley porque 
excedían el límite y procedían de contratistas del Estado. Y no ha 
ocurrido nada. La mayor parte de los medios de comunicación al servicio 
del PP –llamémosles por su nombre- ni siquiera lo han mencionado. Como 
ha pasado sin consecuencias que el PP  triplicara el sueldo de Bárcenas cuando fue imputado por la justicia. ¿Hace falta responderse por qué? 
  Con el mayor endeudamiento público de la historia de España (del 68,5%
 al 97% ya del PIB), el equipo de Rajoy presume de una recuperación 
macroeconómica que engrosa las cuentas de los ricos y empobrece a la 
mayoría. Es decir, la peor gestión posible para el común de sus 
representados. Y también parece haber gente que se tapa los ojos. Y, más
 aún,  responden en su síndrome de Estocolmo agudo: ¿y a quién votas? Son todos iguales. El Hediondo torturado de Juego de Tronos no lo haría mejor.
  La balsa de la Medusa
 -cuadro basado en un hecho lamentable de la historia de Francia- 
muestra a sus náufragos a la deriva sumidos finalmente en la locura y 
hasta el canibalismo. ¿Y aquí? No cabe añadir mayor sin sentido a los ya
 descritos que lo sucedido en León. Dos militantes del Partido Popular 
descerrajan el cargador de una pistola a otra miembro del PP, su 
presidenta en la comunidad, y la rematan en el suelo. Un hecho que 
debería llevar a una oposición responsable –de existir- y a unos medios 
informativos rigurosos a preguntarse quién manda en España para que se 
maten entre ellos, se ha saldado con una persecución de la sociedad y su
 comunicación por Internet. De locos, textualmente. Y nadie le pone 
freno. ¿Por qué? 
  Puede que en estos vaivenes 
imposibles, noqueados por tanto impacto inasumible, haya quien no sea 
capaz de ver dónde estamos, por dónde vamos, quién dirige el rumbo y 
adónde nos lleva. Los demás andamos lívidos y con arcadas. Sintiéndonos 
en peligro a todos los niveles. Y sin ver un final a este inmenso 
desatino. Lo que tal mal se encamina, terriblemente acaba. Y al 
contrario. La cordura está fuera de esta zozobra. 
 Por cierto, en el  debate europeo con los candidatos a la Comisión, la involución en España fue citada por Alexis Tsipras (Partido de la Izquierda
 europea) y Ska Keller (Verdes). Derecha y socialdemocracia pasaron de 
críticas. ¿También son cómplices? Porque muchos aquí han de preguntarse 
si lo están siendo y por qué. Locos o muy avispados (para sus intereses)
 en el timón, lo que realmente resulta “de locos” es secundar este 
monumental dislate.
El Diario.es 
DdA, XI/2.705
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